domingo, 9 de noviembre de 2014

Momento histórico

Cuento de la vida real
 

Cuando llegué a Berlín Oeste en Abril de 1982 el muro, con sus 45 kilómetros que lo separaba de Berlín, la capital de la RDA, me dió la bienvenida. Y quién me iba a decir que luego de seis años iría a ser yo testigo ocular de la caída de este muro,  pero no el mismo día que cayó el muro, que fue el 9 de noviembre de 1989, sino al día siguiente... cuando, al cruzar frontera, saliendo en tren de Berlín Oeste me fuí a trabajar a la embajada de España en Berlín (RDA), ví escenas emotivas en la estación de tren "Friedrichstrasse" donde me tocaba bajar. 

Fue emocionante ver como ese muro de la vergüenza, levantado el 13 de agosto de 1961, había caído de manera pacífica sin ningún derramamiento de sangre. Esto fue lo que a mí como a millones de personas nos causó asombro y respeto. Se imponía el amor y esa voz de libertad que gritaba desde la garganta de los alemanes orientales por salir de su encierro. Emocionante fue ver como se fundieron en abrazos familias separadas, como gente caía de rodillas al pisar suelo de tierra vestida de democracia y como berlineses occidentales entraban sin ningún visado a Berlín Oriental. 

No puedo negar que, en ese momento, yo estaba feliz, de haber estado allí y ver como cayó ese muro que no sólo impidió la emigración masiva que marcó a Alemania del Este y al bloque comunista luego de la Segunda Guerra Mundial, sino que fue uno de los símbolos más conocidos de la Guerra Fría y de la separación de Alemania y que constituía la frontera estatal de la RDA con Berlín Oeste. Esa frontera donde más de 200 personas murieron en el intento de querer huir del sistema totalitario. 

Y hoy día, cuando se conmemoran los 25 años de la caída del muro de Berlín, no estoy allí, sino en España por motivos familiares. Pues bien, dejo estas líneas como pequeño homenaje por este momento histórico que forma parte de mi historia de vida. ¡Te quiero Berlín! ¡Te quiero Alemania! 

MARISOL



 


Foto sacada de Bing

¡Adiós, Camus!

Érase una vez un gato persa llamado Camus.  Este gato tenía el mismo nombre que el escritor francés Albert Camus porque su dueña, Madame Tocqueville, una viuda millonaria, le puso ese nombre  ya que su esposo había sido un ferviente lector de este famoso autor conocido de "La Peste" y de otras novelas más que se encontraban en su enorme biblioteca. 

Pues bien, a Camus, el gato, le interesaba un libro, en especial, titulado "El exilio y el reino" también de Albert Camus. Te preguntarás por qué, pero antes he de informarte que este libro es una colección de seis cuentos que se titulan: 
La mujer adúltera" ( "La Femme adultère"), "El renegado o espíritu confundido" ( "Le Renégat ou un esprit confus"), "El hombre silencioso" ( "Les Muets"), "El invitado" ( "L'Hôte"), "Jonas o el artista en el trabajo" ( "Jonas ou l'artiste au travail") y "La piedra que crece" ( "La Pierre qui pousse").
Todos ellos siguen un mismo propósito ético y estético ya que tratan no sólo sobre la fraternidad humana, sino también sobre el sentido de la existencia y la añoranza de un universo moral que nos proteja del destructivismo ético y social. 

Pues bien, desde que la dueña de Camus había quedado viuda (desde hace dos años), ella ya no le prestaba más atención a su gato, ya ni lo mimaba ni lo acariciaba sobre sus rodillas. Eran, más bien, otras personas, como la cocinera o el chófer, quienes se encargaban de darle de comer a Camus. Pero, como ellos no tenían ninguna relación afectiva con él, esto abatió tanto a Camus que preferió sumergirse en esta novela de Albert Camus para poder ir en busca de su propio exilio personal. Y cuando digo "sumergirse" no se trata que si el gato sabía leer, no, sino que se metió dentro de este libro para escapar de su realidad.

Es así como Camus, un buen día, entró a la biblioteca de su dueña en busca de aquel libro y al encontrarlo sobre el escritorio del señor Tocqueville (ya fallecido) después de dar un salto de alegría, se metió dentro de éste y desapareció para siempre de la vida de su dueña.

Hoy día yo he visto a Camus feliz corriendo entre un cuento y otro de "El exilio y el reino" y me alegré por ello, ya que yo puedo entender a Camus. Aunque yo sea la señora de la limpieza y venga de Marruecos a mí también no sólo me gusta leer a Albert Camus, sino que también he ido en busca de mi propio exilio personal. Tal vez deba, después de haber terminado de limpiar la biblioteca, sumergirme también en este libro para ir en busca del gato persa y preguntarle si él quiere vivir conmigo para hacerle regresar a la realidad, pero a la mía y no a la de su antigua dueña.

MARISOL




 Imagen sacada de Bing