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domingo, 1 de marzo de 2015

Ojo de huracán


No sé si sepas que el ojo de un ciclón tropical tiene entre 30 y 65 kilómetros de diámetro y suele encontrarse, normalmente, en el centro geométrico de la tormenta. Pero hay ciclones en donde su ojo puede llegar a tener más de 300 kilómetros como también pueden tener sólo 3 kilómetros de diámetro. Bien, si dejamos los diámetros de lado, y nos concentramos sólo en el ojo, a éste se le llama ojo claro cuando está despejado o contiene sólo algunas nubes bajas y se le llama ojo lleno cuando contiene nubes bajas y medias o cuando está cubierto por muchas nubes densas. 

Pero yo no quiero hablar sobre este tipo de ojo de huracán. Más bien, de aquel otro ojo que nos observa, que nos hace ver en silencio de nuestros errores, de nuestras necedades,  de nuestros malos humores, de nuestros malos pensamientos, de nuestras malas acciones ... todo eso que no nos hace mejores personas, sino todo lo contrario. 

¿No será que el ojo del huracán nos quiere hacer recordar que tenemos, en el fondo de nosotros, un alma noble, blanca, transparente e ingenua? Pienso que así es. Este ojo nos escruta con su mirada para prevenirnos de los sentimientos negativos que se encuentran rondando dentro de nosotros y que, al final, amenaza con arrasar con todo lo bueno que tenemos. No hay que permitir que nuestros sentimientos negativos alcancen el mismo nivel de diámetro que el ojo de nuestro huracán interno. No permitamos destruirnos a nosotros mismos o a los demás. Al final, siempre llegan a quedar escombros en el alma. Y no precisamente hablo de un conjunto de restos de ladrillos, hormigón, acero, hierro, madera o vidrios. ¡Ay! ¡Cuán difícil es volver a rescatar de los escombros a la confianza y al respeto! Sobre todo, cuando nuestro huracán ha arrasado con los buenos recuerdos, dejando sólo los malos a la vista de todos. Y lo que es peor, expuestos ante nuestra conciencia. Y es que todos la tenemos, querramos o no. La conciencia está allí silenciosa mirándonos, retándonos para desechar no sólo lo malo que llevamos por dentro, sino para reconstruirnos por dentro. Unos lo consiguen. Otros, no. 

Pero yo te quiero contar de Erika. Ella como cazadora de huracanes y quien pertenece al Escuadrón Nr. 35 del Centro de Meteorología de las Fuerzas Armadas de su país, se encuentra, en este momento volando dentro del ojo del huracán. Ella cumple con su misión. Sabe que no puede ni correr ni esconderse de sí misma ante esta peligrosa tarea, pues, ella sabe que en esa tranquilidad atmosférica, donde no hay nubes, ni lluvias ni vientos, donde aparentemente su mundo interno está en equilibrio y su cielo está claro, alrededor del ojo se encuentra la pared del ojo, que es la parte más violenta del huracán ... allí donde los vientos son más fuertes y violentos ... esos vientos vestidos de sentimientos negativos que nos pueden destruir no sólo por fuera, sino también por dentro. Pero Erika no desea ser víctima del huracán. Ella quiere aportar valiosa información no sólo grabándolo y fotografiándolo para conocerlo mejor, sino ella está allí, en su avión, lejos de la Tierra para dejar de lado sus sentimientos negativos que, por momentos, la asaltan. 

Erika atraída por el fenómeno del huracán, arriesga su vida por ir tras él ... por ese huracán que le hace ver que la vida vale la pena ser vivida, a pesar de lo peligrosa que pueda ser. Ella sabe que si tiene la conciencia en paz y domina sus miedos, no se sentirá observada por el ojo del huracán, sino todo lo contrario. Ella será la que lo tenga en la mira para escrutarlo a fondo ... allí donde, quizás, Dios se encuentre observándola. 


MARiSOL







Imagen sacada de Bing


viernes, 14 de octubre de 2011

El huracán y la mariposa


El huracán dejó sentir toda su fuerza sobre valles y bosques. Y mientras se sentía poderoso, reía divertido al ver como una mariposa buscaba refugio dentro de un árbol.
- Me temes, ¿verdad? - le preguntó el huracán a la mariposa. 
- No - le contestó la mariposa. No te temo. Temo, más bien, mi propia debilidad. Puedo romperme en mil pedazos si salgo a enfrentarte en este momento.
- Porque soy más fuerte que tú - comentó el huracán divertido. Se reía a gritos.
- No, en realidad no eres más fuerte que yo. Ahora lo eres, pero, en algún momento, desaparecerás... dejarás de existir. Y cuando esto suceda, yo volveré a volar. Esta vez rió la mariposa, pero su risa sonaba falsa.

Si bien la mariposa lo había desafiado, el huracán sintió miedo de perderla. Y mientras la mariposa se miraba sus alas con tristeza, el huracán comenzó a sentir un dolor en el pecho mientras una lluvia caía dentro de su corazón. Él sabía que había herido a la mariposa y ella no saldría nunca más del árbol donde había encontrado cobijo para morir allí en paz.

Marisol
Inspirándome en esta canción del grupo mexicano "Maná"
escribí este corto cuento, si bien con otro significado.


Lluvia al corazón
Maná
¿Por qué lloras mi amor?
¿Qué te fluye en la piel?
Te despiertas en el llanto
Con espantos de dolor
Son los monstruos del ayer
Son tus miedos, corazón
Sabes bien que yo te amo
Y te pido tengas fe
No sufras más
No mi bebé
Eres la mariposa
Que vuela hacia el huracán
Cuéntame de tu pesar
Suelta todo tu dolor
Dímelo, amor
Un huracán y una mariposa llegan
Se dan la cara en medio de la mar
Lluvia de esperanza
Lluvia al corazón
Siempre ahí estaré
No te fallaré
Desde el cielo
Lluvia al corazón
Sol que lanza la esperanza
La esperanza y la luz
No importa lo que pase
No importa jamás
No, no
Lluvia al corazón
Fluye la desilución
Muda desesperación
Pero todo tiene alivio
Menos el decir adiós
Y si te vas
Asi yo moriré
Y te amarras a tu piano
Y te vas al altamar
Y te quieres escapar
Y te quieres diluir
Ni mi amor...
Amor
Un huracán y una mariposa llegan,
Se dan la cara en medio de la mar
Lluvia de esperanza
Lluvia al corazón
Siempre ahí estaré
No te fallaré
Desde el cielo
Lluvia al corazón
Sol que lanza la esperanza
La esperanza y la luz
No importa lo que pase
No importa jamás
No, no
Lluvia al corazón
¡Uoooo!
¡Uoooo!
La esperanza al corazón
¡Uoooo!
¡Uoooo!
La esperanza al corazón
¡Uoooo!
¡Uoooo!
Que te sane
Que te alivie el dolor
No importa lo que pase
No importa jamás
No, no
Lluvia al corazón
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La pintura es de
Anastasiya Markovitch (1979)
pintora de Ucrainia
www.bing.com