jueves, 20 de enero de 2022

Presagio

¡Cómo poder olvidar al mal presagio que se hizo presente en mi vida! Fue, hace ya tiempo en invierno, en una noche fría estrellada y con luna llena estando bajo la Cruz del Sur. Fue como si lo hubiera estado esperando a que apareciera en mi vida. Prácticamente le dí permiso a que se mantuviera a mi lado. Pues bien, este presagio se encogió de hombros resignado mientras sus argumentos trataban de convencerme que la herencia familiar recibida no era su culpa. Me lo había anunciado en sueños y también en ese momento de insomnio. Un escalofrío me recorrió el cuerpo de arriba a abajo. Fue como un latigazo. Y mientras yo hacía malabares para no caer a un abismo plagado de dudas, este presagio (conocido también como augurio o vaticinio de algo positivo o negativo a acontecer en el futuro, basándose en ciertas señales) se encargó de perturbar mi paz anhelada. Mis días de descanso y despreocupación desaparecieron como por encanto. Se borraron de mi radar de vida de un solo plumazo. Fue llegando a casa de regreso, después de largas horas de vuelo, que tomé la decisión de dejarme llevar por mis ideas inculcadas por ese presagio que conocí a miles de kilómetros de mi vida cotidiana.

- ¡Perdóname! - me dijo muy triste el presagio y luego continuó hablando - Tú sabías que yo me haría presente para desordenarte tu futuro, ¿No es cierto?

- Sí, claro. Yo intuía que me vería en esta situación tarde o temprano. Pero tomo conciencia que mi futuro sigue abierto, ¿sabes?

- ¡No te entiendo! - exclamó el presagio. Estaba consternado.

- Pues, a decir verdad, todos somos responsables de lo que el futuro nos depara. Por este motivo, mi deber no es profetizar el mal, sino más bien luchar por superarme para que mi mundo sea mejor y el de los míos igualmente. 

- O sea, ¿no me guardas ningún rencor? - preguntó curioso el presagio.

Mi respuesta no se dejó esperar. Le hice saber que, gracias a su ayuda no pedida, tomé una decisión de la cual no me arrepiento aunque, por momentos, haya que convivir con las dos caras de la medalla, con los claros y oscuros de la vida, con los golpes duros a los que, por momentos, nos enfrentamos.

En todo caso, con el tiempo, le dije que él, cual presagio, no era tan malo como yo me lo había imaginado porque algo de bueno he sacado de las experiencias hechas y de mis decisiones tomadas.  Es más, le hice saber que él como presagio (cual fenómeno que se cree para adivinar el futuro, y que normalmente hace referencia al advenimiento de un cambio), puede ser mi amigo porque el cambio es la única cosa inmutable. Y por lo tanto, no hay que temerle a los cambios ya que toda la vida es un cambio. Es ley de vida. 

El presagio sonriendo me dijo que, al fin y al cabo, todos cambiamos. Y también era de la opinión que no hay peor cosa que el miedo al cambio. Muy cierto. Si bien yo superé ese miedo cuando el mal presagio volaba alrededor mío, hoy en día, ningún presagio puede derrotarme. No hay ninguna señal, sea buena o mala, que me anuncie un suceso y me detenga o paralice. Lo que ha de suceder, sucederá. 

Después de escucharme con atención el presagio me preguntó si normalmente suceden las cosas que yo presiento. Pues, sí. Recuerdo que dos adivinas (por separado y en países y épocas distintas) me dijeron que yo era era una persona que podía hacer predicciones. Pero no quiero irme por la tangente porque no quiero quitarle protagonismo al presagio que tengo delante mío. Aunque, a decir verdad, este presagio es mi "alter ego" porque él está en estrecha relación  con las señales, sensaciones e intuiciones que yo siento y con la interpretación que yo les doy al anticiparme a mi futuro y es que toda aquella persona que construya su futuro, tiene derecho a juzgar su pasado... ese pasado con el que se forma el porvenir por venir con un buen o mal presagio.

MARiSOL

 

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