jueves, 4 de agosto de 2016

La ironía y el sarcasmo

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Entre ese tono burlón y esa sonrisa sutilmente disimulada existe una tristeza que no puede llorar, sólo sonreir mientras la ironía me da a entender lo contrario de lo que realmente me quiere decir. En realidad a la ironía no le temo porque no siempre está destinada a la burla del prójimo ni tampoco resulta ser siempre agresiva como algunos creen. La ironía asiente con su cabeza en señal de aprobación. Hablar en voz alta no quiere porque el sarcasmo anda rondándonos cerca. Está con ganas de darnos el zarpazo, sobre todo a mí, porque la ironía no le teme, pero yo sí. 
- ¿Por qué sientes miedo del sarcasmo? - me preguntó la ironía sin ninguna ironía en su voz. 
- Pues, porque el sarcasmo es mucho más cruel y violento que tú, querida ironía. Tú no eres ni mordaz ni ofendes ni hieres ni humillas o maltratas a alguien con tu lengua. Además tú no apelas al humor con ingenio pero malintencionado para herir al destinatario, como a mí, por ejemplo.
- ¡Ojo! El sarcasmo puede ser igualmente de sutil como yo, aunque no siempre - me hizo saber la ironía nuevamente sin ninguna ironía en su voz y continuó hablando - También se dan los casos como cuando hay diferencias culturales ... el oyente no logra captar la agresión del sarcasmo.
- Mejor así - le contesté - porque él sarcasmo terminaría acabando con mi paciencia. Es más, me parece un insulto a la inteligencia. Ayuda sólo a que toda comunicación se deteriore, creo yo.
- ¡Alto! - gritó el sarcasmo saliendo de su escondite - Yo no soy siempre hostil. También se pueden hacer comentarios, en mi nombre, con doble sentido y con intenciones humorísticas, ¿no les parece? Si ustedes dos me quieren ver con buenos ojos se darían cuenta que puedo de una manera amena hacerlas reflexionar acerca de los propios errores que uno comete. 
La ironía y yo nos miramos sin decir ninguna palabra más. Estábamos atentas a las palabras del sarcasmo. Él nos hizo saber también que es bueno exteriorizar los sentimientos, sobre todo, cuando se acumula demasiada ira dentro de uno; con el sarcasmo manifestamos la ira de manera controlada para que ésta no se vuelva peligrosa.
Antes de despedirme de la ironía y el sarcasmo le pregunté al sarcasmo si era cierto que quien no teme a la verdad, está conciente de sus defectos y reconoce sus errores con un grado de sarcasmo puede resultar hasta más ameno el autosuperarse a sí mismo. El sarcasmo me sonrió en señal de aprobación porque lo había entendido aunque yo no lograba todavía entender por qué hay personas que piensan que el sarcasmo es el lenguaje del mal, del diablo.
La ironía al escuchar mis palabras se puso celosa y a modo de despedida me dijo:
-  Pero, ¡qué inteligente que eres! ¡Vaya! ¡Me sorprende, sobremanera, tu capacidad de deducción! 
Y yo, antes de irme le respondí con dejo irónico:
- Por el tono de voz juraría que es el sarcasmo quien me habla y no tú, querida ironía.
Mientras la ironía se sonrojaba, el sarcasmo soltó una carcajada y yo me mordí la lengua para no decirles a ambos que podía prescindir de tanta suspicacia, por lo menos, por el día de hoy. 



MARiSOL




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