domingo, 29 de noviembre de 2020

Humanidad

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Amar a la humanidad con todas sus imperfecciones es de valientes. Sobre todo, amarla aún más cuando uno tiene la capacidad de poderse lamentar de nuestras relaciones humanas. Mas yo me pregunto si podemos soportar mucha realidad. ¡Ay! La realidad sigue existiendo aunque dejes de creer en ella. ¡Peor aún! Ella nunca desaparecerá de la faz de la Tierra. Y es que la realidad nos hace ver, una y otra vez, que la humanidad no es solamente una familia unida e indivisible, sino que ella es la patria del corazón, porque los que de corazón se quieren, sólo con el corazón se hablan aún cuando existen cerca de 7,000 idiomas. Las diferencias entre unos idiomas y otros no es motivo para desunirnos. Todo lo contrario, deberíamos darnos cuenta de lo grandiosa que es la humanidad. Conformamos una familia de más de 7,000 millones de miembros. 

Y aunque nos diferenciemos unos de otros físicamente, hablemos distintos idiomas y tengamos culturas tan distintas unas de las otras, profecemos distintas creencias religiosas y nuestras ideas políticas no coincidan, en el fondo, todos deseamos lo mismo: Paz y Amor en la Tierra. Por lo menos, la mayoría esto es lo que más desea. Y es que la humanidad es tan maravillosamente multifacética que en lugar de quererla cambiar, nos haríamos un gran favor si tratáramos de conocerla mejor. 

¡Ay! es que nosotros mismos somos nuestro peor enemigo. En lugar de darnos unos a otros la mano, nos complace destruimos. No todos, pero sí muchos. A pesar de nuestros defectos, deberíamos todos ser compasivos, afables, tolerantes y empáticos. Pues sí, los defectos existen aunque más de uno lo quiera negar porque un hombre sin defectos es un hipócrita del que, finalmente, debemos desconfiar. 

Realmente la humanidad, como ya lo dije anteriormente, es una familia unida e indivisible aunque parte de sus miembros tengan almas crueles. Y es que en cada niño bueno o malo nace la humanidad. Esa humanidad que parte de la nada... esa nada que en algún punto de nuestras almas nos recuerda que somos semillas de lo divino. Y por ello sería obsceno perecer entre la desesperación y el aburrimiento. 

No sé si me dejo entender, pero estoy convencida que la humanidad, en realidad, ha ofendido a Dios. Y, ¿sabes por qué? Pues, porque la humanidad no ha sabido respetar fielmente el orden establecido por Dios. Y es que aquellos hombres que anuncian que luchan en favor de Él terminan siendo los menos pacíficos, sobre todo, cuando creen recibir mensajes celestiales y terminan haciendo oídos sordos para toda la humanidad. 

Finalmente, resulta asombroso que la humanidad todavía no esté en la capacidad de saber vivir en paz y le hace más caso a la palabra "competividad" que a la "convivencia" porque no entiende el significado del "amor" y termina más aferrándose al "miedo"... ese miedo que llega a expulsarnos de la humanidad misma y nos roba nuestra gran inteligencia, maravillosa bondad, bellos pensamientos y única verdad dejándonos en completo abandono y expuestos a una desesperación muda. Pero muda no me quiero quedar aunque tú hagas oídos sordos a la que yo acá digo. Y es que hablo de la humanidad, de ésa que existe en todos nosotros. Tal vez por ser yo, tan hombre como tú, nada que sea humano me resulta extraño. Nosotros los humanos somos no sólo maravillosamente contradictorios, sino estamos lleno de imperfecciones... esas imperfecciones que nos vuelven vulnerables  ante los ojos perfectos de Dios.


MARiSOL

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sábado, 28 de noviembre de 2020

EL sentido de la vida

 

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Erika, es una amiga viuda de 70 años, que espera no sólo ansiosamente que pronto salga al mercado la vacuna para combatir el Covid-19, sino que piensa que la humanidad lo que también necesita es una vacuna que nos devuelva a todos a recuperar el sentido de la vida. Justamente ahora hay que darle un sentido a la vida, por el mismo hecho que para muchos éste ha perdido su sentido. Erika sabe que aunque ella ya no trabaje, ella intenta servir a los demás, lo que para ella constituye el único sentido de la vida. Hoy más que nunca ella desea sentirse útil dando apoyo moral a sus amistades y familiares que se sienten agobiados con todo lo que sucede alrededor del mundo a raíz de la pandemia que nos castiga sin piedad desde hace varios meses.

Por este motivo, quiero a Erika. Es una persona valiosa que me recuerda que en el fondo son las relaciones con las personas lo que da sentido a la vida. ¡Qué cuesta ser amable no solamente con amigos o familiares, sino con gente desconocida! Y aunque las sonrisas no se puedan ver por usar la mascarilla, sí se pueden sentir a través de las miradas porque el lenguaje de los ojos dice mucho, sobre todo, cuando las miradas están vestidas de brillo, ese brillo que se llama Fe.  

