viernes, 1 de junio de 2018

Lo indescriptible



Lo indescriptible me tomó de la mano aunque yo no quiera ya que, la verdad, es tan grande, intenso e impresionante que no puede ser expresado o descrito con simples palabras quizá porque mis palabras (igual como las arrugas de mi piel) son ese indescriptible que procede de mi alma, ese alma por lo que vivo, siento y pienso. 

La verdad que lo indescriptible genera una gran fascinación  porque no sólo porque éste no se puede fácilmente describir, sino porque aunque esta palabra sea un adjetivo, tenga cinco sílabas, tenga un acento prosódico (sin tilde) en la sílaba: ti, posea un total de cinco vocales: i e i i e y un total de nueve consonantes: n d s  r p t b l y al revés la puedas leer como "elbitpircsedni",  es también indecible, inenarrable, inefable e inexplicable.

Bien, como mis palabras se han quedado sin voz porque se encuentran tragadas por lo indescriptible, yo prefiero no forzar nada. Dejo, más bien, que lo indescriptible me tome de la mano, una vez más, me mire a los ojos y me diga en silencio qué es lo que debo hacer o dejar de hacer aunque este adjetivo no tenga ninguna descripción alguna porque la descripción, al fin y al cabo,  es la acción y efecto de describir. Es decir, la descripción no sólo aporta información sobre alguien o algo, sino que es una representación de alguien o algo a través de la palabra. 

Quizá lo más importante es tener en cuenta que toda descripción resulta, a la larga, inevitablemente subjetiva ya que se encarga de representar mediante el lenguaje oral o escrito los aspectos parciales de cómo una persona observa e interpreta la realidad, esa realidad que nos hace saber que el cuerpo humano no es más que pura apariencia mientras que nuestra alma esconde nuestra realidad. Por lo menos la mía, no sé si la tuya también. 


MARiSOL