viernes, 7 de marzo de 2014

La puerta mágica


Raquel es una mujer que sufre de depresiones y soledad; sus hijos están ya fuera de casa y su esposo ya no la mira como antes ... cuando ese antes era más fácil de llevar... Pero no quiero hablar de los problemas matrimoniales de Raquel. Más bien, te quiero contar sobre algo que le ha sucedido a ella, hace pocos días atrás, cuando Raquel pasaba en bicicleta cerca de una casa abandonada, que queda cerca de la suya. Al ver la puerta abierta de esa casa, Raquel decidió entrar para saber qué sucedía. Quizás algún ladrón habría entrado de noche. Pero la casa está vacía, según los vecinos. Allí no hay nada para robar. Algunos vecinos dicen que allí penan y por este motivo la casa no se vende.

Pues bien, Raquel, al ver que el cerrojo de la puerta no estaba roto, se quedó intrigada. ¿Habría entrado algún vendedor de inmobiliaria con un cliente? Pero al no escuchar ni voces ni ruido alguno y ver que la casa estaba a oscuras porque las cortinas se mantenían cerradas, le pareció rara la situación. Y mientras Raquel llegaba a tientas a la sala, ya que no había luz eléctrica, se cerró suavemente la puerta a sus espaldas. Al cerrarse la puerta, comenzó a sonar  una melodía romántica tocada por un piano invisible y la oscuridad se volvió clara porque muchas velas se encendieron a la misma vez tanto en la sala como en el comedor. Ambos ambientes estaban llenos de muchas canastas de flores y una mesa hermosamente decorada esperaba a Raquel en el comedor. Allí se encontraba sentado un hombre un poco mayor que ella. No hablaba, sólo la miraba con ojos bondadosos. ¿Habría sido el dueño de la casa? Y mientras él le indicaba con un movimiento a Raquel que se sentara a la mesa,  de la cocina salió una señora mayor quien le empezó a servir sólo a Raquel. Parecía un ángel, pues estaba vestida toda de un blanco impecable. Sus movimientos eran precisos y respetuosos. Le regaló una sonrisa de bienvenida a Raquel. 

El silencio se rompió cuando el hombre habló:
- No quiero verte triste. Por tal motivo te he invitado a almorzar. Espero disfrutes de la comida. Su voz era cálida. Hablaba despacio.
- No sé si estoy soñando o si me he vuelto loca - dijo Raquel temblando. 
- Ni lo uno ni lo otro - le contestó el hombre.  Te quiero regalar este momento de paz para tu alma atormentada. Te mereces más aunque no lo creas. Acá te doy un espacio para que tú vuelvas a sonreirle a la vida. Entra todas las veces que quieras, pero sólo de día. De noche la casa se mantiene cerrada porque yo paseo por otro lado y allí yo no te puedo llevar. Es otro mundo. Inalcanzable, por el momento, para ti. Pero algún día lo llegarás a conocer, te lo prometo. Y allí me encontrarás. Seré uno de los primeros en darte la bienvenida. Ténlo por seguro. Y le sonrió. 
Raquel apenas pudo comer. Estaba nerviosa. Le temblaban las manos. Pero al mirarlo fijamente a los ojos, paz empezó a sentir. Y es que este hombre, quien no quizo identificarse, no comía como Raquel, sino que sólo absorvía, sin hacer ruido alguna, toda la energía negativa que el cuerpo de Raquel despedía. 

Después que Raquel terminara de almorzar, él la invitó a entrar a su biblioteca. No sólo muchos libros (invisibles para otros pero no para Raquel), la saludaron a coro, sino que muchas canastas de flores e innumerables velas decoraban también esta habitación. Raquel rió feliz. Pasó toda la tarde allí tendida, sobre un alfombra bien mullida, sin hablar, sólo leyendo. Eran libros con mensajes que le hablaban directamente a ella. Voces que llegaban desde lejos y que la animaban a seguir, que le decían cuánto la querían. El hombre a su lado, sólo la contemplaba en silencio. Se despidieron con un abrazo antes que oscureciera.

Te preguntarás si Raquel entró de vuelta a esa casa. Pues, no. Nunca más aunque la tentación fuera grande. Esas pocas horas mágicas al lado del hombre sin nombre, le habían servido a Raquel para volver a mirar a la vida con otros ojos. ¿Su esposo también lo haría? La magia vivida en esa casa abandonada debería mantenerse como una vela prendida para siempre en su alma. Algún día volvería a ver a su alma gemela (tan romántica como ella), pero todavía, no. 

El hombre sin palabras le había dicho tanto de manera indirecta. Olvidarlo nunca podría. Y es que uno de los mejores sentimientos que existen, es no sólo sentirse amada, sino amar sin esperar nada a cambio. Su corazón cerrado, volvería abrirlo aunque su esposo no la quisiera como antes ... Todavía no es tarde para volver a empezar. Lástima que su alma gemela viva en otro mundo.

Marisol






Imagen sacada de bing

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