En caso no sepas de donde proviene la palabra Fe, te lo hago saber. Proviene del latín Fides. Pues bien, es la creencia o confianza que se tiene en una persona, religión o institución, sin necesidad de que haya sido confirmado por la experiencia o la razón, o demostrado por la ciencia.  Erika sabe que la fe es el ingrediente mágico para lanzarnos en pos de lo que se cree, con la certeza que lo lograremos. Y es que al confiar y tener fe en lo que nos proponemos, con toda seguridad se alcanzará. Así, que por este motivo, cuidémosnos lo más que podamos sin dejarle de sonreir a la vida. Y, ¿sabes por qué, querido lector? Pues, porque la vida de un hijo, de un amigo o hasta de un desconocido, es la nuestra, como la verdadera vida de cada uno es la de todos.

¡Ay, querida Erika! ¡Cómo te extraño! Cuánto me gustaría abrazarte, y conversar de todo y de nada, pero sabernos cerca una de la otra a través del internet me consuela. Es ahora que los seres humanos debemos unirnos en repartir amor porque solamente la fuerza del amor es la que nos sostendrá aún en los momentos más oscuros, aún cuando perdamos la vida si nos alcanza a tocar esta cruel enfermedad de la peor manera.

Tanto Erika como yo sabemos que la tragedia del hombre moderno no es que sepa cada vez menos sobre el sentido de su propia vida, sino que se preocupa, desgraciadamente, cada vez menos por ello.  Es realmente una lástima que muchos seres humanos anden ciegos por la vida. Pero tarde o temprano todos nos preguntaremos por el sentido de la vida.  Muchos sabios como Confucio, por ejemplo, han intentado darnos una respuesta. A mí me gusta un proberbio de este reconocido pensador chino. Seguramente que a Erika también le gusta este proverbio que dice así: "Aprende a vivir bien, y sabrás morir bien". No se trata de resignarnos a morir ante esta pandemia, sino te llamo a la reflexión, querido lector. Todos nosotros poseemos la suficiente inteligencia como para plantearnos ciertas cuestiones acerca de nuestra existencia ahora que esta enfermedad nos ronda.  Ahora, sobre todo, en momentos difíciles, debemos mirarnos en el espejo de nuestras almas y hacernos las siguientes preguntas: ¿Qué sentido tiene la vida?, ¿Cuál es mi propósito en la vida?, ¿Para qué quiero vivir?

A Erika, le quedo muy agradecida por darme la fuerza para seguir adelante, sobre todo, cuando hay  momentos en que se me quiebra mi fe. No debo permitir que se me rompa en mil pedazos. O lo que es peor que entre la vida y yo exista un cristal que no me permita ver y comprender la vida en toda su magnífica magnitud. Por este motivo, debo seguir haciendo lo que más me gusta: escribir. Así me siento más unida a mi Fe mientras juego con las palabras, cual maravilloso instrumento, que me permiten no sólo descubrirme por dentro, sino que aprendo que la vida, a pesar, de golpearnos con fuerza, es hermosa. Justamente el milagro llamado vida, debe hacernos reflexionar sobre el sentido de nuestras vidas.  


MARiSOL

 

viernes, 27 de noviembre de 2020

Entre olvidos y recuerdos

 

Como un mal presagio o una mala costumbre las miradas de Inés y Eduardo se vuelven a cruzar en silencio desde la lejanía. Esa lejanía que cual elemento físico escapa del control humano pero que forma parte de sus vidas quieran o no. Pues bien, ellos dos son esos eternos amantes que aunque permanecen callados desde hace muchos años se hablan en sus sueños. Quizá porque ellos dos están hechos del mismo material con el cual ellos dos tejen sus sueños. Y mientras ellos tejen sus sueños en silencio, el mismo silencio les recuerda que cual gran arte para sus conversaciones imaginarias, éste nunca se romperá porque es tan profundo como el inmenso mar de la vida... ese mar que se mueve entre olvidos y recuerdos.

¡Ay! Pero, ¿qué pasa con los olvidos? Ellos son como golpes insistentes que tocan las puertas de sus corazones, porque el amor es, a mi parecer, un ardiente olvido de todo. ¿Y qué pasa con los recuerdos? Sólo pueblan nuestra soledad para hacerla más profunda. ¡Ay! ¿Será que el amor, en realidad, no existe? Yo diría que, más bien, sí existen las pruebas de amor, en todo caso. Ésas que se demuestran dejando vivir a aquel que amamos en completa libertad. Esa libertad que sólo viene de nuestro interior. Yo, te pregunto, querido lector, ¿qué otra libertad esperas poder tener? Lo único que te puedo decir que a ti se te otorgará la libertad externa cuando hayas sabido desarrollar tu propia libertad interna.

Dejemos, pues, que Inés y Eduardo sigan siendo, entre olvidos y recuerdos, amantes hasta la mismísima eternidad. Esa eternidad que se vuelve una nada porque nuestra imaginación nos agranda tanto el tiempo, sobre todo, presente que la nada se convierte en una inmensa eternidad que no tiene ni principio ni fin. Esa eternidad que no está hecha de tiempo. Ese tiempo que hace pasar el amor así como el amor hace pasar el tiempo. ¡Qué paradógco!, ¿verdad?

