jueves, 18 de marzo de 2010

Mi Estrella Polar

 

- Estrella Polar, te he perdido nuevamente. ¿Dónde te encuentras? Mis  palabras y sentimientos se han quedado desorientados y desconcertados. Mi voz suena triste.

Y mientras mi brújula se ha quedado sin Septentrión* y me veo diciendo en voz alta: "He perdido el norte"* una estrella sin nombre me susurra desde el cielo:
- "Tu Estrella Polar quizás necesita de silencio ¿No crees?
 - Pero, ¿qué motivos tiene mi Estrella Polar para guardar silencio y esconderse de mí? le pregunto casi gritando.
- ¡No me alces la voz que no estoy sorda! 
- Perdona. ¿No será que Estrella Polar se encuentra enferma?
- Sí, puede ser - me responde Estrella Sin Nombre. Más bien deja que  tu querida estrella vuelva a dejarse ver cuando así lo desee.
- ¡Qué egoísta! Pero si yo no la puedo ver, entonces tampoco nadie la puede ver.
- Hmmm. No es así- me responde Estrella Sin Nombre. Sólo tú no la puedes ver. Otros, sí.
- Me hace daño su silencio. Siento decepción. Estoy a punto de llorar y no quiero. ¿Qué le he hecho?
- Nada. Pero es que.... La estrella empieza a toser. Está nerviosa. Ella sabe algo que yo no sé.
- ¿Qué sucede? Quiero saber la verdad. Siento que ella me oculta algo...
- Habla más bien con Cruz del Sur, por favor.
- ¿Por qué?
-Porque ella es muy amiga de Estrella Polar. Y ella te puede informar de su paradero.
- Pero para hablar con Cruz del Sur tengo que viajar al hemisferio sur. Y ahora no puedo. Me queda muy lejos.
- Entonces, tendrás que tener paciencia.  Y después de decirme esta frase, calló y desapareció de mi vista. 

Intranquila me quedo con esta conversación. No puedo dormir. Desde que no la veo, sufro de insomnio. Al día siguiente voy al banco, saco todos mis ahorros y me voy en avión al hemisferio sur. No importa a qué país. Lo importante es poder hablar personalmente con Cruz del Sur.

Al hacerse de noche la veo allí brillante y preciosa. Deja ver nítidamente sus cuatro luces que la adornan. Después de contemplarla, le pregunto tímidamente:
- ¿Qué sabes de Estrella Polar?
- Te esperaba. Mucho no te puedo decir. Has debido tener paciencia como te aconsejó Estrella Sin Nombre.
- Pero, es que... Siento impaciencia.
- Mira, lamento que hayas hecho un viaje tan largo para hablar conmigo. Pero  Estrella Sin Nombre desconocía algo importante...
La interrumpo preguntándole:
- ¿Qué cosa es? Siento mi voz nerviosa.
- Hay momentos donde es mejor callar sobre lo que no se puede hablar. Además, yo le hecho una promesa a Estrella Polar. Más no te puedo contar.

Como no puedo soportar tanto misterio y silencio, comienzo a llorar desconsoladamente.
La Cruz del Sur apiandóndose de mí me termina diciendo:
- Estrella Polar quisiera que tú también fueras una estrella.
- ¿Por qué? No entiendo. Me tiembla la voz.
- Para tenerte cerca y regalarte todo su amor. La Cruz del Sur ha roto su promesa. Se muerde los labios.
Siento que el corazón me estalla en mil pedazos. Me cubro el rostro con mis manos y dejo correr nuevamente mis lágrimas por largo rato. ¿Qué hacer?

La Cruz del Sur leyendo mis pensamientos envía a una Estrella Fugaz. Al verla  pasar encima mío le pido un deseo. Mi deseo se cumple. Y en un abrir y cerrar de ojos me veo al lado de mi Estrella Polar. Nos fundimos en un abrazo eterno.

Marisol

*Septentrión deriva etimológicamente del latín septentrĭo, -ōnis. Esta palabra se usa para referirse al norte. Los romanos llamaban Septentrium (siete bueyes) a las siete estrellas que conforman la constelación conocida como "El Carro". Antiguamente se creía que siete bueyes  tiraban de la esfera celeste, haciéndola girar sobre el eje que pasa por la Estrella Polar

*Esta expresión tiene origen en los navegantes del siglo XVI. Cada vez que se acercaban al Ecuador y veían que la Estrella Polar se ocultaba por debajo del mar, causaba una desorientación total a los pilotos de los barcos (Resumen hecho de información sacada de Wikipedia).

domingo, 14 de marzo de 2010

Dulce Primavera


http://images.elfwood.com/art/p/a/parisa/the_spring_girl_and_the_rised_butterflies1.jpg


"Es hora que la ciudad despierte de su sueño invernal". Myriam no era la única que pensaba así. La necesidad de que los campos se vistieran de verde, los árboles florecieran y las flores comenzaran a despedir sus perfumes era el deseo de tantos y el de ella también. El invierno no sólo había sido muy frío ... El corazón de Myriam pedía que la Primavera se hiciera presente de una vez por todas para...

 Myriam despertó al escuchar la voz de su padre que le decía:
- ¡Hija! por favor levántate. Ya son las 10 de la mañana. Y Tía Elena nos espera a las 12 del día. Tenemos una hora casi de viaje con el autobús.
- Ya me alisto. Dame unos quince minutos. Lo que pasa es que no me siento bien. Creo que me voy a resfríar.
La calefación la tenían apagada por la noche para ahorrar no sólo energía, sino dinero también. El padre de Myriam se sintió culpable por un momento.

