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jueves, 30 de septiembre de 2010

Las palabras de Norma

http://3.bp.blogspot.com/_G0takT_c2xs/TKKCgNem44I/AAAAAAAAAfo/elJeljaitdE/s1600/pensando%5B2%5D.jpg¿Por qué César no encontraba paz interior? Lo tenía todo... mejor dicho, casi todo. Por dinero no se preocupaba, pues tenía una casa en la ciudad, un departamento en la playa, un auto deportivo del año y dos millones de euros en su cuenta bancaria.   En cuanto a viajes... ¡uf! había perdido la cuenta de cuántos hasta la fecha había realizado.  César estaba cansado de volar, casi siempre, en "Business class" por motivos de trabajo. Pero, en el fondo, a él le gustaba lo que hacía: a sus treinta y ocho años ya era manager de una empresa de productos químicos. En su trabajo no solamente se sentía importante, sino que así se olvidaba de la ausencia de Norma... su gran amor desde la infancia.

Pero ahora que César se encontraba recordándola, comenzó a llorar. Un mar de lágrimas comenzó a salir de sus ojos y al mezclarse con el agua del mar que tenía delante de él, una suave brisa marina vestida con una voz que le resultaba familiar le susurró al oído:  ¡Vuélvete a enamorar, César! ¡Házlo por mí y, sobre todo, por ti! ¡Cásate de vuelta y tén hijos! Mereces ser feliz. ¡Vuélvele a sonreir a la vida! ¿Me lo prometes?

¡Era la voz de Norma! Pero, ¿cómo era posible?
Norma había llegado al lado de César para tocarle el alma con sus palabras. Después de llorar, César se levantó con los ojos enrojecidos y caminó casi una hora al lado del mar en silencio absorto en sus pensamientos. La experiencia hecha había sido tan intensa que  al regresar a su departamento, se  abrazó a un vestido de Norma que él había guardado y aspiró aquel perfume que ella usó antes de morir en sus brazos.

Hacía poco más de un año que Norma había sido víctima de leucemia igual que su  abuela materna. Curiosamente antes que Norma lanzara su último suspiro, ella le había dicho  a su esposo las mismas palabras dichas en la playa. 

Si bien Norma seguiría viviendo en el corazón de César, sin lugar a dudas, ella tenía razón... Era hora que él cumpliera con la promesa que le hizo  antes que ella partiera para siempre de su lado.

Marisol



viernes, 23 de julio de 2010

En la playa

Ellos se habían conocido en una playa solitaria de una hermosa isla griega. Los dos traían un equipaje de muchos sueños rotos. Y habían llegado desde diferentes países a este lugar para calmar sus desilusiones amorosas. Buscaban una luz de paz que los guiara por el camino de la vida sin tanto sufrimiento en sus corazones, por momentos, atormentados. Ambos querían volverle a sonreir a la vida, pero no sabían cómo.



¡Quién iba a decir que sus miradas se cruzarían, sus bocas y cuerpos se unirían solamente por un día y una noche Al despedirse recién se preguntaron por sus nombres. Apellidos no se dieron. Era mejor así. Ambos, sabían que un deseo extraño los había consumido como un fuego devorador en este encuentro inolvidable. Nunca lo olvidarían, porque lo vivido seguiría existiendo en sus sueños.

Dos años  después, él llegó con su guitarra a esta playa solitaria -en un día de verano- para pensar en ella. Y cual sería su sorpresa... allí estaba ella con el mismo vestido rojo que le conoció aquel día. Sus miradas se sonrieron agradecidas porque ambos sabían que esta vez sus bocas y cuerpos se unirían una y mil veces más. Después de besarse se dijeron sus apellidos.

Marisol

viernes, 5 de marzo de 2010

La piedra de Sofía


Después de mucho tiempo Sofía llegó sola a la playa de sus recuerdos... a esos recuerdos que sabían a él.... Salió temprano de casa. En su auto llevaba una silla plegable, una sombrilla, sus pinceles, papel para pintar en acuarela, una botella grande de agua y varios bocadillos. Después de viajar dos horas desde su ciudad, estacionó el auto cerca de la playa. Al bajar del auto sacó todo lo que traía, luego se quitó los zapatos  para sentir la arena bajo sus pies y caminó en dirección de la orilla. Ya cerca de ésta instaló la sombrilla, desplegó su silla cerca de una piedra grande y sobre ésta puso su canasta. Cuán grande sería su sorpresa al encontrar cerca  de esa piedra otra más pequeña con forma de corazón.  Luego de guardarla en la canasta, se puso a pintar.

Y mientras las horas pasaban, las olas le hicieron recordar tiempos idos... No lloró porque el mar le pidió que no lo hiciera. Quería verla sonreir. Motivos tenía ella para ser feliz. Pero,  ¿por qué Sofía sentía el corazón por momentos muy triste? Si bien contaba con un buen esposo, cuatro hijos, cinco nietos, buenas amistades, dinero y salud, sentía que le faltaba algo... 

http://farm2.static.flickr.com/1139/540616173_8b27183371.jpg
A sus 70 años Sofía pensó que ya era hora de encontrar paz en su alma... Y sintiéndose en deuda con la vida Sofía sacó la piedra-corazón de su canasta y, después de darle un beso, la lanzó al mar... Luego después cuando terminó de pintar su cuadro, caminó un rato por la playa de sus recuerdos. Antes de regresar a casa, llamó a su esposo. Él la esperaría para cenar juntos.  

Hace pocos días cuando me encontraba en mi bote pescando, el mar me contó  que un día después que Sofía estuviera en la playa un hombre ya anciano  llegó allí. Y  él, el mar, al reconocer a ese hombre - después de tantos  años sin verlo- hizo rodar la piedra-corazón hasta  la orilla.

Yo curioso le pregunté al mar:
-Quién era ese hombre?
-Un antiguo amor de Sofía. Se quisieron mucho, pero por diversos motivos la relación se acabó. Que yo sepa él vive en el extranjero.
El mar sabía más, pero no quería dar más información. Lo entendí, sin embargo, le pregunté:
-¿Y qué hizo ese hombre con la piedra?
El mar muy serio me contestó:
-Se la metió al bolsillo. Luego cerró los ojos un momento.
-Y, ¿por qué? Mi curiosidad iba en aumento. 
-Seguramente estaba pensando en Sofía. Dijo el mar en un suspiro. Y calló.

Después de pescar, regresé a casa. Y mientras abrazaba a mi esposa embarazada de ocho meses le dije que si teníamos una niña que se llamara Sofía. Curiosamente mi esposa aceptó después que le conté esta historia.  


Marisol