Y yo, como el tiempo que soy,  te hago saber, querido lector, que mi misión es seguir conduciendo a Inés y a Eduardo a través mío porque la vida en tiempo se vive. Y ¿sabes por qué? Pues, porque luego no habrá tiempo para nada... esa nada  que nos separa y que también nos une como a Inés y a Eduardo. Si bien ellos no tienen nada en sus manos, sí me han hecho su cómplice. Es así que yo, como el tiempo que soy, hago que el amor tenga dos hermosos momentos: el primero y el último porque todo lo malo, vestido entre olvidos y recuerdos, es el tiempo que transcurre entre ellos, más no entre Inés y Eduardo porque ellos bien saben que el amor auténtico queda tatuado de una vez para siempre y del todo tanto en el la piel del corazón de ella como en el de él.

Te hago saber que tanto Inés como Eduardo no tienen contacto ni físico ni epistolar; sólo se comunican por una intuición espiritual. Ellos dos hacen uso de esta habilidad para percibirse de manera clara e inmediata, pero sin la intervención de la razón, de la mente o de la lógica. Ellos saben comunicarse usando un lenguaje no verbal porque su intuición espiritual viene del alma... ese alma que es, finalmente, inmortal. 

Bien, antes de terminar, te cuento que Inés y Eduardo hacen caso a sus corazones porque ellos dos tienen la gran habilidad de comunicarse telepáticamente sin ninguna expresión sensorial, ya sean el habla, gestos o señas. Ellos dos como dos cuerpos en un alma, más bien, se comunican, de corazón a corazón.  Bien, este canal sigue abierto aunque resulte, al final, un mal presagio o una mala costumbre, porque el amor, finalmente es un eterno insatisfecho que vive de amargos olvidos y dulces recuerdos. 

 

MARiSOL


jueves, 26 de noviembre de 2020

El Ikigai de Sara

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De acuerdo a la cultura milenaria de Japón, todos tenemos un ikigai (いきがい). Es decir, todos tenemos una razón de vivir o de ser. O sea, todos tenemos una razón para levantarnos todos los días. Pero antes de continuar te hago saber qué es lo que significa la palabra japonesa ikigai. Pues bien, se compone de dos vocablos: iki (いき) se refiere a la vida y luego kai o gai (がい) se refiere a la realización de lo que uno espera y desea.
 
Bien, el ikigai está molesto con Sara. Y es que él no entiende como ella no logra ni sentir una inmensa felicidad ni sentir una luz interna que le de sentido a su vida. ¡Ay! ¿Cuándo llegará el momento en que el karma de Sara cambie del todo? Ella sabe que para llegar a sentirse plena la búsqueda puede ser muy larga y muy profunda. Sara lo que más desea es estar en permanente conexión con su universo interior. Pero es que esta vida no sólo la está golpeando con fuerza. No sólo a ella, sino, últimamente, a todos. 
 
-¡Pues, por este motivo soy importante! - le retó el ikigai a Sara.
El ikigai, después de decir estas palabras a Sara, también le hizo saber que él ni es algo grandioso ni tampoco es algo extraordinario. Es más bien, algo muy práctico, para tenerlo presente cada día. En realidad, se trata de desactivar nuestro modo automático por el que muchos de nosotros transitamos por la vida y hacer las cosas por algún motivo. 
 
Sara sabe que la suma de las pequeñas alegrías cotidianas resulta en un vida más plena. También ella sabe que el ikigai está dividido en cuatro partes fundamentales de la vida: pasión, vocación, misión y profesión. Es decir, el ikigai es una mezcla de eso que uno ama, eso en lo que es uno bueno, lo que el mundo necesita y aquello por lo que ganas dinero. 
 
Sara, un tanto alterada, le increpó que tan fácil no es sentirse uno feliz y realizado en circunstancias cuando uno pierde su trabajo, sobre todo ahora, con la pandemia. Hay millones de seres humanos que se han quedado sin nada. Unos terminan suicidándose, otros terminan robando para poder alimentar a sus familias, otros terminan arrimados a parientes. 
 
El ikigai sabe que Sara tiene razón. Pero aún así la instó a ella a que conectara puntos en su vida y que sintiera el presente y el futuro dejando volar su intuición. Es más, le pidió a Sara que siguiera a su corazón como si en ello se le fuera la vida.
- ¡Cállate! - gritó Sara. ¡Déjate de tanta palabrería! ¿De qué me sirves? He perdido mi trabajo por culpa de la maldita pandemia. Mis padres no me pueden ayudar a financiarme mi vida. Yo trabajaba de camarera en un restaurante y ahora que no trabajo tengo que dejar mi departamentito. Y la simple idea de irme a vivir con ellos, no me hace gracia alguna.
- Entonces, ¡reinvéntate! - le sugirió el ikigai. y luego le hizo cuatro preguntas: ¿Qué es lo que amas hacer?, ¿Qué es lo que el mundo necesita de ti?, ¿En qué eres bueno? y ¿Pueden pagarte por lo que haces?
 
