domingo, 16 de mayo de 2010

El sentido de la vida



Sergio Spiegelmann es un multimillonario que tiene una  empresa petrolera y una empresa de exportación e importación. Es tanto el dinero que él obtiene  día a día que sus dos hijos, Enrique y Sandro, no necesitan trabajar. A él no le hace nada feliz saber que ambos muchachos cuentan con más de 20 años y solamente ellos se dedican a ir de fiesta en fiesta, a rodearse de mujeres que los admiren y a viajar solos o acompañados. Hmmm... tampoco es feliz con su esposa Carola. Ella se dedica a viajar por el mundo comprando muebles antiguos, le fascina ir a la peluquería, al masajista y.... En fin, su familia se dedica a gastar su dinero a manos llenas. Esto a él, si bien no le importa, más bien ahora sí se pregunta por el sentido de la vida y de la suya propia.

"¿Y esto es todo? ¿Trabajar hasta el cansancio y no ser feliz del todo y, más encima, tener una familia de parásitos que solamente viven a mis expensas?"
Definitivamente Sergio, un hombre sesentón, canoso y un poco obeso, se siente insatisfecho con su vida. Por un momento le gustaría retroceder el tiempo. Su padre, ingeniero químico, no fué millonario, pero a él y a su hermano Guillermo nunca les faltó nada. Tuvieron no sólo una buena educación (asistieron a los mejores colegios y universidades), sino que su padre les enseñó no sólo a luchar, sino a ser personas de bien.   Es más, su madre -también fallecida- les inculcó su amor por el prójimo y respeto hacia los demás. Sí, le sirvió de mucho, pero en esta vida  lamentablemente hay que también mostrar otra cara... una cara que sus padres nunca verían. Por momentos Sergio se avergonzaba de ser como era... bueno en el fondo, pero duro hacia afuera. En el mundo de los negocios hay que ser así. Pero algo tenía que cambiar...

Cuando Sergio, por momentos, sentía que le faltaba el aire, se iba por unos días solo a su refugio -una casa situada frente al mar- caminaba por la playa o escuchaba música clásica. Y solamente se relacionaba con su cocinera, la señora de la limpieza y su jardinero. Gente sencilla, pero fiel a sus principios.  A través de ellos se conectaba con la realidad de otras personas que no fueran como él. A través de su personal sentía que las palabras de sus padres adquirían nuevamente fuerza en su corazón... un corazón que buscaba cariño  (su esposa ya no lo quería, sólo lo necesitaba) en los brazos de prostitutas... de alto nivel y no de la calle. Pero en fondo, era lo mismo: amor prestado. ¡Qué vacío se sentía!   

Sergio suspiró cansado. Lo tenía todo, dinero, familia, cuatro casas y cinco departamentos en distintos países y muchos éxitos, pero no era feliz. El precio a pagar era muy alto y por primera vez en su vida pensó en que ya era hora que Enrique y Sandro se dejaran de tonterías. Era hora que estudiaran -lo que quisieran- pero que lo hicieran. De lo contrario, les cortaría el dinero como quien cierra el grifo de un caño. ¿Y si se divorciara de su esposa Nelly? Ella nunca cambiaría ni sus hábitos ni a su amante. Sergio estaba ansioso de conocer a una mujer con valores morales bien sólidos. A él no le importaba si ella no trabajaba, pero si le gustaría que se dedicara a obras sociales. Sergio tenía la necesidad de repartir mejor su dinero... un dinero que ayudara a gente necesitada. Sergio no solamente quería hacer donaciones; quería algo más...

El dinero en cantidades exorbitantes si bien cambia a las personas, Sergio quería  que sus hijos entendieran -de una vez por todas- que en la vida lo importante no es tener, sino ser.  Allí radica la esencia de la vida. Su esposa también tenía mucho que aprender. Y con esta idea antes de salir de su refugio llamó a su abogado.

Marisol


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Tengo un primo escritor que se llama
Sergio Bambarén
y él tiene algo importante que agregar
con respecto a este tema.