martes, 18 de abril de 2023

Tus noventa años

(Cuento de la vida real)


Si bien me gusta escribir cuentos, esta vez les contaré algo que me pasó no hace mucho tiempo atrás y estuvo relacionado con el cumpleaños de mi mamá. Pero, primero voy por partes. Algunos de ustedes saben que el 24 de diciembre del año pasado me embarqué rumbo a Chile al darme cuenta que la salud de mi mamá no estaba nada bien. 

Recuerdo esa estadía de un mes en Temuco porque estuvo vestida de mucha pena y angustia. Sin embargo, pude  ayudar a mi mamá en todo lo que pude, sobre todo, por contar no sólo con gente amiga querida que me supo apoyar con  un buen consejo y/o con su compañía, sino por tener también a Magaly, una mujer maravillosa, que no sólo me supo orientar y aconsejar en ese mes que estuve con mi mamá, sino también porque supo hacerse cargo de mis padres de manera desinteresada y ejemplar durante varios años y luego estuvo pendiente de mi mamá cuando quedó viuda. Estando yo allá pude ser testigo presencial de cuánto mi mamá la necesitaba y quería como a una hija y yo a ella como a una hermana.

Pues bien, el mes se fué en un suspiro y a pesar que la salud de mi mamá seguía siendo delicada, yo regresé a Berlín para seguir trabajando y así poder seguirla apoyando económicamente. No podía quedarme en Temuco por más que así lo quisiera. Sin embargo, tan inquieta estaba yo que decidí regresar de vuelta a Chile después de un mes y, por suerte, lo conseguí. Es así como mi segundo viaje lo programé para el 24 de febrero ya que yo tenía que trabajar hasta el día anterior a esta fecha. Pero al entererarme, después de haber comprado mi pasaje de avión, que mi hermana estaba dispuesta a atender a mamá a partir del 4 de marzo, decidí, más bien, cambiar mi fecha de vuelo y viajar recién el 7 de abril y así poder estar presente para celebrar los noventa años  de mi mamá. 

Recuerdo que esa noche, después que mi esposo hablara con la agencia de viajes por el cambio de fecha de mi pasaje de avión, no pude dormir tranquila. Algo en mí me decía que debía ir, más bien, en febrero y no en abril. Es así como al día siguiente, temprano por la mañana, hablé con mi esposo y le pedí que hiciera nuevamente el cambio a la fecha original: 24 de febrero. Si bien él estaba molesto y desconcertado por mi rápido cambio de planes, llamó a la agencia de viajes. En cuanto este tema estuvo solucionado, yo respiré aliviada. Y te preguntarás, por qué, querido lector, pues porque mi pálpito se hizo realidad ya que mi mamá falleció el 1 de marzo. Es decir, pocos días después de mi llegada a Temuco y antes de la llegada de mi hermana melliza.

La verdad que mi mejor regalo de cumpleaños (el 24 de febrero cumplí 65 años, lo mismo mi hermana) fue el haberte visto en vida, mamá, y haber estado a tu lado hasta el final... ese final que llegó abruptamente para hacerme saber que ya no habrían  más cumpleaños, sino que también me hizo ver que la vida eterna nos hace aceptar el instante que viene y el que se va como las velas de tu pastel de cumpleaños que te hubiera ayudado a encender y a apagar, pero que ahora lo haré dentro de mi corazón para celebrar tu existencia y la mía también porque nuestra existencia no es más que un cortocircuito de luz entre dos eternidades de oscuridad.

Ahora tus noventa años se harán eternos y quién sabe si en algún punto mágico y misterioso del universo estés tú de fiesta junto con papá, con tus padres y hermano y con gente amiga que partió antes que tú. Es así como mañana, 19 de Abril, prenderé una vela por ti, mamá, para alegrar mi tristeza porque siendo de dos una tristeza, ya no es tristeza, ¡es alegría!

 

MARiSOL