sábado, 4 de abril de 2015

El farol y la luna


En la calle donde yo vivo hay varios faroles, pero hay uno que me cae, en especial, bien antipático. Se trata de un farol que se encuentra al lado de mi casa; desde ayer que presume, delante de los demás faroles, que él es mucho más importante que la luna. 
Al escuchar la luna lo que este farol dijo le preguntó:
-  ¿Por qué me envidias y me odias?
El farol sorprendido que la luna le dirigiera la palabra contestó que odiaba las noches despejadas con luna llena porque así era él uno más del montón y no destacaba como ella puesto que su belleza y luz (de la luna) lo opacaba.
- Me das lástima - le dijo la luna y luego seguido le hizo saber que la envidia y el odio normalmente unen sus fuerzas porque necesitan perseguir con saña aquello que les causa malestar.
- Pues, ya lo sabes; tú eres el objeto que yo tengo en la mira. ¡No te soporto! - gritó el farol.
- A mí me va y me viene que tú me odies y me envidies - le espetó la luna y seguidamente le dijo que el odio y la envidia demuestran su falta de autoestima, su debilidad de carácter y su complejo de inferioridad.
Mientras el farol explotaba de la indignación, el fuego que llevaba dentro lo cegaba de la cólera.
La luna no dejándose intimidar le hizo saber que él no la podía perjudicar con sus palabras; más bien, al final, todo lo que él le podía increpar a ella iba sólo en su contra. Luego después le dijo:
- A mí me gustaría ser un farol como tú para estar más cerca de los seres humanos y escuchar lo que conversan cuando pasan delante mío. Me gustaría también sentir el calor, el frío, la lluvia y la nieve. Me gustaría ser limpiada y pintada. Pero yo estoy muy sola, mucho más que tú, y tristeza me da estar muy lejos de los seres humanos como para alumbrarlos más de cerca.
El farol no supo qué decir. Estaba sorprendido con las palabras de la luna. Acto seguido le preguntó: 
- Oye luna ¿tú me envidias aunque sea un poquito?
- Sinceramente no - le respondió muy tranquila la luna - Más bien yo diría que hay momentos donde me gustaría brillar pero de cerca y no de lejos como ya te lo hice saber. Además mi luz no es propia, es el reflejo del sol. No te olvides, farol. Por este motivo no te compares conmigo. No tienes necesidad ni de examinarme ni de analizarme ya sea para descubrir nuestras diferencias o semejanzas. Tú eres tú y yo soy quien soy. Así de simple. ¿Me entiendes? Y que te quede claro que tampoco te odio.
El farol se quedó pensativo, pero algo más fuerte que él lo empujaba a seguirla  envidiando y odiándola. No lo podía evitar. Definitivamente que el farol no sólo se encuentra muy por debajo de la luna, en todo el sentido de la palabra, sino que la luna se encuentra mucho más cerca de mi corazón y quizá, del tuyo también, querido lector. .


MARiSOL






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