domingo, 15 de mayo de 2016

El carrusel de la vida

 

Si pudiera quedarme por una larga temporada en este bonito carrusel, lo haría para evitar pisar el suelo de la realidad, que por momentos, me hace perder el equilibrio. Aquí, en este carrusel los caballos ni dan coces contra nadie ni se encabritan salvajemente.

Ana, una mujer de sesenta años, se encuentra montada  sobre un caballo de madera pensando en que no tiene ganas de bajarse de este carrusel porque la vida fuera de éste le resultaba muy dura ... hasta cruel. Así se encuentra esto pensando Ana mientras el asiento en forma de caballo de madera se mueve hacia arriba y hacia abajo para simular el galope de un caballo de manera sistemática y acompasada.


El carrusel, tiovio o calesita, conocido como un medio de diversión para chicos y grandes, infaltabale en todo parque de diversiones, al escuchar los pensamientos de Ana, le hizo saber que la vida es mejor que él porque a través de ésta ella puede dirigir sus pasos en distintas direcciones mientras él, el carrusel, sólo da vueltas sobre su propio eje. 

- Pero, aquí me siento segura y protegida - le respondió telepáticamente Ana al carrusel. Su mensaje contenía un reproche amordazado en la punta de su lengua. El carrusel, quien puede leer los pensamientos de todas aquellas personas que se suben a él, sabe que Ana no se siente bien desde hace unos pocos meses ... sus motivos tiene ... pero ahondar no quiero ya que ella no me ha dado su permiso para hacerte saber, querido lector, qué es lo que le realmente le sucede. Bien, continúo ...

 - ¿Crees que quedándote acá tú podrías ser totalmente feliz? - le preguntó el carrusel a Ana.

- No, no lo creo - le contestó Ana sorprendida de su propia respuesta. Una cosa era sentirse a gusto en el carrusel y otra quedarse sentada en su caballo de madera de por vida, sólo dando vueltas y vueltas sin poder llegar a ninguna parte.

- ¡Así es! - exclamó el carrusel y luego le hizo saber a Ana que aunque la vida la zarandee o la arroje al suelo, ella tiene que levantarse. 

- ¡No me dices nada nuevo! - le increpó en silencio Ana. Nadie debía notar el enojo que ella sentía y menos que se encontraba dialogando con el carrusel. Ana no quería que la gente pensara que ella estaba loca o acaso ¿lo estaba? ¿O le importaba más lo que la gente dijera de ella?

El carrusel al darse cuenta que Ana estaba bien enojada, le dijo lo siguiente:
- Tú no estás molesta con la vida ni con la gente a tu alrededor, sino contigo misma. Querida amiga, si tú no eres capaz de cambiar una situación, cualquiera que ésta sea, entonces, tienes que aprender a enfrentarte al reto de cambiar tú misma. Y el primer paso, de aquí en adelante, es que en cuanto te bajes de tu caballo de madera y termine la música y yo deje de girar, tú te bajes con la cabeza en alto y no cabizbaja para seguir enfrentando a la vida de la mejor manera que puedas aunque, por momentos, ésta te resulte difícil porque la vida está en un continúo movimiento (unas veces nos movemos lenta o rápidamente, contentos o tristes, pesados o ligeros), ya que lo único que está en absoluto reposo es la muerte.

En cuanto el carrusel terminó de hablar, Ana se despertó pensativa. Este sueño le había dejado un mensaje, sin lugar a dudas. Y aunque todavía fuera de madrugada y ella inquieta diera vueltas de un lado a otro de su cama porque todavía no era hora de levantarse, ella se propuso que el nuevo día lo empezaría sin andar dando vueltas sobre sus propias preocupaciones. Pondría en movimiento las palabras dichas por el carrusel de sus sueños para sostenerse hoy día sobre éstas. ¿Y tú, querido lector?



MARiSOL





Dejo acá este simpático vídeo animado