lunes, 23 de abril de 2012

A solas

Mientras Roxana, de 27 años, tomaba a solas una taza de té en un café cercano a su trabajo, unos recuerdos llegaron a su lado y se sentaron junto a ella para contarle de esa  otra época de su vida que no volvería más... Es así como los recuerdos la observaban como esperando a que Roxana empezara a llorar. Pero no. Ella ya no tenía más lágrimas para derramar. Era un hecho que Carlos no volvería a ser su novio y que nunca se casarían. Por lo menos, con ella, no. Dolía todavía la herida aunque ella ya lo hubiera perdonado.

Pocos días antes de la boda (solamente en civil), Carlos le dijo que no se sentía seguro de sus sentimientos y ella se vió obligada a cancelarla. Por suerte, ella no había pensado en celebrar ninguna boda en grande; todo lo contrario, solamente pensaba invitar a sus cuatro mejores amigas, a sus padres, hermana menor con su novio y a un par de colegas de su trabajo (Roxana trabajaba como peluquera en una peluquería pequeña). Carlos, por su lado, había pensado en invitar a dos amigos nada más. Familia no tenía. Y si bien él se había criado en un orfanato, había salido adelante en la vida. Trabajaba como arquitecto para una empresa conocida de la ciudad. 

Los dos se conocieron hace dos años atrás cuando Carlos llegó a la peluquería -donde Roxana trabaja- para hacerse cortar el pelo.  Y desde entonces fueron pareja. Roxana era extrovertida, Carlos no. Él era de caracter tranquilo, casi flemático, por momentos. Un día Roxana fué quien le hizo la propuesta matrimonial a Carlos. Y es que ella quería no solamente casarse, sino quedar también embarazada. Ella tenía prisa. Él dudó por un momento y luego le dijo que sí.  ¡Ay! Carlos era tan simpático, guapo y adinerado que con él, Roxana dejaría de ser una simple peluquera. Ella quería tener dos hijos con Carlos, además quería una casita y tener su propio auto. Carlos a todos sus deseos le dijo que sí. Roxana sentía que era feliz...

Pero un día la inseguridad de Carlos la pilló de sorpresa. Otra mujer no había, según él. Pero igualmente, dolía el hecho que Carlos no quisiera casarse con ella. Esto la llevó a dudar de sí misma. Dos días se la pasó llorando y llorando. Su madre no pudiendo soportar más el dolor y angustia de su hija, le dijo:
-¡Deja ya de sufrir y lamentarte! Claro que duele que Carlos no se quiera casar contigo, pero es problema de él, no tuyo. Tal vez tiene alma de aventurero y le teme al matrimonio.
- Motivos poderosos tiene él para no quererse casar conmigo, en todo caso - argumentó Roxana entre lágrimas. Me suena a excusa el hecho que me diga que se siente inseguro.
- Mmmm. La madre de Roxana quedó pensativa. Y luego continuó hablando -Un día antes que Carlos  te dijera que él no se casaba contigo me lo encontré saliendo del cine junto con un amigo de él.  Carlos se puso rojo como un tomate como se sintiera pillado por algo... Y lo más raro fué que no me presentó a su amigo. Más bien, Carlos se despidió rápido de mí. Algo inusual, porque él siempre me pareció una persona de buenos modales. Tuve la impresión que él no quería hablar conmigo. Luego ví que su amigo lo tomó del brazo cuando ya estaban en la calle. Ellos pensarían que  yo ya no los veía.
- Mamá, ¿estás pensando lo mismo que yo? A Roxana se le había caído la venda de los ojos. Carlos le había dicho la verdad, otra no había, pero otro, sí.

Sé por Roxana que ella habló ayer con Carlos. Él le dijo la verdad entre lágrimas. Roxana, antes de despedirse de él, le aconsejó que  buscara un buen piscólogo para que así aprendiera a no reprimir más, por miedo al qué dirán y a la presión social, su verdadera identidad.

Marisol