martes, 17 de febrero de 2015

El caballo blanco


Desde hace una semana que a Rebeca se le aparece un caballo blanco cuando ella sale a pasear a la playa que tiene cerca de su casa. Se ha dado cuenta que sólo ella lo ve porque ayer, cuando una pareja de ancianos, vecinos suyos, que salieron también como ella a caminar al lado del mar,  la saludaron cordialmente, no vieron al caballo blanco que se encontraba parado al lado de ella.

Rebeca ha pensado que hoy día irá a visitar a una vecina suya, la señora Gabor, quien sólo pocas personas saben lo especial que es ella. Es vidente, pero ella no lee las cartas del Tarot. No. Ella ve con el alma el alma de otras personas. Es así como Rebeca al tocar a la puerta de su vecina, inmediatamente ella la hizo entrar y le hizo saber que la esperaba ya que ayer había visto también al caballo blanco cuando salió a pasear a la playa. Le hizo saber que a prudente distancia había observado como ese animal besó la frente de ella, de Rebeca, y luego como se alejó galopando hacia el mar hasta desaparecer por completo.
- Usted, señora Gabor, también lo ha visto - dijo con voz temblorosa Rebeca.
- Sí - le respondió la anciana y luego le dijo que ella sintió que había un nexo amoroso entre ese animal y ella (Rebeca) pero para  poder saber más, ella necesitaba estar cerca del caballo.
- Podríamos salir juntas a caminar -  sugirió Rebeca.
- ¡Excelente idea! - dijo la anciana y luego le preguntó a Rebeca si el caballo le había dicho o hecho algo más fuera de besarla en la frente.
- Pues, sí - respondió Rebeca y le hizo saber que el primer día cuando se le apareció el caballo blanco con una de sus patas delanteras había dibujado un corazón en la arena y, en los demás días, sólo le había besado la frente y luego desaparecía. 
- Algo quiero saber - le dijo la anciana. ¿Este caballo se te ha aparecido a la misma hora? 
- Sí, a las 8 de la mañana cuando salgo a caminar por media hora antes de irme a trabajar -  le respondió Rebeca.
- Mañana me vienes a buscar  un poco antes de esa hora. Y ven toda vestida de blanco, lo mismo haré yo - respondió la anciana.
- ¿Por qué? - preguntó Rebeca curiosa.
- Mañana lo sabrás. Abrígate bien porque tendremos un poco de frío y nubes pero sin lluvia - repondió la señora Gabor y luego se despidieron.  
Pasaron las horas ... 
Cuando ya se encontraban la vidente y Rebeca caminando a la orilla del mar, ambas vieron como el caballo blanco salía de las profundidades del mar y se acercaba hacia ellas. 
En cuanto el animal estuvo delante de ellas, fué la anciana quien se puso entre Rebeca y el caballo y al animal le dijo:
- Tu mirada delata mucha tristeza. ¡Déjame tocarte! Sólo así podré leer tus pensamientos.
El caballo se acercó más. Y sin poner ninguna resistencia se dejó acariciar por la señora Gabor. Luego, después de un rato, ella tocando el pecho del animal, le dijo a Rebeca:
- No es ningún espíritu el que tienes delante tuyo. Este animal se ha escapado de los sueños de la persona que te extraña y añora. Su amor es auténtico. Es más que seguro que esta persona vive en otro continente y ahora allá es de madrugada. 
Al escuchar lo que la anciana vidente le dijo a Rebeca, el caballo dió un par de pasos para atrás y relinchó mientras movía la cabeza de arriba hacia abajo en señal de aprobación.
Rebeca, después de escuchar a su vecina y ver la reacción del animal, se acercó a éste y lo abrazó. Al oído ella le pidió que regresara al sueño de donde había salido para hacerle saber a Vicente que ella no se había olvidado de él y que le deseaba todo lo mejor aunque sus caminos de vida fueran completamente diferentes.
Cuando terminó de hablar Rebeca y ver junto con su vecina como se alejaba el caballo blanco en dirección al mar, el vestido de lana de Rebeca se tiñó de rojo y su larga chaqueta blanca también mientras que la chompa, pantalón y poncho de la señora Gabor se tiñeron de negro.
Al quedarse ya las dos solas, la anciana tomó la palabra y le dijo:
- Rebeca, él no te quiere, te ama. No lo olvides nunca. Sus motivos tiene para no volver a ti, por el momento, pero ¡qué hermoso es saber que alguien te piense siempre y que en sus sueños pueda encontrarse contigo para demostrarte su amor!
- ¿Y por qué las vestimentas de Usted son  negras y no se han teñido de rojo como las mías? - le preguntó Rebeca a su vecina.
-  Porque él me ha hecho entender que tiene muchos problemas y que ni tú ni yo lo podemos ayudar. Por este motivo él no te quiere involucrar en ellos porque la magia entre ustedes dos se terminaría rompiendo en mil pedazos al caer sobre el suelo de la realidad - contestó la señora Gabor. 
- ¿Y por qué Vicente se presenta como un caballo y no como una gaviota, por ejemplo? - preguntó Rebeca curiosa.
- Seguramente él se identifica más con la figura del caballo porque representa poder, nobleza, fuerza, coraje, trabajo y libertad mientras la gaviota transmite sólo la sensación de libertad cuando se pierde sobre el horizonte marino, o porque representa a la compañera habitual  de los que se inspiran a orillas  de la playa. Y Vicente no es un compañero habitual, Rebeca. Justamente él le teme a la cotidianidad ... - respondió la señora Gabor. Más no quería hablar sobre él.
- ¿Por qué se ha hecho presente Vicente ahora y no antes? - preguntó Rebeca desconcertada.
La señora Gabor sonriendo le dijo:
- Pues, porque desde hace un par de meses que vives junto con tu esposo frente al mar. Antes viviste con él y tus cuatro hijos, por muchos años, en pleno centro de la ciudad. Un lugar no propicio para esta clase de encuentros. Luego ella se despidió y regresó a su casa.
Rebeca continuó caminando ... Durante dos días más se le apareció el caballo blanco y luego ya no más. Pero no se puso triste porque su vecina vidente le dijo que el caballo blanco regresaría a la misma playa en poco tiempo.