Era domingo. Un día donde Myriam y su padre iban a la casa de tía Elena  -hermana de su madre- para almorzar. Como el dinero escaseaba en casa, su tía los apoyaba de esta manera. Y es que Ralph, padre de Myriam, desde que  había perdido el trabajo como mecánico hacía un año apenas le alcanzaba -con el dinero que recibía como desempleado- para pagar el alquiler del departamento y las necesidades básicas del día a día. Y, ¿la madre de Myriam acaso  no trabajaba? Sí, por años se ganó la vida limpiando casas hasta que cayó enferma...

Y mientras Myriam se levantaba y corría al baño -el lugar más frío del departamento- pensó que era hora que la primavera llegara para que después del colegio ella pudiera salir  a trabajar por un par de horas -por las tardes- en la heladería de su barrio. Experiencia ya tenía porque desde que su madre enfermó  en el verano del año pasado, Myriam se vió casi obligada a ganar un poco de dinero. Si bien sus padres no querían, Myriam tocó puertas en los diferentes negocios de su barrio. Y el único que aceptó a que ella trabajara en su heladería fué el señor Bellini.

Así que Myriam se dedicó a vender helados -dos veces a la semana- durante tres meses seguidos. Y tanto le gustaban los helados que en sus ratos libres -cuando no iba al hospital a visitar a su madre- Myriam se iba a la heladería y allí en la cocina de la señora  Bellini -quien la trataba como a una hija porque hijos no tenía- aprendió a hacer helados de vainilla, de chocolate, de fresa, de limón, etc. Su preferido era el de dulce de leche.

Y ahora Myriam esperaba con ansias la primavera porque los señores Bellini  le habían preguntado ayer si quería que -apenas hubiera buen tiempo- ganarse un dinerito -los lunes y viernes por las tardes - y en el verano le ofrecían no sólo que trabajara los fines de semana vendiendo helados, sino que la señora Bellini le preguntó si quería irse con ella por dos semanas a Sicilia. Hablaría con su padre para pedirle permiso puesto que Myriam era menor de edad. Tenía sólo quince primaveras. Ralph no diría que no. Lo que más quería era que su hija fuera feliz.

Si bien una pena grande cubría su hogar, la vida seguía su curso... Sí, era hora que la primavera llegara... Myriam no sólo soñaba con ganar  el suficiente dinero como para comprarse  una nueva chaqueta, dos nuevos pantalones y un par de zapatos, regalarle a su padre una camisa y sus chocolates preferidos, sino también comprarle a su madre un hermoso ramo de flores por el día de su cumpleaños (un día antes de su viaje a Italia) y llevárselo personalmente a su tumba.

Marisol

La imagen la saqué de:
http://www.elfwood.com 

viernes, 5 de marzo de 2010

La piedra de Sofía


Después de mucho tiempo Sofía llegó sola a la playa de sus recuerdos... a esos recuerdos que sabían a él.... Salió temprano de casa. En su auto llevaba una silla plegable, una sombrilla, sus pinceles, papel para pintar en acuarela, una botella grande de agua y varios bocadillos. Después de viajar dos horas desde su ciudad, estacionó el auto cerca de la playa. Al bajar del auto sacó todo lo que traía, luego se quitó los zapatos  para sentir la arena bajo sus pies y caminó en dirección de la orilla. Ya cerca de ésta instaló la sombrilla, desplegó su silla cerca de una piedra grande y sobre ésta puso su canasta. Cuán grande sería su sorpresa al encontrar cerca  de esa piedra otra más pequeña con forma de corazón.  Luego de guardarla en la canasta, se puso a pintar.

Y mientras las horas pasaban, las olas le hicieron recordar tiempos idos... No lloró porque el mar le pidió que no lo hiciera. Quería verla sonreir. Motivos tenía ella para ser feliz. Pero,  ¿por qué Sofía sentía el corazón por momentos muy triste? Si bien contaba con un buen esposo, cuatro hijos, cinco nietos, buenas amistades, dinero y salud, sentía que le faltaba algo... 

http://farm2.static.flickr.com/1139/540616173_8b27183371.jpg
A sus 70 años Sofía pensó que ya era hora de encontrar paz en su alma... Y sintiéndose en deuda con la vida Sofía sacó la piedra-corazón de su canasta y, después de darle un beso, la lanzó al mar... Luego después cuando terminó de pintar su cuadro, caminó un rato por la playa de sus recuerdos. Antes de regresar a casa, llamó a su esposo. Él la esperaría para cenar juntos.  

Hace pocos días cuando me encontraba en mi bote pescando, el mar me contó  que un día después que Sofía estuviera en la playa un hombre ya anciano  llegó allí. Y  él, el mar, al reconocer a ese hombre - después de tantos  años sin verlo- hizo rodar la piedra-corazón hasta  la orilla.

Yo curioso le pregunté al mar:
-Quién era ese hombre?
-Un antiguo amor de Sofía. Se quisieron mucho, pero por diversos motivos la relación se acabó. Que yo sepa él vive en el extranjero.
El mar sabía más, pero no quería dar más información. Lo entendí, sin embargo, le pregunté:
-¿Y qué hizo ese hombre con la piedra?
El mar muy serio me contestó:
-Se la metió al bolsillo. Luego cerró los ojos un momento.
-Y, ¿por qué? Mi curiosidad iba en aumento. 
-Seguramente estaba pensando en Sofía. Dijo el mar en un suspiro. Y calló.

Después de pescar, regresé a casa. Y mientras abrazaba a mi esposa embarazada de ocho meses le dije que si teníamos una niña que se llamara Sofía. Curiosamente mi esposa aceptó después que le conté esta historia.  


Marisol