viernes, 13 de marzo de 2015

La competencia


¿Por qué existe ese afán de competir? No hablo en términos de deporte, por ejemplo, sino en la vida cotidiana. Pues bien, Ernesto es una persona que le gusta demostrar ante los demás que lo sabe todo, que puede más que nadie y tiene la fija idea que nadie puede superarlo. Vive siempre a la defensiva y no puede entender que haya gente capaz de hacer las cosas mejor que él. Ernesto es ese rival empedernido que nadie soporta porque pone en tela de juicio las habilidades o inteligencia de los otros. La verdad que me cae un poco antipático mi compañero de trabajo, pero lo tolero ya que trabajamos juntos. Ambos somos contadores. 

Yo me pregunto por qué se empeña Ernesto en competir conmigo. No falta su comentario casi diario: Pero, "¡qué lento trabajas! Yo, ya terminé" seguido de estruendosas carcajadas. Es como si él necesitara decirme ésto para sentirse mejor consigo mismo. Yo sólo lo miro y me alzo de hombros como para hacerle ver que su comentario me resulta indiferente, pero él sabe que no es así ... No lo odio, porque pienso que Ernesto, por algún motivo que yo desconozco, está frustrado. Es más, como él no tolera ninguna crítica y a mí no me gusta estar haciendo críticas destructivas, le he dicho de manera educada que me tiene sin cuidado lo que piense de mí, porque es más importante lo que piense mi jefe de mi eficiencia laboral. 

Sin embargo, hoy día, después de haber hablado, hace pocos días atrás, con una amiga psicóloga, he puesto a Ernesto en su sitio. No grité pero le canté sus cuatro verdades,  después que él me dijera no sólo su consabido comentario, sino de manera burlona  me preguntó si en mi vida anterior yo había sido una tortuga. Al terminar de escucharlo le hice ver que no solamente cuenta cuán rápida o lenta yo sea, sino lo más importante para mí es realizar mi trabajo sin errores de por medio. Pero al ver que Ernesto me miraba sonriendo y no tomaba en serio mis palabras, mi voz cambió de color. Me puse seria y mirándolo fijamente a los ojos le dije que en lugar de competir conmigo, compitiera consigo mismo. Aquí su sonrisa salió corriendo de nuestra oficina cuando me preguntó por qué le decía yo esto. A lo que yo le contesté que en el momento que él acepte quien es, recién podrá trascender a sí mismo. Es más, le llegué a decir también que, en el fondo, este tipo de competencia entre nosotros no nos lleva a ninguna parte porque cada persona es única y diferente. Al no decirme nada Ernesto, yo agregué que ni ande buscando méritos ni me esté criticando o tratando de herir, sino que trabaje como se espera de él, de un contador con experiencia y muchos años de servicio, y no como yo que recién llevo ni un año trabajando en la empresa. Luego cuando le dije que ni su comportamiento ni sus dichos dejaría que me invadieran y que tampoco necesitaba ni de su aprobación ni de sus halagos, algo inusual en él, mi colega se puso nervioso; agarró su paquete de cigarrillos y se fue a hacer una pausa. 

Mis palabras no sólo salían detrás de Ernesto, sino que le habían hecho reflexionar porque le había hecho saber, al finalizar nuestra conversación, que si bien, en esta vida, un poco de competencia es saludable, la vida en sí es una gran experiencia y no sólo una competencia.

MARiSOL




Una simpática competencia de ver :-)




Imagen sacada de Bing

  

No hay comentarios:

Publicar un comentario