Mientras en el silencio caben todos los ruidos, el silencio se pregunta si no será porque él es el ruido más fuerte de todos ellos. Quizá sea esto cierto porque si bien, por un lado, el silencio es el elemento en el que se forman todas las cosas grandes, por el otro, nada fortifica tanto las almas como el silencio mismo porque el silencio es el sol que madura los frutos de tu alma o la mía, querido lector. ¿Será acaso que el silencio es como una oración íntima en que ofrecemos a Dios todas nuestras tristezas, dudas, miedos y preocupaciones?
Me pregunto si será cierto que manejar el silencio es más difícil que manejar la palabra cuando ésta sabe sólo a pura palabrería. Mientras la inutilidad de todas las palabras estén vestidas de pura charlatanería, prefiero sonreir y callar porque Dios es el testigo más importante de todos.
- ¿Y por qué? me pregunta el silencio.
Mi respuesta no se deja esperar. Le hago saber que hay otros tipos de testigos menos importantes como los que han visto bien, pero dudan de lo que han visto. Están también los que han visto mal, pero creen haber visto bien. Y por último, los que no han visto nada y aseguran haber visto todo.
- Ahora te entiendo mejor - me responde el silencio. Lo que valen son los hechos y no sólo las palabras, sobre todo, aquellas que suben como el humo o como aquellas otras que caen como la lluvia. Al aprobar su respuesta el silencio me hace saber que muchas palabras tampoco indican sabiduría.
- ¿Y qué es la sabiduría? - le pregunto al silencio. Su respuesta es contundente ya que me dice que no basta saber, sino se debe también aplicar. No es suficiente querer, se debe también hacer.
Después de escucharlo y entendido le pregunto si será cierto que saber que se sabe lo que se sabe y que no se sabe lo que no se sabe allí radica el verdadero saber. El silencio me sonrie. Y luego de una pausa me hace saber que hay una conexión importante entre la sabiduría y él, ya que a través de él me puede permitir la reflexión, la observación y la escucha profunda, lo que a su vez me puede llevar a una mayor comprensión y conocimiento. Y aunque no lo creas, resulta que, a veces, las respuestas más importantes no se encuentran en las palabras, sino en el silencio mismo, sobre todo, porque éste puede ser utilizado como una herramienta de comunicación como para enfatizar un mensaje, para permitir la reflexión o simplemente para ser un respiro.
Y es que un silencio bien empleado no sólo puede transmitir emociones, generar expectativas o incluso ser más elocuente que las palabras. Es más, la sabiduría no siempre se encuentra en la expresión verbal, sino que a menudo se puede descubrir a través del silencio. ¿Y sabes por qué, querido lector? Pues, porque es mejor guardar silencio si no puedes hablar sin gritar, sobre todo, cuando te sientas demasiado emocional para ser racional. También es saludable cuando las palabras que utilices puedan lastimar a un ser querido o a una buena amistad, incluso si tus palabras simplemente pueden ofender a alguien.
En conclusión... el silencio no sólo es ausencia de ruido, sino que es ese momento mágico en el que tu cerebro o el mío se relajan para poner en orden sus ideas porque cuando el silencio y la quietud van de la mano nos ayuda a entrar en contacto y procesar nuestras emociones ayudándonos de esta manera a no perdernos sólo en divagaciones. Lo mejor es no centrarse sólo en pensamientos negativos. Querido lector, ¿crees que es posible armonizarte, relajarte, serenarte y estar a gusto sin decir ni una sola palabra? Pienso que sí lo es, y además puede ayudarte tanto a ti como a mí a prevenir el estrés, la ansiedad, la irritabilidad, los dolores de cabeza, nos ayuda a reforzar el sistema inmunológico y mejorar nuestro estado de ánimo. Pienso que la mejor manera de hablar sobre comunicación es sondear en el silencio como pausa relexiva para ayudar a valorar el mensaje que no sólo se nos da, sino que nos permite un espacio de diálogo sincero con uno mismo por tratarse de un silencio espiritual ya que nos ayuda a unificarnos por dentro y a relacionarnos mejor con los demás. ¿Y sabes por qué, querido lector? porque no es el silencio el que te dará sabiduría, sino tu conciencia, aquélla que hace la distinción entre el bien y el mal.
MARiSOL