martes, 1 de diciembre de 2020

La malicia del monaguillo

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Todos sabemos que la palabra "monaguillo" proviene de monjes pequeños.  En Italia se les llama "chierichetti" o pequeños clérigos y aquí en Alemania se les conoce como "ministrantes". Su nombre deriva del latín "ministrare", es decir, de servir. Pues bien, el papel de los monaguillos es delicado si pensamos que representan una especie de punto de unión entre quienes administran el culto y los fieles reunidos para asistirlo. 
 
En caso no sepas, querido lector, cuáles son las cuatro funciones que desempeñan los monaguillos, te los doy a conocer y son: atender al servicio del altar, ayudar al obispo, al sacerdote, al diácono o hasta al mismo Papa, prestar su servicio en las diversas procesiones, por ejemplo, con la cruz, los cirios, el incensario o el Misal y atender en el ofertorio a la recogida de los dones. 
 
Bien, ahora te quiero contar de un monaguillo muy especial. Si bien no es de carne y hueso, es más bien de fieltro (hecho por mi amiga July a quien fuí a visitar hoy día por cinco horas). Pero, aparte de ser de fieltro, tiene poderes mágicos porque nos sirvió con mucha devoción a mi amiga y a mí. Él nos envolvió con su magia mientras estuvimos  reunidas.  Él nos hizo ver que la mesa navideña, puesta con mucho cariño por July, era nuestro altar y nosotros éramos las sacerdotisas. Que dicho de paso, deberían las mujeres no sólo ser monjas, sino también poder celebrar misa como lo hacen en la iglesia luterana, p.e.  Bien, prosigo... El monaguillo mágico nos ayudó igualmente a cargar la cruz de nuestros problemas mientras nos servía un exquisito vino blanco, que cual agua bendita, él nos ofreció en nuestra íntima misa celebrada por July y yo. 
 
Tanto mi querida amiga como yo quedamos encantadas con el mágico monaguillo de fieltro porque la imagen de él nos recordó que los monaguillos, cual amigos de Jesús, no sólo son jóvenes llenos de entusiasmo y disposición a participar en la vida de la Iglesia aportando su contribución de amor y dedicación, sino que se ponen al servicio de la humanidad. Y en ese momento mágico July y yo éramos la humanidad entera para él. ¡Ah! la presencia del monaguillo mágico reforzó los lazos de amistad entre las dos. Y es que la amistad  no es otra cosa que un sumo consentimiento en las cosas divinas y humanas con amor y benevolencia.
 
Brindo por tu lindo monaguillo, querida July, y por el momento mágico compartido a tu lado. Es así que antes de terminar, el monaguillo nos recordó lo afortunadas que somos por no sólo tenernos, sino por contar con buenas amigas y amigos como ese querido amigo que con su lejana presencia se hizo presente mientras las dos estábamos reunidas celebrando no sólo nuestra propia misa, sino celebrando por la vida. Y, ¿sabes por qué, querido lector? Porque la vida de un buen amigo, es la nuestra, como la verdadera vida de cada uno de nosotros, no importando cuán lejos estés, es la de todos. Y mientras aquí termino, pienso en el monaguillo de fieltro y en su "malicia" escondida que a July y a mí nos ofreció y nos supo deliciosa. ¡Salud!

MARiSOL
 

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