martes, 22 de diciembre de 2020

Las cinco velas del Amor



Quellbild anzeigen

"¡Ay, Dios! mi fe anda de viaje desde hace un tiempo atrás y por más que yo la llamo, ella no viene a mí. O acaso, ¿vino cuando yo andaba distraída y no la ví? ¿Por qué será que me siento así tan llena de dudas que me perturban? Luz necesito, en este preciso momento, para dejar esta oscuridad que me rodea. Derrama tu luz sobre mí para poder quitar las piedras que veo delante de mi camino que se encuentra en tinieblas desde hace varios meses"

Con estos pensamientos se durmió Iris.  Y al despertarse lo hizo sobresaltada. Aún era de madrugada y la noche estaba en completa oscuridad. Esa oscuridad que no puede sacarnos de la oscuridad porque solo la luz puede hacerlo. Pero es que hay noches donde Iris enciende la luz para no  ver su propia oscuridad en el fondo de su alma. Esa oscuridad que, desde hace ya tiempo, la ha tomado entre sus brazos y baila con ella por más que ella no quiera. Y es que la oscuridad obliga a Iris a bailar a su lado rápidamente. El vértigo que ella siente le da ganas de llorar y gritar a la misma vez. Y es que las preocupaciones, vestidas de oscuridad, han hecho nido en su mente. Si bien las preocupaciones acaban por comerse unas a otras y con el tiempo desaparecen, Iris está llegando al límite de sus fuerzas. 
 
Contarte sobre las preocupaciones que aquejan a Iris, no viene al caso. Sería sólo saciar tu curiosidad. Esa curiosidad que es insubordinación en su forma más pura. En realidad, lo que ella desea es que en su corazón se cuele un rayo de luz. Esa luz de esperanza que nos acompaña, sobre todo, en época de Navidad. Todo se viste de luz, las calles iluminadas con sus luces navideñas que las decoran de manera mágica, sin dejar de mencionar a las luces que decoran los árboles navideños. ¡Ay! es que el significado de las luces navideñas (sean velas o luz eléctrica) está relacionado con el nacimiento de Jesucristo ya que simboliza la llegada de la luz a un mundo vestido de tinieblas que necesita de su salvación.
 
En esta parte del globo terráqueo, en el hemisferio norte, Diciembre es el mes más oscuro del año con los días más cortos. Y por este motivo, se suelen prender velas para darle calidez a los hogares. Es así, como cuatro semanas antes de la llegada de Navidad, se usan también cuatro velas en la corona de Adviento, uno de los símbolos de Navidad. 
 
¿Sabías que cada vela tiene un color y un significado diferente? La primera vela en ser encendida es morada donde estaríamos mostrando nuestro arrepentimiento y solicitando el perdón.  Y  mientras Iris enciende la primera vela de adviento dice esta oración:
Enciendo, Señor, esta luz, como aquella que enciende su lámpara para salir, en la noche, al encuentro del amigo que ya viene. En esta primera semana de Adviento quiero levantarme para esperarte preparada, para recibirte con alegría. Muchas sombras me envuelven. Muchos halagos me adormecen. Quiero estar despierta y vigilante porque tú traes la luz más clara, la paz más profunda y la alegría más verdadera. ¡Ven, Señor Jesús!
 
Pero, si Iris no hubiera podido comprar una vela morada, sino una vela amarilla, ésta última la hubiera podido usar también el primer domingo de Adviento. La vela amarilla confirma nuestra fe en Cristo Nuestro Señor. Y la oración sería la misma. 
 
Al llegar el segundo domingo de Adviento, Iris prendió una vela verde que significa esperanza que al igual que las ramas de la corona representan la vida eterna.  Y si ella no hubiera podido conseguir una vela color verde, la hubiera podido sustituir por una vela color azul celeste que significa aceptar la justicia de Dios. Ese segundo domingo Iris dijo la siguiente oración:
Los profetas mantenían encendida la esperanza de Israel. Yo, como un símbolo, enciendo estas dos velas. El viejo tronco está brotando y se estremece porque Dios se ha sembrado en nuestra carne. Que cada uno de nosotros, Señor, te abra su vida para que brotes, para que florezcas, para que nazcas y mantengas en nuestro corazón encendida la esperanza. ¡Ven pronto, Señor!, ¡Ven Salvador! 
 
Luego, al hacerse presente el tercer domingo de Adviento, Iris prendió una vela rosada para así simbolizar la alegría que sentimos por la llegada de Cristo.  Y mientras ella encendía las tres velas, y se concentraba en la última de color rosado, dijo esta otra oración:
En las tinieblas se encendió una luz, en el desierto clamó una voz. Se anuncia la buena noticia: ¡El Señor va a llegar! ¡Preparen sus caminos, porque ya se acerca! Adornen su alma como una novia engalana el día de su boda. Ya llega el mensajero, Juan Bautista no es la luz, sino el que nos anuncia la luz. Cuando encendemos estas tres velas cada uno de nosotros quiere ser antorcha tuya para que brilles, llama para que caliente. ¡Ven Señor, a salvarnos, envuélvemos en tu luz, caliéntanos en tu amor! 
 
Es así que cuando llegó el cuarto domingo de Adviento, Iris encendió no sólo las tres velas anteriores, sino que también la cuarta, una vela roja, para confirmar nuestro amor incondicional a Dios Nuestro Señor y él a nosotros. Y aunque la fe de Iris estuviera tambaleante, aún así ella recitó esta oración:
La Virgen y San José, con su fe, esperanza y caridad salen victoriosos en la prueba. No hay rechazo, ni frío, ni oscuridad, ni incomodidad que les pueda separar del amor de Cristo que nace. Ellos son los benditos de Dios que le reciben. Dios no encuentra lugar mejor que aquel pesebre, porque allí estaba el amor inmaculado que lo recibe. Nos unimos a la Virgen y San José con un sincero deseo de renunciar a todo lo que impide que Jesús nazca en nuestro corazón.
 
Antes de terminar con este cuento, te hago saber, querido lector, que el 25 de Diciembre, Iris encenderá también otra vela, de color blanco, colocada en el centro de la corona. Con esta vela, que representa la pureza,  estaríamos representando la llegada y presencia de Jesucristo, al que estaríamos dándole la bienvenida. Por este motivo, aunque cada uno de nosotros viva con problemas por resolver y tengamos todos una gran preocupación en común desde hace varios meses, aún así Iris se ha prometido a sí misma que celebrará su Navidad lo mejor que pueda. Ház lo mismo tú también, querido lector. A pesar del miedo al Coronavirus y de la pandemia, ahora más que nunca no debemos olvidar el verdadero sentido de la Navidad.
 
MARiSOL