miércoles, 23 de septiembre de 2015

El verdadero saber


Arturo no sólo domina el arte de hacer preguntas razonablemente, sino que sabe también escuchar con atención a toda aquella persona que quiera hablar con él. Demás está decir que él sabe responder serenamente a las preguntas hechas no importando cuán inteligentes éstas sean y también él tiene el don de saber callar, sobre todo, cuando no tiene nada que decir.

Pues bien, Arturo se encontró, hace un rato atrás, a su nieto, José, sentado frente a un río cercano de la casa de sus padres. Había llegado hasta allí porque quería estar solo para poder tranquilizar su alma. Si bien en casa no tenía mayores problemas con su hermanita menor ni tampoco con sus padres, en el colegio, sí que tenía un gran problema y era el de no tener amigos.

Arturo, al ver a su nieto pensativo, se le acercó y se sentó a su lado para preguntarle qué le pasaba a lo que José le contestó que no sabía qué hacer para ganar amigos en el colegio.
- ¿Por qué crees que ningún niño quiere ser tu amigo? - le preguntó su abuelo mirándole fijamente a los ojos mientras sus palabras salían de su boca de manera tranquila.
- Yo creo que es porque me tienen envidia - respondió su nieto con voz segura. Pero para Arturo la voz de su nieto sonaba muy arrogante.
- Pero, ¿de qué? - le preguntó Arturo a su nieto.
- Pues, porque soy el alumno más inteligente de mi clase, por no decir de todo mi colegio - respondió José con voz altanera.
Arturo, después de guardar silencio por un momento, le recomendó a su nieto que dijera la misma frase pero con otro tono de voz.
- Pero, ¿para qué? - preguntó desafiante el niño.
- No seas necio - le respondió su abuelo. Y luego le pidió nuevamente a su nieto que repitiera la misma frase pero con otro tono de voz. Pero viendo que José no podía, su abuelo le hizo saber lo siguiente:
- No confundas conocimiento con sabiduría.
- Acaso, ¿no es lo mismo? - preguntó José intrigado.
- Pues, pensé que eras más inteligente que yo - rió el anciano. Déjame decirte que el conocimiento es lo que te ayudará, en un futuro, a ganarte la vida, pero la sabiduría es la que nos ayuda a vivir. Y por lo que yo veo, tú no sabes vivir de buena manera.
José lo miró no sólo molesto, sino que empezó a quejarse de cuán desgraciado era al no tener amigos. Sólo su hermanita y sus padres lo podían entender, porque estaban embelezados con su gran inteligencia. Y le consentían cualquier capricho o cambios de humor.
El abuelo le hizo saber que en lugar de lamentarse, lo que tenía que hacer era ponerse a reparar el daño hecho de manera alegre.
- No te entiendo - le dijo el niño.
- Muy sencillo. Escucha con atención lo que te voy a decir: Si te quieres mantener necio, seguirás siendo antipático ante los demás alumnos de tu clase y colegio. Pero si quieres encontrar la sabiduría, entonces cambia de actitud. Deja tu arrogancia de lado y comparte tu conocimiento con los demás, pero sin herir los sentimientos de los demás, sin hacer sentir a nadie menos que tú. Además, una cosa es saber y otra saber enseñar. Yo te pregunto si no quieres difundir luz.
- Acaso, ¿soy una persona oscura? - le preguntó José, un tanto inseguro, a su abuelo materno.
- Sí; tu arrogancia te vuelve una sombra ante los demás. En ti está el querer ser lámpara que emite luz o ser el espejo que la refleja. Tú escoges.
José miró pensativo a su abuelo. Empezaba a entender ... era mejor ser lámpara que sólo un espejo.
Luego su abuelo le dijo que mientras él (José) se sintiera que estaba de vuelta de todo ante los demás, lo único que alcanzaría sería a no ir a ninguna parte con su insana actitud. Es más, no basta tan sólo alcanzar la sabiduría, lo más importante, es saberla usar, pero no en contra de los demás.
José empezaba a darse cuenta de lo errado que había actuado hasta el día de hoy. Ahora entendía por qué no tenía amigos. Tenía que dejar de ser un niño arrogante.
Arturo con voz suave le dijo que todavía estaba a tiempo de llegar a la sabiduría porque sus puertas nuncan permanecen cerradas.
José admitiendo su arrogancia como un gran problema, se dió cuenta que sólo entendiendo el significado de la sabiduría podría obtener la tranquilidad del alma y de paso obtener amigos en su escuela. Y al pensar en estas palabras, se bajó de su pedestal para abrazar a su abuelo.


MARiSOL







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miércoles, 16 de septiembre de 2015

La mariquita de la buena suerte

 


Érase una vez una mariquita que se cansó de ser la mensajera de la buena suerte. Sus motivos tenía ya que casi todo el mundo le pedía y pedía, pero no le daban nada a cambio. Por este motivo esta mariquita estaba viendo la posibilidad de cambiar de mundo porque en el cual ella se encontraba le había dejado de gustar. Mucho egoísmo encontraba por todas partes y esto la tenía más que fastidiada. Se negaba a ser la portadora de la buena suerte. Así de simple. La mariquita se había puesto en huelga de buenas a primeras. Y yo era testigo de su decisión.

