miércoles, 26 de abril de 2017

La trascendencia de Helena

 


Helena salió a pasear en una noche clara de luna llena mientras hacía equilibrio sobre su propia vida y le echaba una mirada al cielo pintado de estrellas. Hacía un rato atrás que había visto en televisión un documental de astronomía que le había impresionado mucho ya que en éste se mostraban a los telescopios más potentes de la Tierra; hasta la fecha se han conseguido detectar mil millones de galaxias. ¡Increíble!

A Helena lo que  más le impresiona no es tan sólo imaginar la cantidad astronómica de galaxias existentes en el universo, sino es, más bien, la imponente infinitud del espacio mismo, su profundidad y quietud lo que hace que éste se muestre en toda su magnificencia. Y, sin embargo, es un gran vacío. 
- No hay palabras para describirlo usando sólo nuestra mente - piensa ella. 
Y mientras Helena alza la mirada al cielo estrellado, se pregunta si no será que ese gran vacío con su millones de galaxias es, en realidad, el cuerpo de Dios y esa quietud no se manifiesta tan sólo en el universo, sino, más bien, dentro de cada uno de nosotros porque éste se muestra inmenso en su profundidad más no en su extensión.  

¡Ay! ¿no será que el tiempo y el espacio son sólo una ilusión? Helena mientras hace un esfuerzo por no caer al vacío de sus inseguridades, dudas y preguntas, piensa que el tiempo es la infinitud y el espacio la eternidad que se muestran dentro de uno. ¿No será que aquí se encuentra el quid del asunto? Y mientras Helena sigue haciendo equilibrio trata, no de manera racional, sino, más bien, usando su corazón abierto al mundo,  de entender que el espacio es  no sólo un reino inmóvil y muy profundo, sino que también el tiempo es la conciencia del eterno ahora.

Yo, por mi lado, trato de entender a Helena. Siento que ella no sólo hace equilibrio sobre su propio mundo, sino que se encuentra a un nivel que yo no logro alcanzarla ni siquiera con mi vasta imaginación. Y mientras termino de escribir este cuento, el tiempo y el espacio  se ríen de mí, mas no de Helena,  porque me dan a entender que ellos no son importantes, sino me hacen saber que propósito de nuestro mundo, no está sólo en el mundo mismo, sino en su trascendencia ... esa trascendencia que está más allá del mundo natural.

Desde su trapecio Helena me sonríe porque empiezo a entender, quizá porque por un segundo he salido de mis propios límites mentales. Quizás algún día logre trascender porque lo trascendente está asociado a lo inmortal y a lo esencial. La verdad que me encuentro a años luz de mi propia iluminación  y del esplendor luminoso de la luz incolora del vacío porque pongo resistencia a pensar en lo que, para mí resulta ser inentendible, por el momento. 

Y mientras yo ya no quiero escribir más de este tema, Helena sigue haciendo equilibrio. Ella mientras se balancea cuidadosamente y en silencio absoluto se da cuenta que ella se encuentra más cerca que yo de abrir, poquito a poco, el portal a otra dimensión (¿dónde Dios se encuentra?), sobre todo, cuando ella se esfuerza de aquietar su mente porque sólo hay ruido dentro de ésta. 
- Mejor dejar de pensar y más bien sentir - se dice a sí misma Helena mientras su corazón sonríe complacido. 
Tal vez, deba hacer lo mismo que ella para poder atravesar mis propios límites mientras hago equilibrio, por el momento, para no caer al vacío de mis dudas, inquietudes y preguntas.

MARiSOL





sábado, 22 de abril de 2017

Voces de embrujo





Érase una vez un niño llamado Juan Diego que andaba descalzo, hambriento, cansado y perdido en un bosque inmenso. Después de caminar sin rumbo, divisó no muy lejos de donde estaba, una casa grande, casi escondida, entre frondosos árboles. Unas luces le indicaron el camino a seguir. Juan Diego al acercarse a la casa y mirar por una  de sus ventanas, vió a muchos niños en un salón vestido de inmensos espejos. Los espejos, en cuestión, hacían que esa habitación se viera más grande de lo que era, y a su vez, se vieran más niños de los que realmente estaban allí jugando. ¿Cuántos había? No lo podía precisar. Lo importante eran las risas. ¡Eran tantas! Y si bien  a él lo llenaban de contento, vió con sorpresa que los niños ni hablaban ni reían, sólo sonreían entre sí . Al percartarse de la presencia de Juan Diego lo hicieron entrar en silencio mientras lo observaban a él detenidamente. Y así como los niños a él lo observaban, Juan Diego se percató que la sala no sólo era grande y espaciosa, sino que, en total, había niños (¡ninguna niña!) y sobre una mesa había diversos manjares y una grabadora... 

