miércoles, 26 de agosto de 2015

La ausencia de Amanda



Mientras Amanda camina por la orilla de una playa sabe que, a pocos metros de ella, va siguiéndole la ausencia ... esa ausencia que no es nada cuando realmente se ama. ¿Será, acaso que la ausencia es una tentación que nos pone a prueba mientras el tiempo observa como la ausencia va reduciendo, de a pocos, las pequeñas pasiones y ve cómo van aumentando las grandes dentro del pecho de Amanda? Y es que su pecho está por reventar de dolor porque ha tomado conciencia que la felicidad y el amor se esconden en el fondo del mar ... en ese mar lleno de dudas y preguntas aunque las respuestas y acertijos los vaya develando, lentamente, a nuestra amiga y ella tenga que inclinarse ante éstos y reconocer que la vida, más de una vez, nos trae sorpresas ... no necesariamente agradables.

La ausencia si bien no deja huellas en la arena, sí las ha dejado bien marcadas en el alma de Amanda. Y es que ella cuando piensa en  Federico, su gran amor, lo hace sin odio porque se ha enterado que él, desde hace poco tiempo, está ausente de este mundo ... vive en el suyo propio donde ni Amanda ni nadie tiene cabida en él. Y, sin embargo, ella siente que Federico la llama, la busca entre sus recuerdos y se aferra a ella como quien se aferra a una tabla de salvación para poder seguir en vida en este mundo aunque él ya no quiera pertenecer a éste.

¡Qué extraña sensación estar segura de lo que siente Amanda! La ausencia es Federico quien camina a su lado a donde quiera que ella vaya. Y así él no esté del todo cuerdo o, por momentos, tenga pérdida pasajera de su propia conciencia, Amanda no es nadie para juzgarlo. Tal vez es hasta mejor estar fuera de este mundo aunque ella prefiera tener los pies bien firmes no sólo sobre la arena, sino sobre la realidad que la rodea así ésta le cause dolor.

Y mientras Amanda camina por la playa pensando en Federico, él le escribe cartas de amor desde su celda ... esa celda que nunca debe ser abierta para que no se escapen ni sus demonios ni sus luchas internas ni sus miedos pero que los soporta con estoicismo a base de tratamiento psiquiátrico y medicamentos. 

Y mientras Federico imagine a Amanda como a su ángel guardián y ella sepa  que la ausencia que la sigue es Federico, yo aquí te digo, querido lector, que la ausencia no se prueba, sino sólo se siente. ¿Y sabes por qué? porque mientras Amanda y Federico los una ese sentimiento de amor de no tenerse el uno al otro, yo sé que la felicidad y el amor no es preciso tenerlos, sino sentirlos dentro del fondo de uno mismo para seguir caminando no sólo a la orilla de cualquier playa, sino de la vida. 



MARiSOL










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