martes, 5 de mayo de 2015

La culpa

 

Óscar sabía que algún día tendría que regresar a su pueblo. Identificarlo geográficamente no tiene importancia, lo que más importa es identificar la culpa que él lleva, desde hace años, en el fondo de su alma. No hay día que no haya momento donde él no se acuerde de lo que sucedió, hace tantos años atrás, cuando era un jovencito irresponsable que pensaba que se podía comer al mundo de un solo bocado.

¡Cómo no olvidar lo sucedido! Una tarde de domingo, cuando Óscar tenía 15 años, se robó el auto descapotable de su padre mientras él se encontraba haciendo una siesta y su madre visitaba a una amiga. Pues bien, Óscar agarró las llaves del auto de su padre, dejadas en la mesa del vestíbulo, para dar una vuelta a las afueras del pueblo; quería impresionar a Helena, una vecina suya de la misma edad que él, que era tan rebelde como él. Helena, feliz, se subió al auto sin saber que sería la última vez que haría fechorías - de este tipo - con su querido amigo de barrio.

No la hago larga ... A los pocos kilómetros de haber dejado su pueblo, Óscar se vió envuelto en un accidente automovilístico. Helena murió allí mismo, en el lugar del accidente y el señor, causante del accidente, murió también cuando iba en una ambulancia rumbo al hospital. Según los médicos forenses este señor, quien vivía en un pueblo cercano, había sufrido un ataque cardíaco y como no pudo frenar a tiempo se incrustó violentamente contra la puerta del copiloto. Óscar sólo tuvo un par de heridas sangrantes en la cara, una nariz rota y un brazo roto. Si bien él se recuperó de las operaciones que le hicieron, no pudo recuperarse de la herida profunda que dejaría este accidente en el fondo de su alma. O acaso, ¿sí lo logrará?

Bien, hace pocos días, Óscar regresó a su pueblo, para el entierro de su padre. A él no lo veía desde hacía años. Su padre nunca le perdonó que hubiera no sólo robado su adorado auto, sino que hubiera quedado completamente destrozado. Y su esposa, madre de Óscar, nunca le perdonó que no mostrara amor y preocupación por su propio hijo, víctima de un craso error y de la tremenda culpa que cargaba. Terminaron divorciándose poco tiempo después de este accidente. Graciela dejó la casa y se llevó a su hijo, Óscar, a vivir al extranjero. Se lo llevó lejos, del barrio y del pueblo, a otra parte del mundo donde nadie los conociera. Felizmente una buena amiga suya no sólo les dió alojamiento los primeros cuatro meses, sino que la ayudó a ella a conseguir trabajo para que así sacara adelante a Óscar.  Lo consiguió.  Él terminó el colegio, luego entró a la universidad y estudió Abogacía, se casó con una fotógrafa, tuvo dos hijos y, desde hace poco tiempo, es abuelo. Su madre, Graciela, ya anciana, vive cerca. Ella no quiso venir al entierro de Jaime, su ex-esposo. Óscar lo hizo, más que todo, movido por un sentimiento de culpa...

Después del entierro de su padre, Óscar se acercó a la tumba, ubicada en el mismo cementerio, de Helena para pedirle nuevamente perdón.  Y mientras él se encontraba parado frente a la tumba de su amiga de barrio, un pajarito cantó todo el tiempo que estuvo allí parado en silencio. ¿Sería Helena la que le hablaba? Todo parece que así fue, porque este pajarito, de color amarillo con blanco y negro, tenía los mismos colores que Helena llevaba puestos el día del accidente.

Si bien Óscar, hasta el día de hoy, no olvida ese horrible accidente, ahora él no sólo ha dejado los ansiolíticos de lado, sino que ya puede dormir mejor, y después de tantos años, se ha atrevido a manejar auto porque quiere pensar que Helena le cantó, desde el fondo de su corazón, para pedirle que él no siga cargando más con esa culpa ... 


MARiSOL














Imagen sacada de Bing