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No sé si mis ideas sobre la empatía deriven de la compasión o el
altruismo, doctora Quiróz o si la confunda con la simpatía... esa
oportunidad que nos ayuda a evadirnos del egoísmo.
Y mientras yo me la quedo mirando en silencio, dejo que Sandra siga hablando:
- No creo que la empatía sea una sensación sólo de lástima propia ante la situación desagradable de otra persona, sino es más bien la capacidad de conocer los sentimientos de los demás, o mejor dicho, de ser capaces de saber leer a los demás. O quizás se trate, más bien, de poder experimentar la realidad subjetiva del otro sin perder la perspectiva de mi propia realidad con la finalidad de poder ayudar al otro a que pueda experimentar sus sentimientos de una forma completa e inmediata. ¡Ay! deseo, más bien, pensar que la empatía es una habilidad que se desarrolla, poco a poco, a lo largo de nuestras vidas, y que sólo se mejora cuando deseamos no sólo empatizar a partir de un lenguaje no verbal porque, en el fondo, sabemos, lo que la otra persona está pensando, sino también cuando prestamos atención y cuando no sólo observamos todos los mensajes que la otra persona transmite.
Sigo mirándola en silencio mientras me digo a mí misma: ¡Qué lástima que ahora ella piense así y no hace 10 años atrás! Como veo que Sandra tiene una imperiosa necesidad de hablar, dejo que siga con su monólogo.
- ¡Ay, doctora Quiróz! ¡Cuánto me arrepiento de no haber sido capaz de prestar toda mi atención y de responder de una manera apropiada a la emoción que tanto Rosa como Jaime no sólo sentían el uno por el otro, sino que no pude ponerme en los zapatos de ninguno de los dos! Quizás lo único que pretendo, con el paso del tiempo, es no sólo comprender los puntos de vista de los demás, sino de tener la capacidad de poder responder con sentimientos adecuados al estado mental de los otros.
Sandra se encuentra como prisionera en la Cárcel de Mujeres donde yo trabajo como psiquiatra. Ella se encuentra acá desde hace 10 años y no saldrá nunca de ésta por haber asesinado primero de manera bestial, a cuchilladas, a la amante de su esposo (quien se encontraba embarazada) y luego a él con un disparo certero a la cabeza. En los dos crímenes pasionales Sandra no sintió empatía alguna con ninguno de los dos. El dolor y el odio pudieron más con ella. Ni siquiera Sandra pensó en su hija Sonia de ahora de 11 años quien vive con sus abuelos de parte paterna y cuenta todavía con ayuda psicológica.
Después de haber escuchado a Sandra, rompí con mi silencio para decirle que me gustaría tenerla a ella de asistente. Preguntaré en la Directiva si esto es posible. Si bien Sandra nunca saldrá más de este espantoso lugar, quiero mantenerla no sólo ocupada, sino que yo siento, en este preciso momento, una inmensa empatía por ella ahora justamente que mi esposo tiene una amante y él se quiere divorciar de mí porque su amante no sólo es más joven que yo, sino que él se quiere casar con ella porque ella sí le pudo regalar un hijo y yo no. La verdad que si bien por ninguno de los dos siento empatía, no imitaré a Sandra aunque en mi fantasía sea más criminal que ella.
Y mientras yo me la quedo mirando en silencio, dejo que Sandra siga hablando:
- No creo que la empatía sea una sensación sólo de lástima propia ante la situación desagradable de otra persona, sino es más bien la capacidad de conocer los sentimientos de los demás, o mejor dicho, de ser capaces de saber leer a los demás. O quizás se trate, más bien, de poder experimentar la realidad subjetiva del otro sin perder la perspectiva de mi propia realidad con la finalidad de poder ayudar al otro a que pueda experimentar sus sentimientos de una forma completa e inmediata. ¡Ay! deseo, más bien, pensar que la empatía es una habilidad que se desarrolla, poco a poco, a lo largo de nuestras vidas, y que sólo se mejora cuando deseamos no sólo empatizar a partir de un lenguaje no verbal porque, en el fondo, sabemos, lo que la otra persona está pensando, sino también cuando prestamos atención y cuando no sólo observamos todos los mensajes que la otra persona transmite.
Sigo mirándola en silencio mientras me digo a mí misma: ¡Qué lástima que ahora ella piense así y no hace 10 años atrás! Como veo que Sandra tiene una imperiosa necesidad de hablar, dejo que siga con su monólogo.
- ¡Ay, doctora Quiróz! ¡Cuánto me arrepiento de no haber sido capaz de prestar toda mi atención y de responder de una manera apropiada a la emoción que tanto Rosa como Jaime no sólo sentían el uno por el otro, sino que no pude ponerme en los zapatos de ninguno de los dos! Quizás lo único que pretendo, con el paso del tiempo, es no sólo comprender los puntos de vista de los demás, sino de tener la capacidad de poder responder con sentimientos adecuados al estado mental de los otros.
Sandra se encuentra como prisionera en la Cárcel de Mujeres donde yo trabajo como psiquiatra. Ella se encuentra acá desde hace 10 años y no saldrá nunca de ésta por haber asesinado primero de manera bestial, a cuchilladas, a la amante de su esposo (quien se encontraba embarazada) y luego a él con un disparo certero a la cabeza. En los dos crímenes pasionales Sandra no sintió empatía alguna con ninguno de los dos. El dolor y el odio pudieron más con ella. Ni siquiera Sandra pensó en su hija Sonia de ahora de 11 años quien vive con sus abuelos de parte paterna y cuenta todavía con ayuda psicológica.
Después de haber escuchado a Sandra, rompí con mi silencio para decirle que me gustaría tenerla a ella de asistente. Preguntaré en la Directiva si esto es posible. Si bien Sandra nunca saldrá más de este espantoso lugar, quiero mantenerla no sólo ocupada, sino que yo siento, en este preciso momento, una inmensa empatía por ella ahora justamente que mi esposo tiene una amante y él se quiere divorciar de mí porque su amante no sólo es más joven que yo, sino que él se quiere casar con ella porque ella sí le pudo regalar un hijo y yo no. La verdad que si bien por ninguno de los dos siento empatía, no imitaré a Sandra aunque en mi fantasía sea más criminal que ella.
MARiSOL
Imagen sacada de Bing
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