Sara, después de escucharlo se dió cuenta que estas cuatro áreas en equilibrio, podrían ayudarla a salir de la situación en la que se encontraba. Ella podría subarrendar amoblado su departamentito (permiso tenía del dueño; así estaba estipulado en su contrato de arriendo), podría irse a vivir con sus padres por unos seis meses y desde allí ver con tranquilidad en qué otra cosa podría trabajar. Talentos tenía, era buena mecanógrafa, era buena piloto conduciendo autos, y hablaba con fluidez el francés ya que desde chica lo había aprendido con su madre, quien es francesa. Quizás el ikigai tenía razón. Sara se daba cuenta que aunque le gustaba trabajar de camarera porque recibía buenas propinas, tendría que hacer uso de sus otros talentos para salir adelante. Su transformación personal no podía quedarse en estado de parálisis, por ningún motivo.
 
En el fondo, Sara había jugado, más de una vez, con la idea de dejar de ser camarera, pero las propinas la habían retenido a seguirse quedando en su trabajo bastante estresante, por cierto. Pues bien, el Ikigai le pidió a Sara que apagara el piloto automático y que practicara el mindfulness o atención plena para dirigir su vida desde la calma y también le recomendó hacer meditación para que la ayudara a centrarse en el aquí y ahora, sobre todo, ahora que aún seguimos enfrentados a la pandemia del Covid-19. 
 
Sara había entendido que no debía desesperarse; ella tenía que seguir buscando y modelar su ikigai sin prisa, pero sin pausa para mejorar su vida. Es así como el ikigai sonriendo le dijo a Sara que se sintiera dichosa de estar viva y que se mantuviera activa y que se tomara con calma no sólo la vida porque caminando despacio ella podría llegar lejos, sino que le dedicara un momento del día a dar las gracias para aumentar su caudal de felicidad. Sara se estaba dando cuenta que si ella se ponía a esperar una felicidad demasiado grande, al final, encontraría sólo obstáculos para ser realmente feliz. 
 
Es así como Sara agradecida de haber conversado con su ikigai, sonrió porque la sonrisa abre puertas y nos conecta con nuestra parte positiva. Así como el ikigai de Sara le hizo recordar a ella que no hay que olvidar el privilegio de estar aquí y ahora en este universo lleno de posibilidades aún con pandemia de por medio, espero que tú, querido lector, por tu propio bien, te reconectes con tu propio ikigai.
 
MARiSOL
 
 
 
 

lunes, 23 de noviembre de 2020

El grito de la historia

 

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En cierto sentido, todos los hombres somos históricos. No hay nadie que se salve. De una u otra manera todos nosotros hacemos historia. Y mientras la historia es la novela de los hechos (malos o buenos), la novela (la tuya, la mía, la de todos) es la historia de nuestros sentimientos, esos sentimientos que son el principio de nuestro conocimiento, aquél que cuando llega desde dentro es el verdadero conocimiento. Pero si éste no se sabe aplicar como debe ser, entonces es peor que la ignorancia. ¿Y sabes por qué? pues porque el primer paso de la ignorancia es presumir diciendo que uno lo sabe todo. ¡Ay! es que la ignorancia siempre está dispuesta a admirarse, ¿verdad? ¿Te sientes capaz de poderla retar, querido lector? 

Pero, antes que tú me puedas contestar, la historia con voz enérgica se hizo sentir entre tu mundo y el mío haciéndonos saber que la ignorancia está menos lejos de la verdad que cualquier prejuicio. Después de escucharla, recordé que el prejuicio es el enemigo más encarnizado de la verdad. Y, entonces, ¿cuál es su mejor amigo? La historia contestó diciéndome qué es el tiempo, ese tiempo que nos conduce, por momentos, por caminos equivocados. Y desafiándome con su mirada inquisidora la historia me dijo que la historia del mundo en parte se repite, sobre todo, cuando ve que millones de seres humanos aún hasta el día de hoy no han aprendido nada de las lecciones impartidas por ella. Por este motivo la historia está molesta con casi todos nosotros.

- ¡Estoy cansada, harta, molesta! - gritó desesperada la historia y continuó en voz alta renegando -  Yo, la historia, existo desde que aparició la escritura para que el hombre pusiera por primera vez sus ideas e impresiones por escrito.

- ¿Y dónde naciste? - le pregunté curioso. Te preguntarás quién soy yo. Ya te lo diré. No falta mucho.

La historia me contó que había nacido en Sumer, una antigua  región de la baja Mesopotamia.

- ¿Cerca del Golfo Pérsico? - le pregunté un tanto inseguro. 

- Sí - me respondió la historia. Su voz denotaba hartazgo.

- ¿Y cuándo exactamente naciste como historia? - le hice esta otra pregunta ya que curiosidad yo sentía.

La historia me hizo saber que nació a fines del cuarto milenio a.C., es decir, hace más de 5,000 años. Luego, acto seguido me explicó que ella es una ciencia que estudia y expone, de acuerdo con determinados principios y métodos, los acontecimientos y hechos que pertenecen al tiempo pasado y que constituyen el desarrollo de la humanidad desde sus orígenes hasta el momento presente.

-¡Ay, el presente! ¡No me lo menciones! - grité indignado. Era ahora yo el que alzaba la voz. 

La historia sorprendida por mi respuesta dijo que para ella el presente se nos escapa de las manos porque es un punto entre la ilusión y la añoranza.

