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sábado, 22 de abril de 2017

Voces de embrujo





Érase una vez un niño llamado Juan Diego que andaba descalzo, hambriento, cansado y perdido en un bosque inmenso. Después de caminar sin rumbo, divisó no muy lejos de donde estaba, una casa grande, casi escondida, entre frondosos árboles. Unas luces le indicaron el camino a seguir. Juan Diego al acercarse a la casa y mirar por una  de sus ventanas, vió a muchos niños en un salón vestido de inmensos espejos. Los espejos, en cuestión, hacían que esa habitación se viera más grande de lo que era, y a su vez, se vieran más niños de los que realmente estaban allí jugando. ¿Cuántos había? No lo podía precisar. Lo importante eran las risas. ¡Eran tantas! Y si bien  a él lo llenaban de contento, vió con sorpresa que los niños ni hablaban ni reían, sólo sonreían entre sí . Al percartarse de la presencia de Juan Diego lo hicieron entrar en silencio mientras lo observaban a él detenidamente. Y así como los niños a él lo observaban, Juan Diego se percató que la sala no sólo era grande y espaciosa, sino que, en total, había niños (¡ninguna niña!) y sobre una mesa había diversos manjares y una grabadora... 

De pronto, un hombre grande y fuerte que sólo sonreía, entró a la habitación y mientras él apagaba la grabadora de donde salían las voces y risas infantiles, los niños amarraron al pequeño visitante de brazos y piernas. Luego, el ogro se volteó a mirarlo y con una sonrisa estremecedoramente cínica se le acercó con cuchillo en mano, le obligó a abrir la boca y le cortó la lengua rápidamente.  Después el ogro se la comió y, como por arte de magia, empezó a hablar mientras los niños lo aplaudían. 

Cuando el ogro se disponía ya no hablar sino a cantar, Juan Diego se despertó de su terrible sueño. La pesadilla lo había dejado nervioso. Después de prender la luz se levantó a tomar un poco de agua. Tenía la garganta seca. Aliviado de saber que contaba con voz y lengua se fue nuevamente a la cama. Tenía que descansar ya que faltaban sólo quince horas para la presentación de la ópera "El barbero de Sevilla" en la "Scala" de Milán.

 MARiSOL











 

jueves, 8 de octubre de 2015

"¡No soy un lobo feroz!"

http://www.patronesamigurumi.org/admin/uploads/patrones/imgPrincipal/Caperucita-Roja-y-el-lobo-principal.jpg 

Todos conocemos la versión de los hermanos Grimm del cuento "Caperucita Roja", pero pocos saben que originalmente este cuento de hadas de transmisión oral (difundido en la Europa medioval) fue escrito originalmente por el francés Charles Perrault. Este cuento titulado "Le Petit Chaperon rouge" fue incluído en un volumen de cuentos para niños en 1679. Luego los hermanos alemanes Wilhelm y Jacob Grimm reescribieron este cuento llamándolo "Rotkäppchen" con una versión más inocente que todos conocemos y le agregaron un final feliz. 

Bien, quiero hacerte saber que en ambos cuentos el mensaje era de que los niños no hablaran con personas desconocidas para no exponerse a peligros innecesarios, lo cual, en el fondo, no me parece nada mal ya que a los niños hay que prepararlos para la vida, sobre todo, cuando rondan seres malos que desean hacerles daño.

Pues bien, quiero hacerte saber, querido lector, que anoche el lobo, molesto con estos autores, se salió del famoso cuento, de un ejemplar antiguo que guardo entre otros libros de cuentos infantiles que tengo colocados en fila en un anaquel de mi biblioteca. Si bien el lobo me hizo saber que se han hecho muchas readaptaciones de este cuento ya sea colocándoles un tono humorístico y hasta erótico o también burlándose del lobo describiéndolo como un lobo asustado ante una caperucita insinuante, él sentó su protesta ante mí y me dijo:
-  Quisiera yo reescribir el cuento de "Caperucita Roja y el lobo feroz", pero como no me dejan, he optado por escaparme. Es que han deformado mi verdadera imagen por completo estos autores. ¿Quién ha dicho que yo como lobo soy malo? ¿Por qué tengo que ser yo el que se coma a la abuela de caperucita y también a la niña y luego el leñador me abre mi panza las rescata a ellas vivas y a mí me coloca piedras? Además, no entiendo por qué si soy tan malo no ataqué en el mismo bosque a caperucita en lugar de meterme en la cama de su abuela después de habérmela comido y luego comerme también a su nieta.  Y por si no fuera poco ¿por qué la madre de caperucita la mandó sola por el bosque en lugar de acompañarla? ¡Ay! estoy harto de ser el malo de este cuento.

El lobo como vió que yo no le tenía miedo, sino que atentamente lo escuchaba me pidió que yo fuera su caperucita. Pero como yo le contesté que yo ya no era una niña y mi inocencia se me había extraviado hace mucho tiempo, el lobo se transformó rápidamente en un hombre, por cierto muy atractivo y simpático,  y me devoró por completo de pies a cabeza mientras una chispa de pasión se encendía entre los dos habiendo podido incendiar todo el bosque.

Por cierto, al abrir, hace un rato atrás, el libro del cuento de caperucita, ví que todos los personajes: la misma caperucita roja, la abuela y el leñador buscaban al lobo por todo el bosque. Y cuando se dieron cuenta que yo los observaba supieron a donde se había escapado el lobo. Y mientras yo con violencia cerraba el libro, lo metía en un baúl y le ponía un candado pesado para que no me quitaran a mi querido lobo, él aulló de felicidad. Yo también. Y mientras disfrutábamos de tenernos el uno al otro repasamos juntos el diálogo que a él tanto le disgustaba repetir, pero ahora ya no (por motivos obvios, claro esta):
C - ¡Qué ojos más grandes tienes!
L - ¡Para verte mejor!
C - ¡Qué orejas más grandes tienes!
L - ¡Para oírte mejor!
C - ¡Qué manos más grandes tienes!
L - ¡Para abrazarte mejor!
C - ¡Qué nariz más grande tienes!
L - ¡Para olerte mejor!
C - ¡Y qué dientes más grandes tienes!.
L - ¡Para comerte mejor!

MARiSOL 


El final de este cuento termina diferente. En este vídeo el lobo huyó en lugar que el leñador le abriera la panza y le pusiera piedras después de haber rescatado a la abuela y a caperucita roja.
 



Imagen sacada de Bing