Para tu conocimiento, querido lector, te cuento que en Suecia, p.e. la mariquita trae buena suerte con la búsqueda del verdadero amor. En el Asia la consideran mágica. En Bélgica se cree que si una mariquita se posa sobre la mano de una joven, ella se casará dentro de poco tiempo. En Francia se consideraba, hace ya cientos de años atrás, a las mariquitas como insectos de muy buena suerte, sobre todo, con respecto a enfermedades. Si una mariquita aterrizaba cerca de uno, entonces, cualquier enfermedad se la llevaba ella como por arte de magia.

También se les conocía a las mariquitas en la Edad Media como los "escarabajos de Nuestra Señora"  ya que las alas rojas representaban el manto de la Virgen y los puntos negros eran un símbolo de sus alegrías y sus penas.

En fin, podría contarte más leyendas, pero quiero centrarme en nuestra mariquita. es así como después de acercarme  a donde ella se encontraba (por cierto, nuestra amiga se encuentra en mi jardín sobre una margarita con un mini telescopio), le pregunté:
- ¿Qué es lo que estás buscando desde hace tiempo? 
- Un mundo donde la suerte no juegue ningún papel importante - me contestó con voz tranquila la mariquita.
- ¿Y por qué no te quieres quedar en este mundo? - le pregunté.
- Pues, porque yo no puedo vivir sólo haciendo huelga. Quiero vivir sin presiones, sin exigencias. Seguramente más de una mariquita querrá unirse a mi deseo de salir de este mundo.
- Pero, yo veo imposible que puedas cumplir este deseo tuyo - le contesté seria y sin ánimo de burlarme de ella.
La mariquita me miró triste. Sabía que yo, en el fondo, tenía razón.  Al verla así desconsolada le dije:
- Quédate en mi jardín todo el tiempo que quieras. Yo no te pediré nada a cambio. Y cuando arremeta el frío o llueva mucho puedes vivir en mi casa si te apetece.
- ¿En serio? - me preguntó incrédula la mariquita.
- Es cierto que la suerte es como una flecha lanzada que hace blanco en el que menos la espera no importando si ésta es buena o mala. Pero más que suerte, hay que tener la habilidad de aprovechar las ocasiones favorables y no esperar a que tú entres en acción para traer buena suerte.  Yo confío más en el propio esfuerzo o trabajo que en la suerte - le contesté finalizando la conversación.
La mariquita al pensar que realmente yo no quería nada de ella, me sonrió agradecida. 
Lo que yo no le dije era que teniéndole a ella a mi lado, la buena suerte estaría siempre de mi parte. Y ahora la necesitaba más que nunca. Mis motivos tengo ... Sé que soy egoísta. Pero, si yo no le pido nada, la mariquita no se sentirá usada. ¿No crees?

Sin embargo, la mariquita no es tonta. Por el momento sólo quiere vivir tranquila porque necesita tanquear nuevas energías para decidir si quiere seguir llevando o no la tan deseada buena suerte por todo el mundo. Es así como la mariquita se quedará viviendo en el jardín y luego en casa de su nueva amiga ya que ella no ha nacido estrellada; más bien, su nueva amiga ha nacido con una estrella. O mejor dicho, la mariquita ha visto que en el corazón de su nueva amiga brilla la estrella de su destino, lo que le facilita a ella (a la mariquita) la tarea de darle buena suerte.

MARiSOL 






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domingo, 13 de septiembre de 2015

Bendita tranquilidad




Una bendita tranquilidad tomó asiento, hace un rato atrás, al lado de Nereida para hacerle saber que llegó la hora de asegurar su paz interior y exterior. Y mientras la sabiduría de la bendita tranquilidad le va hablando suavemente a Nereida, yo tiemblo. A esa clase de tranquilidad no la quiero a mi lado. Por el momento no.

Y mientras la bendita tranquilidad me mira en silencio, yo pienso que el cuerpo de Nereida no es más que una apariencia porque en éste esconde su propia realidad ... esa realidad que es, al fin y al cabo, su alma o acaso, ¿también la mía? Nereida me mira fijamente. Somos dos en una porque ella es mi "alter ego".

- ¿Y qué hay de mi alma? ¿Está tranquila o intranquila? - le pregunto a Nereida.
- Quizás debas tú llenarla con un poco de eternidad porque la eternidad es tranquila - me responde Nereida con voz serena.
- ¡No! - sale un grito de mi garganta. No, no, no.
Nereida sabe que mis preguntas tienen respuestas que sólo la eternidad me las podrá responder llegado su momento. Ahora es muy pronto, pienso yo. Cuando la eternidad venga a tocar la puerta de mi alma, podré entenderla del todo. Allí donde la bendita tranquilidad espera por tí, por mí, por todos.
- ¡Por ahora la quiero tener de lejos! - le digo a Nereida con voz firme. Ella mientras me sonríe, sabe a lo que yo me refiero.

Si bien tanto Nereida como yo buscamos nuestra felicidad en la de los demás, no pretendemos que ésta sea demasiado grande porque de lo contrario no podríamos sentirnos, del todo, tranquilas.

Al darse cuenta la bendita tranquilidad que aún no es el momento para llevarnos a su mundo, nos deja en nuestra realidad, a mi "alter ego" y a mí tranquilas para que ambas podamos desenredar nuestros propios nudos mientras reflexionamos sobre nuestras vidas, sobre la vida misma, y sobre este mundo que de tranquilo no tiene nada. Y aunque esta idea no me guste, procuro mantenerme tranquila mientras de lejos veo como me guiña un ojo (a Nereida también) la bendita tranquilidad.

MARiSOL






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