¡Aj! ¡No seas romántica! - le contesté nuevamente alzando la voz. Seguidamente le dije que el presente es, más bien, el punto de unión del futuro con el pasado. Y no pudiendo aguantarme más reté a la historia diciéndole que por el hecho de siempre repetirse, tiene al mundo de cabeza.

La historia no dejándose intimidar me aclaró que no es culpa suya que ella se repita, porque no es ella la que comete errores, sino los hombres. La historia sólo cuenta lo que sucedió. El mundo le daría la razón si estuviera acá reunido con nosotros porque sé muy bien que él ha sido testigo no sólo de hechos extraordinarios, sino también de hechos espantosos, todos ellos realizados por la mano del hombre, con esa misma mano que aprendió a escribir la historia de la humanidad.

Yo, como el grito que soy, dejo escucharme no sólo en todos los rincones del mundo, sino también dentro de tu corazón o el mío, allí donde somos capaces de fecundar sueños para tratar de cambiar lo que se debe cambiar, quizá con el ánimo de reescribir la historia de la humanidad para mejorarla. Un plan demasiado ambicioso para ser verdad, ¿no crees? Más bien, empieza tú reescribiendo tu historia de vida, si quieres. Y si así fuera, ¿qué cambiarías?

 

MARiSOL

 

domingo, 22 de noviembre de 2020

La estrella de la fe

 

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"A veces la solución es crear historias hasta que aparezcan las estrellas"- se dijo a sí mismo Roberto mientras se secaba las lágrimas. ¡Ay! es que las lágrimas tienen algo de sagrado porque extrañamente el mar y ellas tienen algo en común: la sal. Quizás es más que eso, las lágrimas son la sangre del alma. Y el alma de Roberto está sangrando desde hace mucho tiempo. ¡Ay! Roberto no quiere seguir llorando porque sabe que si pierde su sol interno, sus lágrimas no lo dejarán ver más las estrellas. Él necesita sólo de una sola estrella que lo guíe por el camino de su vida un tanto alterada por diversos motivos que ya los mencionaré más adelante. Bien, Roberto sabe que el símbolo de las estrellas tiene un significado de luz porque simbolizan la verdad, el espíritu y la esperanza como también significan la protección de Dios y el universo... ese universo que es el vasto símbolo de Dios. Sin embargo, el universo con toda su enigmática hermosura resulta ser caótico para toda persona sin fe. 

A este punto quiero llegar. Quiero que Roberto vuelva a tener fe porque la fe es la creencia y confianza de una persona en relación con algo o alguien. Si bien él sabe que la fe se manifiesta por encima de la necesidad de poseer evidencias que demuestren la verdad de aquello en lo que se cree, a Roberto le resulta difícil entender el significado de estas dos letras que provienen del latín y que significan: lealtad y fidelidad.

Roberto levantando su mirada hacia el cielo estrellado se preguntó qué es creer y tener fe. Si bien él sabe que la fe es lo opuesto a la creencia (uno cree cuando hay buenas razones para hacerlo), su corazón se resiste a tener fe porque sería aceptar en su mente tan racional una afirmación sin ninguna buena razón.   ¡Ay! La historia de vida de Roberto se ha complicado tanto que la estrella de la fe se le ha extraviado en algún punto de su alma. Es así que cuando la estrella de la fe lo escuchó hablando a solas en la oscuridad de la noche, ella le hizo saber a Roberto que si tiene la fe puesta en Dios, entonces podrá vencer el temor que le produce ver tantos acontecimientos negativos que no sólo suceden en su vida, sino que suceden a diario en el mundo en que vivimos. 

Al darse cuenta Roberto que la estrella de la fe le estaba hablando directamente a su corazón, él rabioso le preguntó que debía hacer para no perder la fe, sobre todo, en tiempos díficiles como en el que estamos todos. Es así como la estrella de la fe le hizo saber que él no estaba solo. También le dijo que la fe no es algo que uno tenga que hacer o que uno consigue por uno mismo, sino es más bien un regalo que Dios nos da para ayudarnos a creer. En cuanto la estrella de la fe calló, Roberto le preguntó si sólo existe un solo tipo de fe. La estrella de la fe sonriendo le explicó que hay siete tipos de fe. ¿Quieres saber cuáles son, querido lector? Te los menciono y son: la credibilidad, la convicción, la certeza, la seguridad, la firmeza, el convencimiento total, la esperanza segura, la garantía y veracidad de Dios.

Si bien Roberto sabe que la fe es una parte esencial de la piedad porque la piedad es más inteligente que el odio, él odia la vida que le ha tocado vivir por fuerza mayor. Entre la maldita pandemia y haber perdido su trabajo de camarero en un hotel para turistas, pues no es para menos que él se sienta afligido. La estrella de la fe al darse cuenta del inmenso descontento de Roberto le advirtió que el odio no disminuye con el odio, sólo éste disminuye con el amor. Pero Roberto, un tanto amargado, le pidió que se dejara de darle sermones baratos. Pero la estrella de la fe tercamente siguió hablándole y lo retó preguntándole si él se consideraba una persona inteligente, a lo que él le dijo alzando la voz: "¡Claro, que sí!". Pues bien, la estrella de la fe seriamente le contestó que el odio es un sentimiento que sólo puede existir en ausencia de toda inteligencia. Es más, también le dijo que cuando nuestro odio es demasiado profundo, coloca no sólo a Roberto, sino a ti, querido lector, y a mí también muy por debajo de aquellas personas que odiamos. 

