viernes, 7 de noviembre de 2014

La mujer de las olas multicolores


Hace mucho mucho tiempo atrás, mientras yo me encontraba acampando sola en una playa poco concurrida, ví salir de noche a una mujer vestida con olas multicolores de las profundidades del mar. Me froté los ojos porque no podía creer lo que veía. Las olas que tenía delante mío parecían un arcoiris de agua que envolvía a esa mujer. Yo venciendo mi miedo me acerqué a la orilla y a ella le pregunté qué le sucedía, porque yo la veía triste parada sobre la orilla del mar.
- Me gustaría ser por un día una mujer como tú, de carne y hueso, y dejar que ella asumiera mi identidad y yo la suya - me dijo  la mujer de las olas multicolores. Luego me preguntó si yo estaba dispuesta a ayudarla de esta manera.
- No estoy segura si es una buena idea - le contesté. ¿Qué gano yo en ser tú?
- Pues, podrías tú descubrir las profundidades del mar, por ejemplo - me dijo la mujer de las las olas multicolores.
- ¿El cambio de roles sería sólo por un día? Pues, porque en dos días tengo que viajar a otra playa para un concurso de tabla hawaiana en el cual yo quiero participar - le hice saber a este ser de agua.
- Te va a gustar ser yo, la mujer de las olas multicolores, porque a ti te gusta el mar. Verás como los seres marinos te respetarán - me dijo entusiasmada la mujer de agua y luego continuó hablando - No te vas a aburrir nunca. Siempre sucede algo tanto encima como bajo el mar. Pero recuerda que sólo tú puedes salir de noche cuando no hay nadie en esta playa o en otra. Yo llegué hoy día acá y nuestro encuentro ha sido fortuito. Una bendición. Y si aceptas, yo regresaría a esta misma playa. ¿Qué dices?
Como la oferta era tentadora, acepté. ¡Para qué lo hice! El precio fue muy alto. Yo no sabía que para ella un día significaba cincuenta años. Cuando ella se fué, recién las olas de colores me hicieron saber, entre risitas, lo que significaba haber hecho este cambio de identidad. Me horroricé porque caí en cuenta del grave error que había cometido en aceptar su propuesta. La mujer de las olas multicolores, quien en realidad era una anciana, me había quitado mi juventud, mi familia y mis amigos. ¡Por Dios! ¡Yo sólo tenía veinte años! 
Es así como este ser, quien en realidad se veía como yo, pero más mayor, regresó después de cincuenta años. Llegó feliz contándome todo lo que ella había logrado hacer en mi lugar. Había tenido tres hijas, dos esposos y un negocio  de venta de tablas hawaianas. ¡Ah! y tenía dos nietos adorables. La mujer que tenía yo delante mío no era yo. Yo seguía con mis veinte años en mi alma y, ¿ahora tenía que yo que convertirme en una mujer de setenta años? ¡Nooooo! Antes que hiciéramos el cambio de identidades, le dije desde lejos y muy seria que ella regresara al día siguiente. Luego desaparecí de su vista para siempre. La mujer de las olas multicolores se quedó paralizada del susto porque sabía lo que esto significaba, porque seguramente ella no podría vivir otros cincuenta años más. No habría ningún encuentro más entre las dos, de ninguna manera. Mientras yo en mi alma tenía veinte años, era eterna. La mujer de las olas multicolores como  había querido ser un ser terrenal pagaría las consecuencias por no haberme hablado con la verdad desde un principio. Después de un "día" regresé a la misma playa, pero ya nadie esperaba más por mí. 

MARISOL



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