miércoles, 25 de abril de 2018

Premoniciones



Mientras toda premonición suele entenderse como la facultad de conocer algo con antelación a que suceda, Doña Clotilde se pregunta si esta capacidad suya se debe a la posibilidad de deducción o inducción o simplemente se debe sólo a sus locas ideas vestidas no sólo de falsas ilusiones, sino de recuerdos nostálgicos que le sonríen de manera forzada al futuro, a ese futuro que ya dejó de ser lo que ella se imaginó, sobre todo, cuando se le está acabando el tiempo, no sólo porque el tiempo ella lo malgastó, sino porque ahora el tiempo la malgasta a ella, sobre todo, cuando no cuenta con dinero propio para gastar a manos llenas. 

La verdad que Doña Clotilde ya no sabe qué pretende al observar desde otro ángulo a su propia realidad. "Mejor no saberlo todo con gran exactitud" - se dice a sí misma por simple cobardía. Pero, ¿es mejor sacar a la luz sus lamentos, exabruptos e irritaciones acumulados de manera desordenada en la inmensidad de su dolor mientras mis premoniciones se cumplen a pie juntillas? ¡Ay! este dolor, sin embargo, no guarda rencor alguno en mi alma (¿y en el de Doña Clotilde?), quiza porque el dolor siempre cumple lo que promete aunque ella ni yo así no lo desemos ni ahora ni nunca. Mas si yo empezara a hablar ... ¡Dios! tu propia integridad está en juego, querida Clotilde. No quiero verte ni perdida ni desamparada, mas estas premoniciones mías se hacen presentes una y otra vez. Son como deudas pendientes que se encuentran más en contacto con el hemisferio derecho de tu cerebro, ése que rige lo simbólico, intuitivo y creativo de tu alma. ¿No será que tu alma anda perdida y por este motivo, ya no tienes como antes más facilidad de conectarte con tu realidad invisible y no tangible? ¿Quién desvaría? ¿Tú o yo? Doña Clotilde no sabe qué responder mientras cuenta sus arrugas una a una en el espejo de su baño. De tanto ella mirarse (no por dentro, lamentablemente) no puede a mí verme y por esta razón mi voz se desvanece en sus oídos casi vacíos no haciendo caso a lo que yo le vengo diciendo desde hace tiempo. 

Yo pienso que, a veces, es difícil ponerle palabras a eso que uno intuye, quedando como una vaga sensación que sólo después, toma sentido a la luz de los acontecimientos que están por venir en el porvenir o en nuestro actual presente, sobre todo, cuando uno duerme, ocurren fenómenos relacionados con aspectos desconocidos, que de algún modo nos facilitan la entrada a otras realidades o estados. Pero, ¿será cierto que la mayoría de premoniciones están interconectadas con los sueños? ¿Será cierto que el lenguaje de los mismos está sujeto a un código personal que es metafórico y complicado de interpretar? Muchas veces no sé si se trata de un sueño corriente o de algo que va a suceder. En todo caso, Doña Clotilde ignoró mis señales. Lo que no me queda claro si es que fue de una manera premeditada o premonitoria. Pues, desde hace años un augurio o un vaticinio jugaba a ser una advertencia ... esa advertencia vestida de muchas monedas que tintineaban sin ton ni son y que pondría las barbas en remojo a cualquier mortal cuando vé que éstas se van reduciendo día a día. ¿Y qué hizo Doña Clotilde? Hizo lo que quizo con su vida sin hacer caso de mis premoniciones y, más bien, le cedió las riendas a su propia irresponsabilidad, que al final la inmovilizó y paralizó de miedo por más que ella a los otros les eche la culpa de la situación en la que se encuentra desde hace tiempo. 