Al terminar de decir estas palabras la estrella de la fe miró largamente a Roberto y él avergonzado bajó su mirada y murmuró cansado: "Yo no he nacido con estrella. Más bien, he nacido estrellado". Pero como la estrella de la fe no es vengativa ni le guarda rencor alguno a Roberto, terminó diciéndole estas palabras que quizá te sirvan también a ti, querido lector: "No vayas sin amor por la vida aún cuando te toque franquear una alta montaña llena de muchos problemas que te obligue, por momentos, a subir difícilmente por ella. Es más, no apagues tu estrella interior para que ella te guíe y ayude a enncontrar el mejor camino mientras vas cuesta arriba porque mientras más alto subas, más cerca del cielo estarás. Recuerda que tanto el cielo como el infierno está en nosotros. Tú escoge." Roberto rindiéndose ante la sabiduría de la estrella de la fe, se prometió a sí mismo reescribir su propia historia de vida de mejor manera para así hacer reaparecer a las estrellas de su universo interno. Y es que las estrellas son como los niños porque nunca hay demasiados. Y Roberto está tomando conciencia que a pesar de sus problemas de persona adulta no debe dejar de perder al niño que vive en  él y que tanta falta le hace para recuperar su fe perdida. 

Antes de terminar, te comento que después que Roberto hablara con la estrella de la fe, recibió la llamada de una buena amiga que trabaja en el observatorio astronómico de la ciudad donde él también vive. Ella le preguntó si él estaba interesado en trabajar por las noches de  vigilante aunque éste esté cerrado al público. Roberto aceptó inmediatamente. Después de colgar el teléfono, su niño interior empezó a brincar de la alegría alrededor de la estrella de la fe.

 

MARiSOL

sábado, 21 de noviembre de 2020

Don Poder y Doña Corrupción

Esta es la historia de amor entre Don Poder y Doña Corrupción. ¡Ay! Más que una historia de amor, es de pasión. Si bien la pasión es una cualidad auténticamente humana, para tu información esta palabra tenía en origen un sentido negativo; proviene del latín "Passio" y alude a la "acción de padecer". Lo que esto supone una perturbación o afecto desordenado del ánimo. Sin embargo, hoy en día esta palabra goza de gran prestigio ya que no sólo se le ve como un estado emocional envidiable, sino que muchos la consideran como la verdadera razón de vivir.

Pues bien, Don Poder y Doña Corrupción viven su amor pasional de manera desenfrenada; se revuelcan a escondidas no sólo en las camas de presidentes, congresistas, empresarios, generales, cardenales y de muchos otros más, sino también hacen alarde ante todos ellos de lo que realmente les une: el dinero. Si bien en un comienzo ellos dos creían que el dinero lo hacía todo, después ambos terminaron haciendo todo por dinero hasta manchar, sin escrúpulo alguno, sus manos con sangre, de ser neceario. 

Me  imagino que de sobra sabes quién es Don Poder. En caso, lo ignores, te lo presento: Él sabe que no es un medio, sino un fin en sí mismo. Igualmente sabe que él es como un explosivo: o se maneja con cuidado o estalla. La verdad que Don Poder es muy audaz porque se mueve entre cumbres y precipicios. Por este motivo lo adora a morir Doña Corrupción (a quien también se le conoce, entre sus seguidores, como Doña Soborno).  Yo, personalmente, la tengo a ella de lejos porque tiene un espíritu corrompido donde no cabe el honor. ¿Y sabes por qué ella me cae tan mal? Porque el honor es la conciencia externa y la conciencia es el honor interno, y una persona sin honor genera sólo grandes problemas, sobre todo, a los demás.

La verdad que Don Poder y Doña Corrupción me caen muy mal porque cada uno de sus movimientos, bien calculados, los realizan ni por honor, ni por amor, sino por dinero. ¡Aj! Y es que ambos saben que el dinero es la llave que abre todas las puertas, así éstas sean las del mismísimo infierno. Y es que el dinero no es nada, pero cuando se tiene y mucho, ya es otra cosa, ¿verdad? A la larga, el dinero si bien evita preocupaciones también, aunque parezca mentira, las atrae tarde o temprano. Y, sobre todo, si es un dinero mal habido.

¿Y que opina Doña Corrupción a todo lo que digo yo? Ella me mira exasperada. Prefiere que yo guarde silencio porque ella sabe bien qué imagen da realmente ante los ojos del mundo. ¡Ay! Doña Corrupción está alterada porque no quiere que yo la desenmascare porque muy bien sabe que a través de su naturaleza coercitiva ella termina atrapando no sólo a personas de rangos inferiores, sino también de rangos superiores mientras ellos recaudan sobornos para mantener su propia posición sea en el ámbito político, empresarial, policial, militar, sanitario, religioso, etc. Por este motivo, Doña Corrupción necesita de Don Poder para causar así daños significativos en desmedro de la sociedad en general. ¡Ay! Sólo así ambos pueden sentir desesperadamente orgasmos y éxtasis inigualables cuando se encuentran a escondidas para amarse no sólo intensamente, salvajamente y obsesivamente, sino desenfrenadamente.  O lo que es peor, sin tener consideración por el daño que se pueden ocasionar a sí mismos o hacia los demás.

