Desde hace pocos días que ha llegado a mi lado la calma para ayudarme a sacar de mi alma a todos aquellos fantasmas burlones que vienen por las noches a fastidiarme. Agradecida estoy que la calma duerma abrazada a mí porque así me siento emocionalmente fuerte como para mantener a raya a estos bribones. Quiero tenerlos bien lejos de mí para impedir que ellos bailen alrededor mío mientras se ríen de mí, me despeinan mis sueños y toman prisionera a mis ganas de dormir.
- ¡Quédate, por favor! - le pido a la calma que no me abandone.
- Con una sola condición - me dice ella mirándome seriamente.
- Haré lo que me pidas - le respondo con un hilo de voz.
- Quiero que dejes de escribir cuentos relacionados con tu enfermedad. La voz de la calma es fuerte y resoluta.
- Te lo prometo. Cumpliré mi palabra.
Y al decir estas palabras, la calma se metió en mi cama. Espero que ella se quede allí por mucho tiempo. La necesito.
Marisol