*******
Sé por mi madre que, por el momento, Vicente ha cambiado de continente; está en el nuestro, y se levanta a la misma hora o más temprano que mi amiga Rebeca. A ella yo le he sugerido que se haga un tatuaje de una cabeza de caballo  en un brazo, pero ella no quiere. Más bien, ella ha colgado un pequeño pero hermoso cuadro de un caballo blanco corriendo a la orilla del mar en su oficina.
Antes de terminar, quiero presentarme. Soy Irma,  abogada como Rebeca. Trabajamos juntas en un estudio grande de abogados, y por mí ella se enteró de la venta de la casa, donde ahora ella vive con su esposo. Si bien Rebeca sabe que yo soy hija de su vecina vidente, no sabe y menos su esposo, porque él no cree ni en poderes mágicos ni en cartas del Tarot, que yo soy vidente igual que mi madre. En realidad, somos más que videntes.... Bien, pero no quiero irme por las ramas ... Mi madre me ha comentado ayer por teléfono que el caballo blanco vendrá, cuando sea el momento indicado, a encontrarse personalmente con Rebeca, pero vendrá con su vestimenta de ser humano ...  esa vestimenta que llevamos todos puesta desde que nacemos. Unos, con esta vestimenta encuentran la respuesta de quiénes son y por qué viven, otros no aunque ésta sea de oro. Pero a mí esto me tiene sin cuidado. Yo, por mi lado, sé lo que quiero: seguir trabajando como abogada y disfrutar de mi vida de soltera. Y de Rebeca te puedo contar que  está jugando con la idea de no trabajar más como abogada, sino de dedicarse a pintar cuadros y venderlos. No lo hace nada mal. Pero yo no quiero hablar del sentido de la vida de ninguna de las dos, sino, más bien, quiero contarte, querido lector, que a mí lo que más me ha  impresionado, después de haber hablado con mi madre, es la fuerza del amor existente entre Vicente y Rebeca después de más de tres décadas sin verse. Estos dos corazones tienen poderosas razones que tanto mi madre como yo logramos comprender porque entendemos su lenguaje... ese lenguaje que no entiende ni de distancias ni de tiempos. Ese lenguaje, del amor constante y puro, habla por sí solo a través de la figura del caballo blanco de Vicente y del cuadro pintado por Rebeca.


MARiSOL 

 


Imagen sacada de Bing