jueves, 29 de enero de 2015

Tulipanes blancos



Sinceridad e Integridad son dos buenas amigas. Ellas han aprendido a no ser serviles, pero a ser humildes. Y es que si no hay humildad, uno como persona se degrada. ¿No crees?
Pues bien, estas dos virtudes han tomado el lado correcto de la vida para no solamente ayudar a otros, sino a nosotros mismos para convertirnos en mejores personas.
Es así, como yo viéndolas reunidas escuché como Sinceridad le decía triste a Integridad mientras colocaba en un jarro unos tulipanes blancos que le había traído su amiga:
- Yo existo, muchas veces, sólo cuando las personas se encuentran a solas. Es decir, consigo mismas, sobre todo, cuando tienen mala conciencia.
- ¿Y qué sucede cuando una persona toca a la puerta de otra?  - le preguntó Integridad curiosa.
- Pues, cuando ves que quien te abre la puerta es Doña Hipocresía con una sonrisa en los labios y luego ves salir corriendo de su casa a la Verdad asqueada de ella, pues te quedas perpleja - le respondió Sinceridad y luego agregó que a ella no le importa poseer la Verdad entre sus manos. Lo que más le importa a ella es conservar su sinceridad emocional dentro de su corazón.
Después de escucharla, Integridad le dijo que ella no se vendería por ningún dinero del mundo ni ahora ni nunca. 
Pero yo que soy la Verdad lo pongo en duda porque la realidad nos ha demostrado, más de una vez, que ni la Sinceridad, ni la Integridad, ni la Verdad, ni hasta la Hipocresía son tan puras e inocentes como los tulipanes blancos ... pero, ¡ojo! también éstos simbolizan el renacimiento, la renovación y la esperanza; lo que quiere decir que, por suerte, sí hay personas en este mundo que verdaderamente son sinceras e íntegras y no venden su alma al diablo. Yo me alegro por ello y porque existan tulipanes blancos.



MARiSOL
 
 

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