Mi sentido común me dice que la pose forzada ante los otros de Doña Clotilde es lo que no le permite salir de su ensimismamiento. Aún así, mi voz guarda un canto a la compasión por más que yo sepa que debe haber un cambio radical en la vida de Doña Clotilde por el bien de ella misma y de todos aquellos que la conocemos. En especial, yo, puesto que soy su conciencia, esa conciencia que le sirve, por momentos, de almohada. Sólo espero que, tú, Clotilde, tomes conciencia de la realidad en la que te encuentras; sólo así habrás despertado a la vida sin premoniciones o con ellas de por medio. 

MARiSOL 


 

miércoles, 11 de abril de 2018

Pompa de jabón

Cuento de la vida real


Con paso vacilante caminas, hoy día, a mi lado y en silencio, mi querida pompa de jabón. Siempre temiste que hasta un simple soplo o sonido te destruyera en mil pedazos. Y así fue, al final de tus días. Y yo, en este momento, no puedo dejar de invertir unos segundos interminables y no sin cierto sosiego para simular alguien quien no soy ante ti, mi querida pompa de jabón. Y es que tú tenías miedo de explotar en cualquier momento.

Cuando pienso en ti, siento una punzada en el corazón. Es como si fuera un sinsentido que me apretara la garganta con absoluta firmeza una y otra vez. Tal vez existe en alguna parte de mi mente la posibilidad factible de nada ... esa nada que resulta demasiada llamativa mientras se intensifica mi vulnerabilidad a flor de piel bajo una triste perspectiva. Aquélla que sabe que tú, mi querida pompa de jabón en cualquier momento dejarás de existir. Ya lo has hecho desde que ya no te encuentras más en este mundo desde hace pocos días, sino en otro ...

Y mientras salimos ambas retratadas en unas pocas fotografías, ellas nunca quisieron saber de nefastas consecuencias. Y es que la idea de desaparecer del todo me asusta un poco. Quizá mis inquietudes no han tenido tiempo para reubicar los innumerables recuerdos compartidos contigo, querida pompa de jabón. Y mientras tú me preguntas con timidez desde tu mundo invisible si yo quiero comunicarme medianamente en una larga conversación con esos recuerdos de colores vestidos de un sentimiento auténtico llamado Amor, te digo que sí porque este sentimiento es fuente inagotable de reflexiones tan profundas como la misma eternidad, tan altas como el cielo infinito y tan grandiosas como el universo... ese universo que se convierte en caos cuando uno pierde, sin querer o a propósito, la fe y termina de reventar cual pompa de jabón ante los pies de nuestras vidas  como tú lo has hecho ante mi vida.

¡Ay! Querida Jolanta te recordaré siempre. Cual pompa de jabón frágil, única y vestida de sueños e ilusiones como la vida misma, tú reventaste ante mí, hace pocos días, y ante todos los que te quisimos. Yo aquí quedo triste con un ramo hermoso de flores que mañana depositaré en tu tumba mientras siento tu voz y tu risa a mi lado en este momento mientras te dedico estas palabras como señal de mi inmenso cariño y respeto hacia tu memoria.


MARiSOL


domingo, 8 de abril de 2018

Las malas lenguas

 



Las malas lenguas están totalmente alborotadas. Éstas se han reúnido una vez más no sólo para hacer intercambios verbales con cierta crueldad vengativa mientras inventan chismes, sino que éstas se entretienen no sólo en lanzar municiones a diestra y siniesta, sino que se dedican a criticar y hablar mal de otras personas (podrías ser tú, querido lector o yo). ¡Ay! Pero cuando sus argumentos no son consistentes, las malas lenguas se vuelven en personajes patéticos ante mis ojos y me imagino que ante los tuyos también. ¿O no? Al menos que tú dejes que la rabia te consuma y tu sed de venganza crezca minuto a minuto por culpa de ellas. En mi caso no es aí.