De pronto, un hombre grande y fuerte que sólo sonreía, entró a la habitación y mientras él apagaba la grabadora de donde salían las voces y risas infantiles, los niños amarraron al pequeño visitante de brazos y piernas. Luego, el ogro se volteó a mirarlo y con una sonrisa estremecedoramente cínica se le acercó con cuchillo en mano, le obligó a abrir la boca y le cortó la lengua rápidamente.  Después el ogro se la comió y, como por arte de magia, empezó a hablar mientras los niños lo aplaudían. 

Cuando el ogro se disponía ya no hablar sino a cantar, Juan Diego se despertó de su terrible sueño. La pesadilla lo había dejado nervioso. Después de prender la luz se levantó a tomar un poco de agua. Tenía la garganta seca. Aliviado de saber que contaba con voz y lengua se fue nuevamente a la cama. Tenía que descansar ya que faltaban sólo quince horas para la presentación de la ópera "El barbero de Sevilla" en la "Scala" de Milán.

 MARiSOL











 

jueves, 6 de abril de 2017

El espacio y yo




Normalmente solemos prestar atención a las cosas que se encuentran dentro de un espacio, esas cosas que lo ocupan, pero ¿por qué son pocos los que le prestan atención al espacio mismo? Muchos piensan que el espacio es sólo nada porque está vacío.
- ¡Noooooo! - gritó excitado el espacio - Nada más lejos de la verdad. Si dejas de percibirme sólo con tu ojos externos, no podrás verme en toda su verdadera dimensión.
Perpleja quedé. Casi sin voz y en un susurro le pregunté al espacio si él tiene cierta cualidad misteriosa.
Su respuesta no se dejó de escuchar. Retumbó en mi oídos:
- Sí, si tú sólo me percibes con tus sentidos, yo me convierto en un mero objeto de conocimiento. No me mires sólo con tus ojos, como cualquier científico, sino con el corazón.
- ¡No te entiendo del todo! - exclamé un tanto irritada. 
- No me conviertas en algo - me dijo seriamente el espacio. Mira,  ¿por qué, más bien, no me ves con otros ojos?
- Cuando te escucho siento que estoy ciega - le hice saber frustrada de mi ignorancia emocional. ¿De qué diablos me habla el espacio?
- En realidad yo no tengo existencia alguna, pero permito que lo demás si exista dentro de mí - me dijo el espacio. A continuación me hizo saber que normalmente los seres humanos cuando entramos a una habitación nos percatamos de lo que hay en ella como de sus muebles, paredes y ventanas, por ejemplo.
- Pues así yo entiendo el espacio - le respondí.
El espacio se rió graciosamente y luego me dijo que estoy equivocada. Debería aprender a verlo a él, al espacio, de otra manera. Mejor dicho, de sentirlo porque él es un portal que me puede llevar a otra dimensión. Cada centímetro suyo es un milagro vestido de silencio ya que ambos provienen de la nada ... esa nada que no debe producir miedo porque éste distorsiona la visión real del mundo.
- ¿Será porque porque yo  no soy del mundo y sólo estoy en él sin poderlo entender? - le pregunté tímidamente.
El espacio me miró largamente. Si bien yo estoy todavía lejos de llegar al Portal, sí me encuentro en el camino. En ese camino el espacio no es algo, es más bien la expresión de aquello que no está manifestado sólo en palabras o en una simple teoría, el espacio es aquello que vive dentro de ti porque no es extenso sino profundo como el universo mismo.
¿No será que el mundo en el que vivimos, ese gran espacio, no es que sea importante en sí, sino su trascendencia ... aquélla que está vinculada a atravesar algún tipo de límite entre lo físico y lo simbólico?
Comienzo a entender un poco más aunque miedo y resistencia ponga yo de mi parte. Mientras mi nacimiento y muerte son terrenales, algún día accederé a mi propia inmortalidad ... allí donde el espacio se abre espacio entre mi  alma y esa energía llamada Dios.

MARiSOL





Imagen sacada de Bing