viernes, 24 de octubre de 2014

El ángel de la playa

 
Como Julio estaba muy inquieto salió de casa y se fue directo rumbo a una playa cercana para despejar su mente; no quería pensar. Y, sin embargo, la pregunta ¿qué he hecho? no lo dejaba en paz. ¡Ay! he debido enfrentar mi problema de otra manera, pero la vergüenza y el qué dirán no me dejaron tranquilo y ahora estoy en esta situación inevitable. 

A Julio siempre le había gustado dar paseos largos por la playa para disfrutar de la fuerza del mar, de la brisa marina y para sentir sus pies mojados sobre la arena. Pero ahora que él se encontraba en su querida playa ya no era lo mismo, algo había cambiado en él. Y mientras caminaba cabizbajo rompió a llorar. Cuando ya no tenía más lágrimas que derramar vió enfrente suyo, como a unos diez metros de él, una mujer joven suspendida en el aire, su pies no tocaban la arena. Él se acercó porque no podía creer lo que veía. Al llegar cerca de la mujer, ella le habló:
- Te estaba esperando, Julio. No me temas. No te pienso hacer ningún daño.
- ¿Quién eres? - le preguntó Julio desconcertado.
- Un ángel. He venido a llevarte - le respondió la joven mujer.
- ¡No! - gritó Julio. ¡No puedo desprenderme de mi casa, mi lugar es éste y no otro!
- ¡Ay! qué cobarde que eres, Julio. Ni siquiera ahora tampoco puedes enfrentar esta nueva situación con valentía - le dijo el ángel.
Julio bajando la cabeza se dió cuenta que había cometido un gran error. Su cobardía lo seguía a todas partes.
- No tengo mucho tiempo para esperar por ti. Tenemos que irnos ya - le dijo alzando la voz el ángel. 
- Pero, ¿a dónde? - preguntó Julio temblando. 
- A tu nueva vida - le respondió el ángel algo impaciente - porque de la otra, donde tú vivías, la abandonaste por voluntad propia. Y todo porque no soportaste la idea que tu negocio quebrara y tener muchas deudas económicas con tu banco y con dos buenos amigos, quienes te prestaron grandes sumas de dinero y ...
- ¡No sigas! - suplicó Julio.  Tienes razón. He sido cobarde. He debido enfrentarme de otra manera a este problema. Pues bien, ahora seré valiente y enfrentaré mi suicidio. No quiero volver a abandonar de nuevo el campo de batalla sin haber luchado.
- Entonces, ¿estás listo para partir? - le preguntó el ángel a Julio.   
 - Sí - dijo Julio vacilante. Y cuando sintió que sus pies se desprendían de la arena, comenzó a volar junto con el ángel en dirección a su nuevo mundo.

MARISOL