En el fondo, las malas lenguas sólo se dedican a descargar sus frustraciones y carencias en otras personas (seas tú o yo) porque nos quieren destruir a como dé lugar. ¡Ay! Las malas lenguas no lo pueden evitar; sus insultos no dejan de ser totalmente aberrantes; por no decir que ellas son bastante insensatas e inmaduras. Para ser sincera ellas son campeonas en soltar bufidos ruidosos carentes de toda cordura y de verdadera dignidad. La verdad que no vale la pena ni responderles. Yo te pregunto si tú eres capaz de quedarte mudo o muda como yo ¿o te da por gritar e insultarlas?

Créeme que lo mejor es ignorarlas. No sé si yo esté errada de pensar así pero pienso que mi silencio siente que se va a quedar sin pudor si cae en ser vulgar y chabacana. Yo prefiero no ponerme a discutir con las malas lenguas, no porque me crea superior. ¡No, nada que ver! Más bien me paro en seco y emprendo la retirada. Y no por cobardía, sino por sentido común porque éste me pide tener un poco de razón y compasión ya que si me pongo a hablar pestes sin ton ni son sobre otros (los conozca o no) como si esos otros fueran unos apestados, es bastante lamentable, ¿no lo crees?

Yo soy de la opinión que me sentiría pobre espiritualmente porque si yo sólo abriera la boca para injuriar a esas otras personas conocidas o desconocidas, la que terminaría realmente apestando soy yo porque ese veneno vendría de las mismas entrañas de mi alma enferma. Y de nada vale tener un alma llena de odio y rencor puesto que si bien es cierto que un cuerpo sano es algo bueno, un alma sana es más lo que toda persona, en su sano juicio, puede desear. ¿Y sabes por qué? Porque cuando hacemos nuestro cielo interno algo hermoso, las malas lenguas quedan fuera de éste ya que no allí tienen cabida alguna porque no pueden volar en éste. Por este motivo, dejemos a las malas lenguas volar por otros parajes que no sean los nuestros.

No sé cuántas malas lenguas me observan milimétricamente en este momento. ¡Qué importa! Lo más importante es no dejarse envolver por ellas, ¿no crees? Pues dejarse envenenar el alma y hacerse dependientes de ellas no es nada saludable. ¿Sabes? No me importa si nadie me entiende y tú tampoco pero buscar excusas no quiero. Simplemente deseo que me dejen en paz de hincharme con injurias, chismes y malas vibras. Me rebelo a envenenar mi alma y no por ser ingenua, sino porque quiero liberar mi alma de tanto bla, bla, bla barato y de bajo calibre.

Las malas lenguas se me quedan mirando. ¿Que debo hacer? ¿Actuar como ellas? ¡No, no puedo! Podré estar molesta con ellas pero prefiero tener otro lenguaje ya que caer en toda clase de desbarres y dislates o acogerme a una manera simplista o carecer de eficaz énfasis retórico sería lamentable. Las malas lenguas piensan así aunque yo misma no lo crea del todo quizá porque el mal uso de las buenas palabras nos muestran la ausencia de lógica con matices de una infeliz ignorancia cuando se trata no sólo de faltas de ortografía no sólo sobre el papel, sino sobre nuestra propia inteligencia cognitiva.
Las malas lenguas me miran nuevamente con rabia porque ellas saben que podemos pecar de arrogantes. Pero bien saben ellas que es todo lo contrario como yo pienso. En un momento de arrebato me gritan a coro:
- ¡Es el internet que por su pereza intelectual y cultural ha hecho perder un mejor lenguaje entre tú y yo!

¡Ay! así ellas escriban bien o no, prefiero no caer yo en el error de tener que tener que corregirlas ortográficamente, sino, más bien, prefiero que no piensen mal de mí aunque yo ya no tenga más ganas de hacerme cómplice de las malas lenguas porque ellas me hacen perder el verdadero significado de las palabras: Barbarismos, desbarres, redundancias, sinsentidos y demás barrabasadas. ¿O acaso tú sabes lo que estas significan? Las malas lenguas dicen que sí aunque yo diga lo contrario.


MARiSOL