jueves, 19 de febrero de 2015

El regalo de Napoleón

Cuento de la vida real con una pizca de 10% de fantasía  :-)




Hace ya  unos años atrás cuando me encontraba junto con mi esposo visitando el mausoleo de Napoleón, que es una cripta circular, situado bajo la gran cúpula de la  iglesia de Los Inválidos de París (después de Versalles, el palacio de Los Inválidos es la obra de mayor envergadura iniciada durante el reinado de Luis XIV, el Rey Sol), donde acoge desde 1861 los restos mortales de Napoleón Bonaparte en un impresionante sarcófago el cual contiene seis féretros sucesivos (el más interior es de una lámina de acero recubierta de estaño, el segundo de caoba, el tercero y el cuarto de plomo, el quinto de madera de ébano y el último de roble), me encontré una boina negra (la que te presento en la foto).

Cuando yo la encontré dudé primero si en llevármela o no, pero como no ví que nadie la reclamara me la puse. Me quedaba perfecta. Cuando mi esposo, quien estaba a unos cuantos metros lejos de mí admirando el sarcófago, advirtió que yo no tenía puesta mi gorra, sino una boina, me miró desconcertado.
Luego, cuando él quizo saber dónde yo la había encontrado,  yo le dije sin pensarlo dos veces:
- Por acá cerca. Como Napoleón me pidió que le hiciera el favor de recoger la boina porque a él no le gustaba tenerla allí casi  a sus pies, yo le hice caso. Y él agregó diciéndome que me la podía quedar como souvenir.
Cuando mi esposo me dijo que dejara la boina donde la había encontrado, yo sonriendo le contesté:
- ¡No pienso desobedecer por ningún motivo las órdenes dadas por el Gran Corso!
- ¡No sólo estás chiflada, sino que eres una ladrona! - me refutó mi esposo enojado.
- Yo no lo veo así - le dije un tanto molesta. Como mi esposo me estaba resultando antipático, en ese momento, le dije para que me dejara tranquila que no sólo estaba emocionada de encontrarme ante la tumba de Napoleón, sino que además lo encontraba un hombre muy inteligente y carismático porque escribió historia en la Historia Universal por su gran talento estratégico militar aunque hubiera perdido su última guerra, la de Waterloo.
A lo que mi esposo me contestó:
- A ti nunca te han gustado los hombres bajos.
- Pero con Napoleón hubiera hecho una excepción, cariño - le dije suspirando (intencionalmente) y él resignado con mi respuesta me sugirió de salir del mausoleo para seguir conociendo otros lugares.
A lo que yo le contesté:
- ¡Sí, mi General! ¡Salgamos a conquistar París! 
Mi esposo me sonrió. ¡Ah! una sensación de triunfo se dejó ver coronada sobre mi boina de fieltro.

Por cierto, la boina la sigo usando. Hoy día cuando me la puse, antes de salir a la calle, al mirarme al espejo sonreí  al recordar mi batalla ganada en París.

MARiSOL



Foto mía


Deshojando margaritas




¿Me quiere?, ¿No me quiere?, ¿Mucho?, ¿Poquito?, ¿Nada?, ¿Me quiere? .......

Nancy, una chiquilla de 14 años, se puso a deshojar margaritas mientras en voz alta hacía las clásicas preguntas que muchos de nosotros conocemos. Si bien no se sabe con exactitud el orígen de esta costumbre; sin duda la hemos practicado en algún momento de nuestra juventud para tratar de saber si el enamorado(a) nos quería o no. 

Esta flor se usa porque sus pétalos son fáciles de desprender. No siempre el número de sus pétalos son pares o impares, por lo que hace que la respuesta a nuestra pregunta sea siempre un enigma.

Unos dicen que deshojar margaritas fue una costumbre oriental. Se decía que  cuando un enamorado(a) agarraba un pétalo fresco de una margarita y lo introducía en su bolsillo durante 24 horas y luego, al final, el pétalo seguía fresco, entonces, significaba que en los asuntos del amor le iría muy bien. Pero si el pétalo de la margarita se marchitaba, debía buscar otro amor ya que las cosas no presagiaban buen futuro. Esta costumbre pasó a Europa y, sobre todo, a España, Francia y Portugal con la variante de que la margarita se deshojaba y a cada pétalo que se le arrancaba se decía: "Me quiere", "No me quiere", hasta llegar al último pétalo. Pero yo conozco la otra versión ya mencionada al principio de mi cuento. Bien entro en él ...

Nancy no podía creer que del ramo de margaritas que había comprado prácticamente todas las flores tenían un resultado negativo. Esto significaba que Pablo no la quería. ¡No podía ser! Tan rabiosa estaba que agarró la última margarita que quedaba todavía intacta y cuando ya estaba lista para empezar a deshojarla, la flor gritó furiosa:
- ¡Alto! Antes que me arranques mis pétalos como una necia, quiero decirte algo.
Nancy se quedó boquiabierta. Sus manos temblaban.
- ¡Qué desperdicio el haber comprado un hermoso ramo de margaritas de surtidos colores para alegrar no sólo tu dormitorio, sino tu estado de ánimo, en este triste día invernal, y haberlo maltratado de la manera que lo has hecho! ¿Qué sentido tiene haber deshojado pétalo por pétalo a todas mis amigas?
- Yo guardo la esperanza que contigo la respuesta que yo deseo escuchar sea diferente y con tu último pétalo me salga que Pablo sí me quiere - le dijo algo enervada Nancy.
- Sigo pensando que eres una necia - la desafió la margarita de color naranja - ¿No te das cuenta que es sólo un juego que no tiene ningún sentido? Si tanto quieres saber si tu compañero de clase, Pablo, te quiere, habla con él. O espera a que él de el primer paso. No cambia en nada la situación si me deshojas. Más bien, hagamos un trato.
- ¿Qué clase de trato? - preguntó escéptica Nancy.
- Mira,  como margarita represento la inocencia y mi color naranja combina la energía del rojo y la alegría del amarillo. Mi color expresa entusiasmo, creatividad, felicidad, atracción,  determinación,  éxito,  ánimo y estímulo. Pero, lo que yo te propongo es que me dejes viva hasta el fin de semana y si Pablo hasta esa fecha no te ha dicho que quiere ser tu enamorado, me deshojas - dijo la margarita. Su voz sonaba seria.
- Bien - respondió Nancy. Así que ella buscó un vaso y colocó allí a la margarita. La flor pudo observar con tristeza cuando Nancy se puso a barrer a sus amigas. 

******

El fin de semana llegó. El viernes pasó, lo mismo el sábado y el domingo en la tarde Nancy agarró a la margarita naranja y la deshojó pétalo por pétalo. Estóica fue la flor; ni gritó ni lloró. Al final, salió "No me quiere" igual que como con las otras margaritas. Nancy no lo podía creer. El resultado era catastrófico para ella.

Nancy ya estaba por sumirse en una profunda tristeza cuando sonó su celular. Era Pablo para preguntarle si había podido resolver la tarea de Matemáticas y, de paso, para  preguntarle si quería, al día siguiente, después del colegio, tomar juntos chocolate con churros en la cafetería cercana al colegio.

Cuando Nancy colgó tuvo que pensar en lo que la margarita naranja le había dicho. Y mientras veía como afuera nevaba, se dió cuenta que le hubiera gustado tener no sólo a la margarita naranja, sino a todo el ramo de flores en su dormitorio. Si supiera Pablo lo que ella había hecho... ¡Qué vergüenza! ¡Nunca más deshojaría margaritas!

MARiSOL

 



Imagen sacada de Bing