viernes, 22 de abril de 2016

Alina, la costurera



Alina tenía muchos clientes y ella ya no se daba abasto para poder atenderlos a todos. Y, sin embargo, ella prescindía de tener empleados en su taller porque a ella le gustaba trabajar sola. Sólo quien la podía acompañar era su gatito dormilón Moritz. Él sabía el por qué a Alina le gustaba trabajar sola.

Pues bien, el hecho es que Alina es muy especial porque ella no solamente cose como cualquier buena costurera, sino que cose las heridas de sus clientes. Por tal motivo llega gente de distintos lugares porque buscan lo mismo: curar sus almas. 

Cuando Alina recibe a un cliente, después de preguntarle qué es lo que desea que ella le cosa, si una chaqueta, pantalón, vestido o camisa, ella lo mira fijamente y si ve mucha tristeza en su mirada  sea porque sufre de una desilusión, llora la muerte de un ser querido o está afligido porque su gran amor no le corresponde,  Alina le mete un amuleto pequeñito, creado por ella misma,  en la pieza de ropa entregada por su cliente y cuando Alina se la devuelve es cuando a partir de ese momento su amuleto entra en acción.

He de decir que hace unos días atrás yo fuí para que Alina, la costurera, me entallara un vestido mío que me quedaba grande ya que he bajado de peso. Y mientras me medía con su centímetro conversamos de distintos temas. Después nos despedimos. Al regresar a los pocos días para recoger mi vestido me fijé en casa si éste tenía un amuleto.  No, no le había puesto ninguno. Regresé a su tienda para reclamar.
-  Alina, ¿por qué no me has dado un amuleto? - le dije en tono de reproche.
- Ja -  se rió la costurera.  Yo solamente ayudo a las personas débiles de carácter, que se quejan diciendo que  sufren por lo que les impone el destino.
-  Y yo, ¿qué? ¿Acaso no he sufrido ya bastante? Tú sabes todo lo que me ha sucedido y lo que me sigue pasando - le dije un tanto enojada. ¡Cómo es posible que tú no me quieras ayudar!
-  Mira, - me dijo Alina - las personas fuertes como tú , a pesar de las adversidades que sufren, caminan por la vida con aplomo y con la cabeza erguida, las personas fuertes como tú miran de frente cuando hablan y clavan la mirada en su interlocutor. ¡Ah! y cuando saludan, estrechan la mano con fuerza. Y mientras tú sigas siendo una persona fuerte, o mejor dicho, positiva, de nada te servirá recibir un amuleto mío. ¿Me has entendido?
- Sí - le contesté a Alina. Entonces, tu amuleto sirve,  más que todo,  para combatir el pesimismo de varios de tus clientes.
- Así es. Lo que yo trato es que los clientes que son muy negativos aprendan a no estar cansados de la alegría;  lo que yo hago es que la recuperen con mi amuleto.
Entendí. Y con una sonrisa en los labios me despedí de Alina. Mi mejor amuleto era yo misma.

Marisol







Imagen sacada de bing

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