Pero ¡ojo! Tanto Don Poder como Doña Corrupción no deben olvidar que si se descuidan, al final, yo, quien soy la Moral, los puedo, llegado su momento, enviar presos. ¿Y sabes por qué? Pues, porque yo soy el resultado de aceptar la verdad y la justicia en todas partes del mundo. Porque, al fin y al cabo, la verdad y la justicia no tienen fronteras. Y no es porque las fronteras representen el este o el oeste, sur o norte, sino porque es allí donde todo ser humano se enfrenta a un hecho... como el hecho de tener conciencia moral, porque la conciencia moral es aquella voz interior que nos obliga a actuar de una forma y también nos dice si son correctas o incorrectas nuestras acciones. Es así, como yo, me considero en la capacidad de juzgar como buenas o malas no solo tus acciones, querido lector, sino también las de Don Poder y Doña Corrupción.

MARiSOL

jueves, 19 de noviembre de 2020

La verdad y la mentira

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La verdad y la mentira han entrado en competencia por conquistar los medios de comunicación. Desde hace ya mucho tiempo ambos están en pugna. Y nosotros sin saber a quién creer. Ni la esperanza ni la fe están por la labor de abrirnos los ojos. Entonces, ¿quién o qué es el que nos debe ayudar? Aunque te parezca mentira es la justicia divina la que podría entrar en acción. Y, sin embargo, ella nos deja, a propósito, en completa oscuridad porque somos nosotros los seres humanos los que tenemos que saber enfrentarnos, tanto a la verdad como a la mentira, sin su ayuda.

Es evidente que existe la verdad aunque se quiera pensar lo contrario o negarla del todo. La verdad es lo que es. La justicia divina sabe que el que niega que existe la verdad, conoce que la verdad existe. Increíble, ¿verdad? Y es que en la verdad no puede haber matices. Mas en la mentira o en la semi-verdad, ¡claro que sí! ¡Ay, es que la verdad puede ser tan incómoda!

La mentira no pudiendo reprimir su enojo le hizo saber a la verdad, a quien le cae súper antipática, que amar la verdad por amor a la verdad es de estúpidos porque el ser humano no es perfecto ni nunca lo será. Por tal motivo ella, la mentira, existe, para enfrentarnos a nuestras debilidades como la falta de moral o de conciencia. Y aunque la mentira sepa que la verdad es la semilla principal de todas las virtudes, ella no la quiere de amiga, sino ¿qué sería de ella? La mentira está convencida que ella es una forma de talento, quizá porque en buena medida el talento es una cuestión de insistencia. Y la mentira es terca. Ella sabe bien que de tanto repetirla como un mantra resulta siendo verdad para los ingenuos. Por no decir, tontos.

Dios, ¿en qué debo creer? Los medios de comunicación nos zarandean de un lado a otro, nos bombardean con distintas noticias. Hacen lo que quieren con nosotros. Unas veces nos quitan la venda de los ojos y otras nos la colocan con mucho cuidado para no dejarnos ver la verdad... ésa necesidad incondicional de todo ser humano que no todos la aprecian y entienden en toda su magnitud sea por rabia, miedo o conveniencia.

Y aunque la verdad sea más importante que los hechos porque aunque los hechos sean muchos, la verdad es solo una, te hago saber, querido lector, que  una verdad mal intencionada es peor que una mentira.  Entonces, ¿en qué quedamos? Mejor dicho, ¿con cuál te quedas? Pues yo, sinceramente, con la verdad. Y ¿sabes por qué? porque la verdad no es hija de la autoridad, sino más bien del tiempo. ¡Ay! La mentira está furiosa. Sabe que el mayor amigo de la verdad es el tiempo. ¿Y cuál  es su peor enemigo? Pues, el prejuicio. Y sabes ¿por qué? porque éste está mucho más lejos de la verdad que la pobre ignorancia (aquella que no es necesariamente la ausencia de conocimiento, sino de negarse a adquirirlo). 

Definitivamente la verdad y la mentira son amigas de mentira y enemigas de verdad. Tal vez está en tus manos decidir de quién te haces socio(a). Si bien la verdad puede ser, por momentos, desagradable, la mentira lo es aún más porque rompe la confianza, porque mentir no siempre funciona como queremos, porque la mentira es síntoma de un problema más grande, porque mentir crea estrés y, porque finalmente, una mentira lleva a la otra. ¡Ay! si bien la vida es difícil, sobre todo, cuando uno encuentra paz con un mismo al decir la verdad pero miente para estar bien con los demás, recuerda, querido lector, que con los mismos labios que rezas u oras, los usas para mentir o para decantarte por la verdad. Tú escoges.

