martes, 4 de julio de 2017

Mi sueño roto


Tengo un sueño roto que lo único que hace es quejarse mañana, tarde y noche. Me tiene ya bastante mortificada. ¿Hasta cuándo va a seguir dándome la lata? Pues bien, he decidido hablar hoy día con este sueño roto porque estoy decidida a no dejarme más manipular por él. Buscaré una solución para sacarlo de mi vida de una vez por todas. Ya basta con sus gimoteos y sus lamentos sangrientos que inundan mi alma hasta ahogarla de pura pena... esa pena que vive sin esperanza y sin pasión porque se empeña en mantener a mi alma completamente en desorden. 
Pues bien, armándome de valor llegué a una esquina de mi memoria para hablar con mi sueño roto. Procuré no acercarme mucho a él para no cortarme ni la lengua ni las manos de mi corazón. Me mantuve a una distancia prudente; lo suficiente como para que me escuchara claramente. Cuando llegué a su lado, allí estaba mi sueño roto sin una sonrisa en su rostro. Estaba expectante y muy serio.

_ Vengo decidida a que salgas de mi vida - le dije  aunque mi voz no sonora del todo fuerte.  Era casi un susurro.

El sueño roto, después de mirarme con cierto desdén, comenzó a temblar no de miedo, sino de rabia mientras exclamaba: 
- ¡No es posible! ¡Yo soy mas fuerte que tú! 

- Es cierto que me he dejado manipular por ti por mucho tiempo - le hice saber y luego continué hablando - Pero ha llegado el momento de sacarte de mi vida porque me he dado cuenta de algo importante.

- ¿De qué? - preguntó a gritos mi sueño roto. Estaba indignado que yo lo desafiara. No le convenía para nada, pues no tenía a donde ir. ¿No sería mejor que mi sueño roto se escondiese y escabullese más adentro de mi corazón que en lugar de estar en una esquina de mi memoria a la vista de todos?

- ¡Házme el favor de escucharme sin interrupciones! - le dije un tanto molesta. No pienso repetirme. Es ahora que voy a hablar bien claro contigo para que tú andes buscando a otra persona, si quieres, y a mi me dejes en paz, de una vez por todas.

- Veremos que tienes tú que decirme - entre risitas sórdidas me miraba mi sueño roto. Decididamente él no me temía. 

- Mira, por más que tú te empeñes en quitarme mis ganas de vivir, no pienso seguir más aferrada a ti. Tu me haces daño.  No pretendo vivir toda la vida atrapada entre tus esquirlas de vidrios cortantes. 

- Veo que no me dices nada - rió maliciosamente mi sueño roto. No veo que puedas contra mí. Ja ja ja ja.

Era cierto. Yo no estaba diciendo nada importante. Mis palabras como que se negaban a sostenerse de pie. Se tambaleaban no sólo ante mi sueño roto, sino ante mí misma, ante mi propia dignidad. Me daba cuenta del por qué  y era porque yo me mantenía a una distancia prudente. Mi reaccion era tímida, insegura. Mmmmm.... Armándome de valor aunque un miedo me cortara la respiración, agarré del cuello a mi sueño roto, lo zarandeé mientras sentía como la sangre me hervía de la indignación y la veía correr a los pies de mis palabras. Con voz decidida le hice saber que yo no tenía ya más ganas de retenerlo. Me tenía harta de saberlo allí dentro mío porque él no concordaba más con mi realidad. Pero por más que yo me peleaba con mi sueño roto, el ejercía un poder muy grande sobre mí. Me podía mantener paralizada.

Al escucharme la realidad, salió en defensa mía y se plantó entre mi sueño roto y yo. Y mientras ella no le tenía miedo a nada y menos ni a mi sueño roto, gritó con voz más enérgica que la mía:
- ¡¡¡Fuera de aquí, sueño roto!!!!

Por primera vez ví que mi sueño roto retrocedía del susto. Una cosa era meterse conmigo y otra con la realidad porque bien sabía mi sueño roto que la realidad es aquello que, incluso aunque dejes de creer en ello, sigue existiendo y no desaparece por nada del mundo. Y menos de mi lado, ahora que yo tenía a la realidad de aliada mía. Es así como mi sueño roto dió un paso hacia atrás y resignado me ordenó, de una manera educada, a que yo cerrara mis ojos. Como su voz no me amenazaba más, antes de cerrarlos le pregunté la razón para hacerlo.  

- No quiero que tú veas como yo salgo de tu vida - me hizo saber mi sueño roto. Pero antes de salir de mí, él se dió una vuelta por mi alma de arriba a abajo.

¡Ay! que dolor! Yo pude sentir como todo mi cuerpo temblaba, mis músculos se tensaban, mi respiración se entrecortaba. La sensación de morir duró un par de segundos; cuando abrí los ojos, mi sueño roto ya no se encontraba más a mi lado. Sólo había dejado sus esquirlas de sangre a los pies de mi realidad. 
Es así como la realidad tomándome de la mano me pidió que juntas barriéramos las esquirlas y las echáramos a la basura del olvido... ¿allí donde los amores antiguos mueren de hastío? No. Simplemente donde esos amores antiguos ya no tienen mas cabida en la realidad de mi presente. Mi pasado y futuro sonrieron agradecidos. A partir de ahora yo viviría bien despierta dándole la cara a mi realidad. Y aunque ésta no fuera perfecta, es la única que tengo. Vivo, amo, siento sin ningún sueño roto que pretenda dejarme sólo soñando entre penas, frustraciones y desconsuelos. 

Y tú, querido lector, ¿deseas que yo te regale mi sueño roto o prefieres querer esforzarte en ser feliz como yo? Y mientras mi pregunta flota entre tú y yo, mi sueño roto como tantos otros, tarde o temprano, terminan capitulando ante la realidad de la vida. Brindemos, pues, por la vida, pero en copas enteras para no cortarnos más nuestra querida alma en mil pedazos. 


MARiSOL