- Mamá ¿qué color te gusta más? - pregunta Anita, su hija de diez años.
- Me gustan varios colores. No tengo ninguno en especial -responde Olga, su madre.
- Papá, y ¿cuál es tu color preferido? - pregunta Anita curiosa.
- El negro - contesta Ramón, su padre.
- ¿Por qué nos haces esta pregunta? - pregunta la madre.
- Porque quiero pintar mi habitación toda de color azul - responde Anita.
- Podemos ir juntos a la tienda - dice su padre. Pero, ¿quieres que hasta el techo esté también pintado de azul?
- Sí, papá. ¿Me ayudarías a pintar mi dormitorio? Yo sola no puedo.
- Te ayudaré, por supuesto - responde Ramón mirándola con ternura.
Ya a solas Ramón le pregunta a su esposa, psicóloga de profesión, si la idea de que Anita tenga toda su habitación pintada de azul sea buena.
- Pienso que hay que complacerla - comenta Olga. El color azul es un color fresco y tranquilizante. Además le recuerda el mar. Y como ya no lo tenemos cerca desde que nos mudamos, pues qué mejor.
- Sí, tienes razón - dice Ramón. Buena idea.
- Ayúdala a escoger de preferencia un color azul claro ya que es relajante- le dice Olga a su esposo - De ninguna manera compres azul oscuro porque puede producir depresión. Y tú sabes que Anita sufre de depresión desde hace ya varios meses, desde que mi madre, su abuela, murió.
- Sí, lo sé - contesta Ramón. Trataré de ayudarla a escoger un bonito tono de azul. En realidad, quiero verla bien. Me da pena saberla triste.
- A mí también - dice Olga. Yo la ayudaré a comprar nuevos muebles, de preferencia blancos, para que su dormitorio se vea acogedor.
Anita mientras se encuentra en su dormitorio echada en la cama boca abajo, mirando una foto donde ella está sentada en las rodillas de su abuela, piensa que cuando su dormitorio esté pintado de azul ella se sentirá como en el cielo ... cerca de su querida abuela.
Marisol