La verdad me mira triunfante porque sabe que yo no deseo hacerme cómplice de la mentira. He comprendido que mientras la peor verdad sólo cuesta un gran disgusto, la mejor mentira cuesta no sólo pequeños disgustos, sino un disgusto grande tarde o temprano. Y mientras el tiempo me sonríe, la mentira estalla en llanto pues, poco a poco, logra entender que el bien de todo ser humano consiste no sólo  en estar en la verdad y en realizar la verdad, sino porque ella, la verdad es más querida. ¿Y sabes por qué? porque sólo se accede a la verdad a través del amor: la única fuerza y la única verdad que hay en esta vida.


MARiSOL

 

martes, 3 de noviembre de 2020

La contraseña

 


Anita no lograba acordarse de su contraseña. ¡Qué cosa! Sin ésta no podía entrar a su plataforma social.  Y mientras ella se encogía de hombros resignada ante su mala memoria y no tenía otra opción que cambiar de contraseña, Anita sabía que estaba muy lejos de ser un indulto, una amnistía, una absolución, una gracia o una clemencia. Sin embargo, sabía que la palabra "Perdón" la convertiría en su contraseña como un mantra a repetir todos los días. Pues bien, su contrasseña se llamaría "Perdón2020". Es así como esta contraseña no sólo se posó en su cerebro cual rayo luminoso, sino que ella sabía que nunca podría olvidarse de ésta. Anita tenía sus motivos...
 
Y es que aunque la ofensa y la pena se aferraran a sus tobillos cual cadena perpetua  o arresto domiciliario, Anita se encontraba esperando por una disculpa que quizá nunca llegaría. Y, sin embargo, la contraseña era la adecuada... Así que mientras ella mantenía la calma en silencio y observaba cómo la tolerancia disculpaba los defectos del mundo (¿del tuyo o del mío?), ella  se preguntaba si no sería mejor concederle a su espíritu el hábito de la duda. ¡Y es que yo la encuentro apasionante! ¿Y tú?
 
Pues bien, mientras la escuela de la verdad le recordaba a Anita que es menos malo agitarse en la duda que descansar en el error porque quien comete un error y no lo corrige comete otro mucho más grande, ella sabía que había llegado la hora de perdonar a todas aquellas personas que le habían hecho daño en el transcurso de su vida. Quizá no era tan importante que sus ofensores se liberaran de su culpa para ella recién poder perdonarlos, sino que ella como persona ofendida sabía que era importante liberarse de posibles sentimientos de rencor en su corazón. Pero, ¡qué difícil es la acción y el resultado de perdonar!, ¿verdad? Y es que este valor humano no todos lo entendemos en toda su magnitud. A decir verdad ambas acciones suelen tener efectos terapéuticos positivos. 

Más de uno se preguntará si Anita es capaz de poder disculparse. Pues, déjame decirte que ella lo ha hecho varias veces, en varias oportunidades. Así como pedir perdón se asocia a la humildad por reconocer que se ha cometido un error y también suele mostrar que la persona tiene la mejor intención de rectificar o compensar ese error suyo, el poder perdonar a los otros es también de valientes. 
 
¿Sabías que la palabra "Perdón" es una palabra formada por dos vocablos originarios del latín? Mientras "Per" significa: paso o dejar pasar, "don" significa: regalo. Por este motivo, si te sientes ofendido o agraviado renuncia a vengarte o a reclamar castigo. Más bien, perdona la ofensa en nombre de tu paz interior y tranquilidad de conciencia. ¿Y sabes por qué? Pues, porque al perdonar se expresa indulgencia, tolerancia y comprensión hacia el error del otro. Sin embargo, todos sabemos que hay faltas más fáciles de perdonar que otras, sobre todo, cuando el daño es inmenso en la vida del agraviado. Y, sin embargo, aunque existan muchas personas que se resistan a perdonar, la verdad es que también existen otras que han entendido que saber perdonar es signo de inteligencia emocional, es signo de dejar atrás el pasado por muy doloroso que éste sea y lo mejor es concentrarse en mirar al futuro asumiendo una nueva postura ante la vida.
 
Anita está contenta con su nueva contraseña porque ésta contiene un gran significado no sólo por el hecho de tener la capacidad de saberse disculpar ante los demás, sino de querer ser capaz de perdonar no sólo a los otros, sino también a sí misma. Y es que saber perdonar(se) es una actitud, una decisión que nos permite crecer porque en vez de albergar ira y rencor, elegimos aceptar el pasado y seguir adelante. Anita sabe que por más que su alma esté vestida de heridas emocionales, no permitirá convertirse en esclava de sentimientos negativos porque aún más daño ella se haría. No permitirá que el dolor y el resentimiento se queden enquistados en su corazón. En caso de no lograrlo sola, Anita buscará ayuda profesional para que le de nuevas pautas y le indique caminos diferentes que la ayuden a asimilar todo lo sucedido y que le permitan liberarse de tanto rencor acumulado en su alma.

Querido lector, si aprendemos a perdonar(nos) no con palabras, sino con el corazón, entonces sabremos que ya estamos listos para pasar página en lugar de mantener nuestras heridas abiertas. Quizá ha llegado el momento que tú también cambies tu contraseña, pero, de vida.
 
 MARiSOL