lunes, 8 de septiembre de 2014

El acuario

 


Mi hijo Roberto de seis años tiene un acuario en su dormitorio. Se siente atraído por los peces, los corales y por el fondo del mar. De adulto será biólogo marino, me repite una y otra vez. Pues bien, el acuario es grande. Entre su padre y yo se lo instalamos hace pocos días atrás. Roberto escogió los peces. No son muchos, pero los cuida con cariño. Mientras les da de comer, les habla.
- Ustedes tienen mucha suerte. Siempre reciben alimento. Nada les falta. Tienen un acuario limpio y grande. Realmente son peces afortunados. ¡Quién sabe que sería de ustedes si vivieran en el fondo del mar! Quizás morirían por contaminación o serían comidos por un pez mucho más grande.
Los peces lo miran en silencio. No hay reproche en sus miradas. No conocen otro mundo, sólo éste, el del acuario.
- En el fondo, son peces felices, mamá. ¿Sabes?
- Mmmm ¿no lo serían más si vivieran en libertad? - le pregunto a mi hijo.
- Yo no creo que la libertad exista como tal - me responde mi hijo. 
- ¿Por qué crees esto? - le pregunto consternada.
- Porque yo creo que lo que sí existe es la búsqueda de la libertad, y esa búsqueda es la que nos hace libres, mamá. Y como mis peces no conocen lo que es la libertad, entonces no necesitan buscarla. ¿Y tú?
La respuesta de mi hijo me deja sin habla, sólo lo miro igual como uno de sus peces.
Mi hijo luego riéndose me dice que como yo soy Piscis igual que él, tenemos que ser felices igual como los peces de su acuario.
- ¿Y tu papá es feliz? - le pregunto curiosa de su respuesta.
- Por supuesto - me dice mi hijo. Aunque papá tenga otro signo zodiacal, él es feliz de tenernos en su acuario de vida.
- ¿La vida es para ti como un acuario? - le pregunto a mi hijo.
- Sí, nosotros somos como los peces  porque nadamos en el mar de la vida. Y el mar es el acuario más grande que existe, que yo sepa, mamá.

MARISOL