jueves, 1 de enero de 2015

Mi reloj de vida



El reloj que tengo colgado en mi biblioteca me está poniendo nerviosa porque su tic tac no me deja concentrarme en leer un libro que ya estoy por acabar. Me falta sólo el último capítulo. Antes el reloj no me molestaba, pero desde hace pocos días que su sonido se ha vuelto más fuerte o de pronto no es así, sino que a medida que yo me hago más mayor, mis oídos están más sensibles. Pues bien, ya cuando yo estaba dispuesta a sacarle la batería, me pidió el reloj suplicante que no lo hiciera, porque si no se moriría. Más bien, me sugirió que lo llevara a otra habitación  y que después de leer que lo volviera a colgar en su mismo lugar. Le hice caso. Pero cuando regresé a la biblioteca, el Silencio se hizo presente y me dijo:
- Como ahora ya no escuchas al tic-tac de tu reloj de pared, escucharás, en su lugar, a tu reloj de vida.
- No te entiendo. ¿Cuál es ese reloj?  - le pregunté desconcertada mientras el libro, que aguardaba impaciente a que yo lo tomara entre mis manos, para seguirlo leyendo, tampoco entendía la pregunta que me hacía el Silencio.
El Silencio nos miró a los dos, pero la respuesta iba dirigida a mí:
- Como no sabes cuál es el reloj de vida, te lo diré. Se trata de tu corazón. ¡Alégrate que éste te funcione! 
Luego él me pidió que yo cerrara el libro por un momento. Y al yo preguntarle por qué debía de hacerle caso, me dijo:
- Es hora que escuches a los latidos de tu corazón porque ellos tienen algo que decirte.
Después de cerrar yo el libro, escuché nítidamente a mi corazón hablar:
Tienes la suerte de ser un ser humano porque para un reloj común y cualquiera, sea barato o caro (esto no importa), todos los días son iguales, pero para ti, no. Es más, alégrate de oírme sonar de manera vigoroza porque significa que no sólo bombeo sangre de manera precisa, sino que ...
Me levanté de golpe. No quería escuchar al Silencio. ¡Ahora no, por favor! Así que cuando fuí a buscar al reloj de pared, que había colocado sobre un sillón, ubicado en la sala (al lado de la biblioteca), al levantarlo, me sonrió. No había nada que explicarle ya que él también había escuchado las palabras del Silencio.
Después de colgar a mi reloj de pared en su sitio, le pregunté si es cierto que cada día es igual para él, a lo que él me contestó:
- Ahora ya no, porque ahora tú me prefieres a mí que al Silencio, ¿no es cierto?
- Sí, es verdad. Pero no se trata de evitar que el Silencio no venga a mí, sino que prefiero escuchar tu tic tac, y no sólo el mío mientras leo. 
Y después de decir esto, abrí mi libro, quien me sonrió agradecido y mi reloj de pared también.

MARiSOL




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